En el 2016, un terremoto de 5,8 grados de magnitud arrasó numerosos edificios en la ciudad de Pawnee, en Oklahoma. Se trata del mayor terremoto conocido cuya causa se haya asociado con la inyección de agua en campos de petróleo. Este sistema se emplea para deshacerse del agua salada que se extrae junto con el petróleo. También se usan otras sustancias para alterar las propiedades de las rocas y facilitar la extracción del combustible fósil. Sin embargo, los geólogos apuntan que estos líquidos también alteran el estado de esfuerzo de los materiales, modificando su viscosidad, lo que puede disparar temblores.

Variantes de este sistema se utilizan en Oklahoma desde los años 50. Entre el 2008 y el 2013, este estado se convirtió en el más sísmico de Estados Unidos, superando incluso a California, donde se encuentra la falla de San Andrés, y la zona sísmica de Nuevo Madrid, que se considera la más peligrosa de EEUU. «Es interesante que el terremoto ocurriera en un periodo en que los volúmenes de inyección se habían reducido para evitar más terremotos: esta medida podría ser insuficiente para eliminar el riesgo», apunta Miles Wilson, investigador de la Universidad de Durham (Reino Unido).