El marido de la auxiliar infectada por el ébola, Javier Limón, cumplió su promesa de ajustar cuentas en cuanto saliera del hospital. Pocas horas después de abandonar el Carlos III, algo aturdido por el aluvión de cámaras y reporteros, anunció que ha llegado el momento de "exigir responsabilidades y de limpiar el nombre de Teresa". "Hablo del consejero de Sanidad de Madrid, que ha puesto en boca de mi mujer cosas que nunca dijo y la ha acusado de no saber ponerse el traje", especificó en un texto que llevaba escrito.

No le servirán al consejero Javier Rodríguez ni las disculpas públicas que lanzó en una carta y en el Parlamento autonómico, ni el intento de presentar las excusas en persona. El marido explicó que el político había pedido verle en el hospital pero que él se negó. "No puedo perdonarles", dijo, "han matado a nuestro perro y casi matan a mi mujer".

Lo que peor lleva el matrimonio y lo que a buen seguro será objeto de una demanda judicial por su parte, es lo que él denomina "la ejecución de Excalibur", el can al que consideraban "el hijo que nunca" tuvieron. "No le dieron ninguna oportunidad, ni siquiera para saber si estaba infectado como hicieron en EEUU. A nadie le importó lo relevante que era esa mascota para una familia sin hijos", lamentó.

LAS QUERELLAS La prueba más sólida de que el animal no estaba infectado, aseguró, es él mismo, ya que la tarde en la que se despidió lo besó, le quitó las legañas y le acarició.

El abogado contratado para formular las demandas y ejercer de nuevo portavoz, José María Garzón Flores, un letrado especializado en casos mediáticos, precisó que también estudia presentar una demanda por ataque al honor de una personas que ñ"se ha jugado la vida para salvar a otra" y otra por "un incumplimiento de los protocolos".

Sobre este último punto, Limón no quiso entrar en cuales creía que eran los fallos que se habían cometido, derivando cualquier detalle al respecto a lo que diga su mujer cuando por fin salga del hospital. En una entrevista publicada el pasado domingo en El Mundo apuntaba a que la auxiliar dobló ella sola el colchón en el que había estado el cadáver como posible origen del contagio.

Agregó que su último día en el hospital fue frustrante: "Nos hemos quedado un poco así porque nos queríamos ver aunque fuera por la ventana de la habitación, pero no ha podido ser". Ahora quiere descansar esperando que llegue el momento de volver a "abrazar a Tere".