El dolor crónico en general y otras patologías concretas como la fibromialgia y la fatiga crónica, limitan actualmente la vida de miles de personas en nuestra Comunidad Autónoma de Aragón. Además del sufrimiento inmediato generado por el propio dolor, las consecuencias personales, familiares, laborales y sociales que conllevan estas enfermedades, suponen un antes y un después en la situación de vida de estos pacientes y de gran parte de su entorno.

Está demostrada científicamente la necesidad de ayudar a estas personas y a sus familiares en el afrontamiento y manejo psicológico de estas patologías, formando parte la intervención psicoterapéutica, del abordaje multidisciplinar global.

Muchos de estos aspectos, por su importancia y actualidad, se encuentran en constante debate en los Foros y Congresos Nacionales relacionados con Dolor Crónico. En nuestra Comunidad contamos con profesionales especializados que apuestan por un enfoque multidisciplinar y por la importancia de la intervención psicológica.

En concreto, el Doctor Daniel Vicente Rivera (Médico Psiquiatra) ha participado recientemente en el Congreso Nacional de la Sociedad Española del Dolor (SED) y en el de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática (SEMP) en representación de un grupo de trabajo aragonés que aborda el tratamiento multidisciplinar de estas enfermedades.

Este grupo nació de una colaboración entre la Clinica del Dolor y el Servicio de Psiquiatría del Hospital Clinico Universitario Lozano Blesa, y está dirigido por la Dra. Maria Dolores Rodrigo (Jefa de la Unidad del Dolor). Actualmente, el Dr.Vicente ejerce la Psiquiatría privada en Zaragoza, donde, además de consulta de psiquiatría general, dispone de consulta especializada en dolor crónico y fibromialgia con programas específicos para estas patologías.

En relación al enfoque terapéutico más apropiado para ayudar a estos pacientes, explica el Dr.Vicente que es fundamental reflexionar sobre las características específicas de estas dolencias y de las personas que las sufren.

Las personas que sufren de dolor crónico comparten algunas características derivadas de su limitante patología y de las importantes consecuencias que afectan a los ámbitos personal, familiar y social. El sufrimiento inmediato que genera el dolor, la pérdida de actividad laboral y ocupacional, el rechazo por parte de las instituciones y de la sociedad, el sentimiento de incapacidad e invalidez, el deterioro paulatino de las relaciones de pareja y familiares.

Todos estos aspectos generan una enorme frustración y un sentimiento de impotencia que les lleva al aislamiento y a la desesperación. Se trata de una verdadera ruptura psicobiográfica, una pérdida de sentido vital relacionada con el cuestionamiento de la imagen de si mismos.

Existen multiples factores que influyen en la eficacia de una intervención psicoterapéutica y resulta complicado controlar todos los aspectos relacionados con los mismos.

Entre ellos, podriamos destacar la capacitación del terapeuta, el encuadre establecido durante la terapia, la corriente o escuela psicoterapéutica, las características específicas de los pacientes y algunos intangibles que trascienden en muchos casos la esfera racional, y que están muy relacionados con el concepto de alianza terapéutica y de relación médico-paciente.

Toda esta complejidad debe ser abordada con la mayor profesionalidad y honestidad posible, formando parte de nuestras competencias como médicos y psicoterapeutas tratar de encontrar soluciones a las dificultades que, inevitablemente, surgen durante el proceso de afrontamiento y cambio.

En relación al perfil de los pacientes que tratamos, resulta fundamental equilibrar y optimizar nuestras capacidades, conocimientos y herramientas con el fin de adaptarlas a sus necesidades concretas. En ese sentido, estamos trabajando con diferentes enfoques que están demostrando ser utiles y adaptarse a las necesidades de estas personas, que tanto sufrimiento arrastran. Existen diversos formatos, tanto grupales como individuales, en función de las caracteristicas de cada paciente, de su momento evolutivo y los objetivos especificos a tratar. En ambos casos, las fortalezas específicas de estos enfoques terapéuticos favorecen la “Aceptación” profunda, tan necesaria para estas personas, que han experimentado un cambio radical en sus vidas, con todo lo que ello conlleva.

