El sistema emocional humano ha sido relacionado de forma reduccionista con la supervivencia. Es cierto que sentimientos como el miedo o la ira nos protegen de peligros y hacen que hayamos podido llegar hasta le época actual. Perpetuamos la especie desde nuestro cuerpo y desde nuestras emociones. Sin embargo, con el paso de los siglos, las emociones fueron uniéndose también a nuestra vida social o sentimental, así como a la interior.

El abanico de emociones que sentimos es amplio, como también lo es nuestro día a día. Una de las formas de categorizar este abanico es a través de la atribución en polos a los sentimientos. Se considera así que las emociones son positivas o negativas. No porque unas sean buenos y otras malas, sino por cómo son vividas y los resultados que de ellas se derivan. Unas nos abren, nos acercan a los demás, y otras nos protegen o nos encierran. El optimismo o la esperanza son vividas de forma positiva y la desesperanza o la desidia como negativas. Sin embargo, aunque parezca que algunas deberían ser suprimidas, nos ayudan a crecer y desarrollarnos, pero lo que sí deberíamos evitar es su exceso o su inadecuación a las situaciones donde aparecen.

MALESTAR EMOCIONAL

El número de emociones que llegamos a sentir difiere según los autores. Robert Plutchik identificó ocho básicas mientras que Paul Eckam, en origen, identificó seis, aunque más tarde añadiría el desprecio a la lista. El Metamodelo de Análisis Transformacional, por su parte, también identificaría seis: tristeza, miedo, ira, orgullo, alegría y amor. Esta última emoción no suele estar incluida en los sistemas tradicionales, ya que parece no poder medirse de forma exacta a través de nuestras expresiones faciales.

Normalmente las teorías giran en torno a unas básicas que, al relacionarse, derivarían en otras más complejas y elaboradas, como la vergüenza, la ansiedad o la culpa. Esto va haciendo que, aproximadamente, acabemos llegando a experimentar un total de 270 emociones, muy lejos de las que podrían sentir el resto de animales.

Nuestras emociones tienen una función básica que, con el paso de los años y la experiencia, acaba siendo modificada. Acaba apareciendo una mala gestión y una desadaptación. La emoción lejos de ayudarnos, como lo hacía en nuestros primeros años de vida, puede ser distorsionada y nos acaba perjudicando. Esto no implica que realmente lo que sentimos sea falso, simplemente no nos ayuda, como cuando sentimos alegría en una situación de peligro, llevándonos a la temeridad.

¿QUÉ EMOCIONES NO NOS AYUDARÍAN A SER FELICES?

1. Miedo

El miedo aparece en los modelos tradicionales como una emoción básica. Es totalmente instintiva y sin ella no habría supervivencia. Sin embargo, acaba siendo desadaptativa cuando se eleva demasiado, ya que nos bloquea, o cuando aparece en el momento equivocado, como cuando debemos dar una exposición ante un grupo de personas. Es la emoción de la seguridad y, como tal, únicamente nos resulta útil en momentos que amenacen realmente nuestra integridad.

2. Culpa

La culpa puede ser entendida como la sensación de malestar que aparece al tener la responsabilidad de que haya ocurrido algo negativo. Pero no siempre es así. Nos impide avanzar cuando nos paraliza y nos convierte en víctimas. Dejamos a un lado el control y no hacemos nada por reparar el daño, en el caso de que sea posible. Y, cuando no es posible, solo debemos aceptar y dejar atrás.

3. Vergüenza

La vergüenza aparece cuando sentimos que nuestra imagen se está viendo comprometida. Sin embargo, esto no siempre es real, ya que la imagen que creemos estar proyectando puede estar intacta o no estar realmente siendo amenazada. Hablar en público, entrar en una sala llena de personas o caernos suelen provocar esta emoción, la cual no es sentida por todo el mundo, ya que existe una percepción subjetiva de la realidad.

Las emociones son el resultado de todo nuestro entramado cerebral en conjunción con la experiencia que vivimos. Nos ayudan a desarrollarnos, crear entornos de seguridad y relacionarnos de forma profunda con los demás. Nos alejan del malestar y nos acercan al bienestar, siempre y cuando sean adecuadas a la situación y aparezcan en su justa intensidad.