Nadie lo diría y la mayoría de los italianos no lo saben, pero en su país hay 147 curas reos confesos de pederastia y por eso condenados a prisión. Existen otros 134 investigados, porque se ha presentado una denuncia contra ellos. Hay, además, diez eclesiásticos acusados, que se encontraban en otros países y que, al ser denunciados, se han refugiado en Italia. Algunos son oriundos y otros extranjeros. A estos habría que añadir cinco o seis obispos y cardenales considerados como encubridores, o sea que frente a un sacerdote acusado con pruebas por sus diocesanos, les enviaban a otras parroquias o incluso a diócesis de otras partes del mundo.

La prensa -raramente las televisiones- ha escrito sobre los casos más llamativos. Como el de Mario Oliveri, obispo de Albelga, en el noroeste. Solo la Radio Radical, del partido homónimo, fundado por Maco Pannella, Emma Bonino y otros, organizó hace ya más de 10 años un encuentro público, radiotransmitido, con algunas víctimas de abusos. Era la primera vez. Por lo demás, silencio, o breves espacios en las páginas internas de los diarios.

Si se tiene encuenta que en el país existen, además, 21 centros de cura y recuperación de eclesiásticos pederastas, se puede comprender que el problema alcanza una magnitud totalmente desconocida, aunque no a la conferencia episcopal del país (CEI). Las causas vinen de lejos.

País extraño

«Italia es un país extraño en el que vemos con frecuencia que, frente a problemas graves y claros, existen vacíos legislativos y una falta de sentido común que conducen inevitablemente a volverse cómplices de las situaciones» de abusos. Lo ha escrito Rete Abuso, la asociación nacional más activa en este ámbito, que forma parte de la red ECA (Ending Clerical Abuse).

En el famoso informe de la ONU (Comisión para los Derechos del Niño) del 2014, esta solicitó al Vaticano una cooperación con las autoridades civiles de cada país. En el mismo se pedía al Vaticano y al Gobierno italiano una revisión de los Pactos Lateranenses, los acuerdos con los que, tras la ocupación de los Estados Pontificios (1870), Italia (Benito Mussolini) y los papas hicieron las paces (1929). Dichos pactos eximen a la jerarquía católica de la obligación de denunciar y, de hecho, la primera guía (2014) de la Iglesia italiana sobre los casos de pederastia, no incluye el deber de acudir a las autoridades civiles.