Desde una perspectiva psicosomática, la Terapia de Conciliación Psico-Corporal

Por la crisis de identidad que sufren muchas de estas personas, el sentimiento de injusticia y de aislamiento que vivencian, así como su necesidad de sentirse comprendidos y acompañados en su dolor, una terapia grupal de enfoque existencial y transpersonal encaja de forma natural con sus necesidades. Estamos trabajando con Programas de tratamiento grupal y hemos obtenido resultados muy satisfactorios tanto para los pacientes como para los familiares.

Este tipo de terapias les ofrecen la posibilidad de disponer de un espacio de confianza junto a personas que viven realidades similares, sintiéndose libres de expresarse. Se favorece el sentimiento de pertenencia al grupo y a la sociedad, la reconstrucción del si mismo más allá de la pérdida de roles, así como la creación de un nuevo sentido vital. Un enfoque terapéutico basado en el autoconocimiento y en el aprendizaje interpersonal que puede ofrecer una inestimable ayuda a personas que luchan día a día por seguir adelante a pesar de sus circunstancias.

A continuación, algunos testimonios reales de pacientes con dolor crónico y fibromialgia que expresan su experiencia al recibir ayuda psicológica en estos programas terapéuticos, tanto de modo individual como grupal.

M.P.C. 41 años.

“La terapia me ha enseñado a deshacer los nudos que la mente va creando por el dolor crónico y que nos convierte en personas que tendemos a aislarnos de los demás, ya que echamos mucho de menos lo que éramos y hacíamos antes. De repente ya no estaba sola en este camino y día a día, con la terapia, nos hemos ido descubriendo a nosotros mismos. Mi familia está muy agradecida y el cambio ha sido muy positivo. La terapia me ha abierto la mente para intentar seguir aprendiendo modos, posibilidades o maneras de sufrir menos.”

R.D. 46 años.

“Un accidente laboral cambió mi vida para siempre. Un dolor neuropático con unas crisis que me mortificaban hasta el punto de acudir en muchas ocasiones a urgencias pidiendo que me cortaran la pierna. Psicológicamente han sido años muy duros. Acudí con cierto escepticismo a la terapia de grupo, y tras las primeras dos sesiones, estuve a punto de dejarla. Sin embargo, conforme avanzaron la sesiones, me sentí mejor. Creamos un vinculo y un apoyo muy importante y ha supuesto un cambio para mi. Un cambio que supone dejar de reconocerte como eras antes y tener que adaptarte a una nueva vida.

Ahora me doy cuenta, de que hubiera sido muy importante haber recibido ayuda psicológica de este tipo hace años y que debería ser algo integrado en las propias clínicas del dolor. Sin embargo, por desgracia, estamos viendo recortar en recursos y, al menos en nuestra comunidad autónoma de Aragón, peligra seriamente la estabilidad de las clínicas del dolor. Creo que las personas que sufrimos esto, deberíamos luchar por ello.”

G.S.J. 52 años.

“Cuando me diagnosticaron fibromialgia llevaba años luchando contra mi misma, intentando enfrentarme al día a día como siempre había hecho, pero el dolor y el agotamiento acabaron por destrozarme. Cuanto peor me encontraba, más me esforzaba y eso me agotaba todavía más. Era un círculo vicioso del que no conseguía salir. Juré que la enfermedad no iba a poder conmigo, pero cada vez estaba peor. Ahora me doy cuenta de que estaba luchando del modo equivocado.

No aceptaba lo que me ocurría. No podía aceptar tanta limitación, cuando yo siempre había podido con todo. Me culpaba por ello y la impotencia y la rabia me mataban por dentro. Con la terapia, entendí otra forma de llevar la enfermedad. Dejé de machacar mi cuerpo y de culparlo por no permitirme hacer lo que antes hacía. Me di cuenta de que no había respetado las señales de agotamiento que mi cuerpo llevaba tiempo mandándome. Sigo teniendo malos momentos y la fibromialgia no me ha abandonado, pero ahora tengo una vida, he dejado de luchar contra mi misma y contra mi cuerpo. Para mi ha sido un antes y un después.”

M.J.R. 49 años.

“En los grupos he conocido a gente maravillosa, con el mismo o parecido problema que yo. Me han comprendido, y dado animo y fuerza para seguir luchando. He aprendido a conocer aspectos de mi misma, a intentar no ser tan autoexigente, a aceptarme tal como estoy ahora.”

S.N. 51 años.

