Se estima que en España hay 200 personas diagnosticadas con Síndrome de Angelman. Desconozco cuántas de ellas son mayores de edad. Dani es veinteañero y un ciudadano activo y ejercerá su derecho a voto, por primera vez, el próximo domingo. Va a un Centro de Día y Ocupacional, y con los apoyos necesarios hace desde prácticas laborales a actividades lúdicas o artísticas, también requiere terapias y estimulación y, como a todos, algunas tareas le gustan más que otras. Como a todos hay cosas que se le dan mejor y peor, y como todos necesita un entorno seguro, respeto y oportunidades para desarrollarse y crecer personalmente. No le gusta que den por hecho cosas que no le han preguntado, aunque no siempre pueda o sepa responder. Es una persona con sus peculiaridades, como todas, un ciudadano más, que forma parte y aporta a esta sociedad.

Que Dani pueda votar a algunas personas les resulta casi más raro que la rareza de su síndrome poco frecuente. Principalmente, porque es evidente que hay decisiones que no puede tomar por sí mismo, y necesita de sus tutores, en este caso, sus padres, para que velen por sus intereses. Algo que sus padres hacen con convicción y toda la energía reivindicativa que hace falta desde hace más de veinte años.

Aunque no habla, Dani siempre ha tenido voz. Con su esfuerzo personal sabe hacerse entender con sus expresiones de agrado o desagrado, sus gestos aprendidos o inventados. Y con la ayuda de su entorno y el apoyo de un sistema público socialmente responsable, sus padres se preocupan y ocupan de atender sus necesidades y de proteger sus derechos, con la implicación de sus amigos, su familia, su centro especializado y las cuidadoras y cuidadores que lo asisten en su desenvolvimiento diario.

Este domingo estrenará también su derecho a voto. Irá preparado, en casa se ha debatido al respecto, y en su centro de Fundación CEDES hasta ha tenido la oportunidad de participar en un simulacro electoral, con urnas y papeletas, jefes de mesa e interventores, para ensayar la experiencia. Porque es un ciudadano activo, y así se le trata y se le respeta. Su voto será tan asistido, como lo son las decisiones para velar por su bienestar diario o por garantizar su asistencia y cuidado el día de mañana, cuando sus tutores ya no puedan ser papá o mamá.

Su voto será el de un joven consecuente con su diversidad y tan representativo como el de los jóvenes de su edad. Jóvenes que votarán, algunos con convicción, otros con desgana, otros incluso no se molestarán en ir a las urnas. Los “campeones”, como ahora gracias a la imprescindible película de Javier Fesser nos gusta llamar a las personas como Dani, votarán o no, igual de diversamente, con los medios de apoyo que requieran que, en función de su grado de autonomía, para algunos será la asistencia de sus tutores y para otros su propia capacidad de autogestión.

Como todos los grandes cambios, ha sido necesario recorrer un largo camino y abrir muchas mentalidades para conseguir suprimir barreras que impedían votar a parte de los ciudadanos. La Convención Internacional sobre los derechos de las personas con discapacidad, que entró en vigor en España en 2008, conmina al Estado a garantizar el derecho al voto en igualdad de condiciones para todas las personas con discapacidad, entre otras formas de participación política y pública. En octubre de 2018, el Congreso aprobó, y subrayemos que por unanimidad, la reforma de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General que permitirá votar a 100.000 personas con discapacidad intelectual, enfermedad mental o deterioro cognitivo. España es el octavo país de la Unión Europea que da un paso al frente para no aplicar restricciones por razón de discapacidad a la hora de votar. 40 años después de la aprobación de la Constitución española, Dani va a vivir un momento histórico y lo sabe, porque en casa se nota y se celebra y le acompañaremos con emoción y responsabilidad a ejercer su derecho de sufragio activo.