El 17 de enero de 1966, un B-52 con cuatro bombas nucleares a bordo colisionó con un avión de repostaje mientras se encontraba a unos 10.000 metros de altura sobre la pedanía de Palomares, en el municipio almeriense de Cuevas de Almanzora. Dos de las bombas cayeron de forma controlada y fueron recuperadas sin daños, pero las otras dos se rompieron al chocar violentamente contra el suelo. Aunque no hubo detonación en cadena, los peligrosos componentes que llevaban los arterfactos se dispersaron y acabaron depositados en unas 200 hectáreas. A continuación, con la participación de especialistas norteamericanos, se retiraron 1.400 toneladas de tierra superficiales que fueron trasladadas hasta un centro de procesamiento en Carolina del Sur. Y el incidente de Palomares cayó un poco en el olvido... salvo para sus vecinos.

Si no se hubiera producido el siniestro aéreo, las hectáreas que hoy en día son de acceso restringido habrían seguido el ejemplo de otros núcleos del litoral almeriense y muy posiblemente contarían con urbanizaciones e invernaderos que a su vez generarían empleo y riqueza. Así que el alcalde de Cuevas del Almanzora se felicitó ayer por el acuerdo firmado por Margallo y Kerry, aunque les emplazó a actuar con presteza para "reparar los daños" sufridos por el sector agrícola y turístico durante el último medio siglo y minimizar los que pudieran acontecer cuando comiencen los trabajos de retirada. Antonio Fernández lamentó también la poca transparencia mostrada por las autoridades.

Greenpeace y Ecologistas en Acción exigieron asimismo que las operaciones de limpieza sean sufragadas exclusivamente por Estados Unidos y que sus detalles se hagan públicos. "Lo primero que debería hacerse es repetir las mediciones de radiactividad que se hicieron en el 2008 porque pueden haber variado desde entonces", consideró Raquel Montón, representante de Greenpeace. En su opinión, la dispersión del polvo causada por el viento puede haber variado las zonas afectadas. "No sabemos qué es lo que puede haber allí", añadió. En el estudio concluido en el 2008, los especialistas del Centro de Centro de Investigaciones Energéticas y Medioambientales (Ciemat) analizaron cerca de 2.000 muestras de tierra y observaron, entre otros aspectos, que había contaminación en zonas de no eran de acceso restringido, más alejadas de los núcleos principales, y que la radiactividad llegaba en algunos lugares hasta profundidades de seis metros. "Los estudios mostraron que existe en la zona medio kilo de plutonio distribuido por unas 60 hectáreas", recuerda Ecologistas en Acción. Como principal conclusión, el Ciemat calculó que habría que retirar unos 50.000 metros cúbicos de tierra, aunque con diversos filtrados y concentrados podrían dejarse en 6.000. "Evidentemente, aquí hay un problema de radiactividad que debería arreglarse, pero esto no es Fukushima", tranquiliza Jordi García Orellana, profesor de Física de las Radiaciones de la Autónoma de Barcelona. "En Palomares no se produjo fisión, y lo que tenemos son sobre todo radioisótopos de americio, un producto de la desingreación del plutonio". Los potenciales problemas no son por proximidad, sino por ingestión accidental y acumulación en el organismo, precisa.