Hace un par de años, en el Pirineos Jazz Festival de Morillo de Tou, de cuya dirección soy responsable, se planteó la cuestión de los ruidos durante los conciertos. No se puede ser muy exigente, pues hay que combinar la actividad central que parte del escenario y los ruidos de la barra del bar. Buscar un equilibrio es necesario.

El extremo de la exigencia artística lo marcó Tapam, en un concierto de Sitar y tablas que obligó a que se desconectase el sistema de desagüe de la toilette, separado del escenario por gruesos muros. En Morillo se resolvió eligiendo como camarera a la que había provocado mi queja, pues su actitud, al ser interpelada, me pareció más que correcta, y no me equivoqué. Durante el resto del festival, solo se oyeron los ruidos y las voces estrictamente necesarias para el correcto desempeño de la función para la que se le había contratado.

Quizá sea éste el mejor momento para dar una de cal y otra de arena (¿Cuál les la buena?) al festival de jazz de Zaragoza. La buena, sea la de cal o la de arena, es que sigue al nivel que se espera de un certamen de esta categoría. Como decían repetidamente en “Medianoche en el jardín del bien y del mal” (incluida en el festival de Cine que corre paralelo al de Jazz), os habéis superado, mejor, os estáis superando, porque quedan cuatro citas de primerísimo nivel para esta fin de semana largo.

La no tan buena es un apunte respecto al ruido innecesario en la barra del bar de la Multiusos. Que las comandas se tienen que dar, se entiende, y en general se realiza con ejemplar atención, pero que un camarero esté en animada conversación ajeno al lugar y al evento que se celebra no es de recibo. Los responsables del festival deberían resolver del mismo modo que se resolvió en Morillo, hablando con los que vayan a estar poniendo cerveza y sándwich y seleccionando a aquellos que, aunque no les guste el jazz, respeten a los que hemos aprendido a disfrutar de la buena música. Buen fin de semana. Aquí va un anticipo.

Richard Bona actúa este viernes 23 en la Multiusos