Una mujer musulmana llora desconsolada en una callejuela discreta de Ripoll, a apenas 20 metros de la mezquita que la Comunidad Islámica Anour tiene en la localidad. Son lágrimas que solo pueden venir de un corazón roto. Solloza en árabe, mientras un hombre joven la abraza, pero interrumpe su lamento cuando ve que una extraña se les acerca. El chico la mete rápidamente dentro de un coche y hace un gesto con la mano pidiendo que los dejen tranquilos. Está diciendo, sin decirlo, que en Ripoll hay madres que también han perdido hijos por culpa del yihadismo.

No saben a quién echarle la culpa, pero todos apuntan al imán Abdelbaki Es Satty, que dejó el pueblo, apuntan, "un par de días después del último Ramadán". "Fue él quien seguro les ha manipulado", denuncia una prima de Younes Aboyaaqoub, el sospechoso que sigue fugado. Desde junio solo el hombre con quien el imán compartió piso durante el tiempo que vivió aquí afirma haberlo visto. Dice que fue el pasado martes, justo el mismo día en que también desapareció de Ripoll Moussa Oukabir, uno de los jóvenes musulmanes muertos en Cambrils.

La radicalización de jóvenes islámicos es un fenómeno muy vinculado a la pobreza, al desempleo y a la falta de expectativas, aseguran los investigadores sociales. "Suelen ser jóvenes que parece que hayan sufrido una especie de lavado de cerebro, lo que en Psicología se conoce como un proceso de conversión al radicalismo", resume Antonio Andrés Pueyo, profesor de Psicología y Criminología de la Universitat de Barcelona (UB). Casi todos los radicalismos, detalla, "ya sean políticos o religiosos", se generan en la adolescencia más tardía. "A esas edades, un joven puede experimentar un cambio súbito de creencias, en un proceso generalmente acompañado de sentimientos de humillación o injusticia, y empieza a tomar conciencia de una nueva identidad, influido por sus iguales, es decir por amigos, por gente de su edad", indica. A todo ello se suele sumar "una necesidad intensa de pertenencia a un grupo".

TIERRA QUEMADA

La localidad de Ripoll es este fin de semana tierra quemada. Controles policiales en los accesos al núcleo urbano, calles sin apenas tráfico, comercios cerrados. Solo la mezquita de la calle Sant Bertomeu, donde el imán Essaty trabajó hasta el pasado junio, muestra algún movimiento. Fundamentalmente de periodistas. Lo mismo que la calle de Sant Pere, donde residió el sospechoso. "Han estado aquí los Mossos d'Esquadra buscando algo", relata Alfred, vecino del inmueble contiguo.

De las cuatro parejas de hermanos que los Mossos implican en el atentado los vecinos hablan poco: chavales normales, repiten, aunque a alguno de ellos (a Driss Oukabir) lo describen como "un pieza". ¿Con quién andaban?¿Quiénes eran sus amigos? "Solían ir con otros musulmanes, siempre van todos juntos", cuenta una joven.

¿CÓMO SE MIDE LA INTEGRACIÓN?

Esta es precisamente una de las características de lo que los sociólogos denominan la alteridad o no integración. "Es un indicador que evalúa varios factores, entre ellos el sentido de pertenencia a la población o el país de acogida, el uso que ese joven hace de los servicios públicos, si participa en entidades o en asociaciones locales, cuál es su ideología o si habla catalán", detalla Xavier Martínez-Celorrio, profesor de Sociología de la Educación en la Universitat de Barcelona (UB). Un estudio realizado por Martínez-Celorrio con datos de la Enquesta de Joventut de la Generalitat correspondientes al 2012 reveló que son las comarcas de Girona y las de Tarragona donde menos integrados están los jóvenes inmigrantes, es decir donde mayor es la alteridad.

"Es lógico que esto suceda en municipios pequeños, donde la red pública y de entidades cuenta con menos recursos. En Barcelona, por ejemplo, un joven, cualquier joven, tiene más posibilidades para la participación o para el uso de servicios y equipamientos públicos", reflexiona el sociólogo. La solución, prosigue, pasa por la intervención de las administraciones. "La escuela, a la que muchos de estos chicos van desde P-3, no puede hacerlo todo... Por muchos protocolos que se le den para integrar o incluso para detectar si algún adolescente se está radicalizando, hay muchas cosas que pasan fuera de las aulas, como se está viendo en Ripoll", advierte Celorrio.