Mi amigo Guillermo, anunció sin ningún viso de solemnidad: “Europa es un museo y España el cuarto trastero; me voy a luchar por algún motivo serio a Sudamérica”. Al poco tiempo aparecieron carteles pegados en los cristales de algunas cabinas telefónicas con la frase “Portugal, tan cerca, tan lejos”.

Habían pasado pocos meses desde que los portugueses, en abril de 1974, protagonizaran una revolución que proporcionaría portadas de prensa en todo el mundo, la llamada “Revolución de los Claveles”.

De Guillermo no he vuelto a tener noticias, y la frase en los laterales de cabinas en Madrid, se podría encontrar ahora en nuestros muros cambiando Portugal por Francia.

Durante las semanas que anunciaban el año nuevo hemos sido informados (bastante mal, por cierto) sobre lo que pasaba tanto en nuestro país como en nuestro vecino del norte. Antes de exponer mi punto de vista, quiero pedir disculpas a los que ofenda algún aspecto de mi reflexión, a aquellos que, quizá por falta de análisis sosegado, se encuentran con el ánimo inflamado por las palabras altisonantes de políticos de uno y otro lado, que incitan a la algarada desde sus despachos calientes y con sus sueldos garantizados, muy superiores a los de la mayor parte de sus compatriotas.

Toni, amigo cubano, me comentaba que antes comenzar a jugar un partido de béisbol en la calle preguntaban: ¿Jugamos al duro o al blando? Pues bien, nuestros vecinos con sus chalecos amarillos y un apoyo mayoritario de la población, es evidente a lo que juegan. Y juegan de cara. Presentan un proyecto con un gran número de exigencias, que no se paran en el impuesto de los carburantes o en la subida del salario mínimo interprofesional.

Por eso cuando el presidente hace su declaración, respondiendo con un par de concesiones, los de amarillo siguen con sus protestas, y algunos medios de información dicen que lo que quieren es derrocar a Macron. No es, por lo que yo he entendido, su objetivo. Los de los chalecos persiguen un cambio de paradigma social, con peticiones como el derecho a una vivienda digna, combatir la diferencia entre ricos, y clase media y pobres cada vez más pobres (¿os suena?), la no deslocalización de la industria francesa, la continuación del proyecto de vehículos con motor de hidrógeno...., es decir, seguir adelante sin desviarse

https://youtu.be/uxdnQOs0BNo

Mientras tanto, al sur de los Pirineos lo importante es despistar al personal, dando pena o lo que haga falta. A Dios rogando y con el mazo dando.

Aquí la reivindicación es conseguir una república en la que se sigan manteniendo al mando los mismos de siempre, cómplices de los que no acaban de evitar que haya más de 160 desahucios diarios, que rescatan entidades financieras a costa de todos nosotros, que han conseguido que la diferencia entre ricos y pobres aumente desde hace años, que cuentan contratos de miseria y de duración exigua para cantar triunfos de reducción del paro.

En Francia no hay arengas de políticos, ni de sindicatos, es una acción popular que expresa el hartazgo de una sociedad consciente de que su futuro depende de tomar las riendas de su presente. Mientras al norte, por ejemplo, consiguen que el SMI suba de 1480 a 1580 euros (aquí es de 858 €) en el sur conseguimos que unos miles de conductores eviten pagar 10 o 15 euros de autopista.

Lo de querer abrir expediente a un mosso por decir idiota a un manifestante... ¡de traca!

¿A qué estamos jugando?

Portugal, perdón, Francia, tan cerca, tan lejos.

¿Y mi amigo Guillermo?

Me lo imagino, si vive, escuchando la canción de José Antonio Labordeta Banderas Rotas mientras se toma un vaso de ron local. O, ¿por qué no?, como manager de algún cantante colombiano, como Yuri Buenaventura, retornado a París, a la Europa que estos días le parecerá menos museo. Por aquí, conociéndole, no creo que aparezca.

PD: Gracias a Erwan.