“Con la terapia me di cuenta de que mi sufrimiento abarcaba mucho más que el dolor. El dolor era probablemente el origen, pero alrededor de él estaba la frustración, la impotencia, el sentimiento de haberlo perdido todo. No veía más allá, cualquier aspecto positivo de mi vida estaba absolutamente cegado para mi. Cuando abres los ojos, ves que hay otras cosas por las que luchar y que tu vida sigue ahí, aunque sea de forma diferente.”

P.P. 39 años.

“Sufrí un accidente que me destrozó la pierna y me dejó con este dolor. Además me supuso una gran pérdida, al tener que dejar mi profesión de bombero. En las sesiones de grupo, he encontrado a personas con patologías parecidas a la mía y hemos hecho una gran familia de apoyo.

Nos entendemos, y eso es fundamental para nosotros porque ni siquiera nuestras familias son capaces de entender lo que supone vivir con un dolor crónico. La terapia me ha ayudado a llevarlo mejor y a entender lo que supone hacer un alto en el camino para empezar de cero en otra situación de vida.”

A.A. 30 años.

“Después de muchos años he podido reconocer y ponerle nombre a todo lo que he pasado. He sido consciente de lo imprescindible y necesario que hubiera sido para mí que alguien me hubiera enseñado a llevar y sobreponerme al dolor, en vez de haberme equivocado tanto, hacerme más daño y caer en un pozo cada vez más hondo. Y no sólo yo, también los de mi alrededor lo hubieran necesitado. Sufren de verme en este estado, con cada crisis y no saben cómo actuar, porque al igual que a mí, nadie les ha enseñado.”

M.D.B. 58 años.

“Durante las sesiones, aparecen puntos de vista tan diferentes que me han hecho recapacitar sobre mi misma, el mundo lo veo desde otros ángulos. También surgieron angustias, miedos, algún roce entre nosotros por diferentes motivos. Ese tipo de cosas me hicieron sentir violenta en alguna ocasión pero sirvieron para aprender y no fue la tónica general.

Puedo asegurar que para mi ha sido muy importante recibir esta terapia. El ser humano es un todo y según te enfrentas a la enfermedad, tus sensaciones dolorosas cambian.

Es importante ¨lo que te pasa¨ pero no es menos importante ¨como te enfrentas a lo que te pasa”. He aprendido a no actuar siempre de una determinada manera que me hacía sentir culpable. Ahora ya pongo mis limites y la relaciones mejoran. Ya no espero que sean los demás los que cambien, sino yo.”

F.C. 48 años.

“Después de veintiséis años de enfermedad con más de treinta operaciones y dieciocho años acudiendo a la Clínica del Dolor, me propusieron asistir a una terapia de grupo con otros pacientes que sufrían dolor crónico. Sigo conviviendo con el dolor, pero ha mejorado mi autoestima y me ha servido para conocer a personas que están pasando por lo mismo que yo y te entienden a la perfección.

Con este sufrimiento te sientes en muchas ocasiones sola e incomprendida, no lo puedes decir ni a tu propia familia porque no quieres que sufran. Te callas, pero tu necesitas sacarlo Es durísimo vivir con el dolor todos los días, pero todavía es peor no poder desahogarte y en las sesiones todos nos entendemos y desahogamos.”

M.J. 23 años.

“El grupo es una red de apoyo de personas que viven situaciones parecidas a las tuyas, entendiéndonos entre nosotros sin tener que dar explicaciones. Durante la terapia he aprendido a conocerme mejor a mí misma, a mostrar mis vulnerabilidades, a quererme más y ser lo más feliz posible con las dificultades que la vida nos da.

Pero, sobre todo aprendí a no olvidar que yo tengo las herramientas para luchar día a día. En mi humilde opinión, veo muy necesarios este tipo de tratamientos complementarios a los farmacológicos ya que, poder llegar a una aceptación y ser capaz de vivir con dolor, es un trabajo de cuerpo y mente”.

M.P.H. 44 años.

“Considero que la terapia en grupo nos ayudó a todos. Cada uno de nosotros estábamos en un momento diferente de aceptación y los procesos vividos de cada uno servían de muleta a la vez que de espejo. Indudablemente fue enriquecedor. Para mí ha sido crecer, compartir, mejorar aspectos de mi vida cotidiana, autoconocerme a través de los demás, saber que no estamos solos ni somos un caso aislado”.

Más información en la página web: www.psiquiatrazaragoza.net