Un diccionario de 1872 (no el de María Moliner, otro) ayudó a Vicky Calavia a hacer los deberes del cole. «Estudié con él. Al principio lo odiaba, porque sustituía a mi madre, pero luego el odio se transformó en amor. Me fascinó, aprendí el significado de muchas palabras, sinónimos, construcción de frases…». Más tarde conoció el dicccionario de María Moliner, con el que la realizadora de cine supo que «se podía definir las cosas con poesía».

María Moliner (Paniza 1900-Madrid 1981), bibliotecaria, filóloga y lexicógrafa, escribió el Diccionario de uso del español, una obra revolucionaria. Calavia le dedicó en el 2017 el documental María Moliner, tendiendo palabras.

Tras años de investigar el personaje, a la cineasta le fascinó que Moliner creara «el proyecto de bibliotecas de la II república española», copiado por otros países. En aquella época se crearon 5.500 bibliotecas en todo el país. Las llamadas misiones pedagógicas llevaban a los pueblos indómitos de la España de los años 30, no ya libros, sino cine, teatro, música, títeres… «Cosas que jamás habían visto aquellas personas», apunta Calavia con brillo en los ojos.

María Moliner, vista por Daniel García-Nieto.

La guerra civil y la dictadura dan al traste con este empeño de instruir al pueblo, y María es degradada 18 puestos en el escalafón de funcionarios del Estado. Vive un exilio interior, como muchos otros españoles. Se hace cargo de una pequeña biblioteca universitaria de Madrid que nadie visita. Se aburre. Vicky destaca que María «andaba muy rápido, siempre por delante de su marido e hijos; era el alma de la familia. Se comía el camino».

A partir de los años 50, María, en su casa de Madrid, comienza a dar forma a su Diccionario. Esa obra es la antítesis del glosario de la Real Academia Española. Lo corrige y amplía. «Y en la RAE todos eran hombres. Ahí comienza su calvario», sentencia la cineasta. Su creación, para la que usa miles de fichas en papel, aporta «un peculiar modo de ordenar las palabras por familias. Vas a un término, te lleva a otros significados… Es un libro infinito. Se adelanta a internet», recuerda Calavia.

El Diccionario… añade usos y giros del español, recoge palabras españolas de diversas comunidades… «Es inclusivo, Ahora que se lleva el separatismo…», ironiza la realizadora. María mima las palabras, como haría una madre, e introduce en su obra el género neutro. Donde una definición de la RAE dice «hombre que…», María escribe «persona que….». «Nunca entró en la Real Academia, aunque Iberoamérica se rindiera a sus pies y Gabriel García Márquez la pusiera en un altar. Aquí no, es el sino de España», reconoce la realizadora. «Si hubiera sido Mario Moliner estaría en los altares. Nadie sabe casi nada de las mujeres y somos la mitad de la población».

Con ocasión del centenario de María Moliner, Vicky Calavia se propone recuperar información, que resulta no ser muy abundante: comienza por un número especial de la revista Trébede y la biografía El exilio interior: la vida de María Moliner (2018, Turner), de Inmaculada de la Fuente. A partir de ahí, archivos, hemerotecas, estudios universitarios (entre ellos los de María Antonia Martín Zorraquino)… Hasta llegar a la familia.

Entró en contacto con Carmina, hija de la bibliotecaria, que vivía en Madrid y guardaba fotos y algunas fichas escritas por ella. «Carmina se parece mucho a su madre en el talante; es sencilla de trato, amable y cercana», relata con la satisfacción que da hablar de gente humilde y grande. Calavia pudo entrar en su templo doméstico, la habitación donde María trabajaba: vio, tocó y grabó su escritorio, su silla de trabajo, su máquina de escribir Olivetti. Tras la entrevista a Carmina, comieron todos juntos, en familia.

Tuvo que correr para entrevistarla. Está enferma de alzhéimer y los recuerdos se le escapan, como a María, quien, aquejada por la misma enfermedad, dejó de saber el nombre de las cosas. «Creó un mundo de palabras, y de pronto no sabía ni nombrar las plantas que cuidaba todos los días». Que nunca caiga en el olvido.