La autoestima se consolida como el pilar sobre el que se establece toda nuestra existencia. Se tiende a considerar algo estable y que influye sobre las demás áreas de nuestra vida. Sin embargo, se modifica a lo largo de nuestra vida, como un estado acumulativo de todo lo que vivimos, aprendemos o escuchamos. Se alimenta de la educación que hemos tenido, de la cultura en la que nos hemos criado o de las parejas que nos han ido acompañando. Se modifica a lo largo de los años, y de la misma forma que se fortalece, también se debilita. Es un elemento flexible que se puede trabajar. Además, la forma de relacionarse con otros aspectos, como nuestras emociones o nuestras habilidades sociales es bidireccional. Por ejemplo, si una pareja tóxica nos debilita la autoestima, también puede ocurrir al revés: aumentar nuestra autoestima nos protegerá de personas que nos hagan daño.

Para que nuestra autoestima funcione a un nivel óptimo, no solo se debe trabajar con dinámicas especiales que la refuercen, sino que se deben marcar unas reglas, una especie de mínimos que siempre deben estar presentes en nuestra vida y que nos aseguren mantenernos firmes en el valor más importante que es querernos a nosotros mismos.

QUERERSE A DIARIO

Nuestra autoestima sufre oscilaciones constantes, aunque no seamos siempre conscientes de ello. De hecho, a lo largo de un mismo día puede bajar o subir. Cuando se trabaja de forma directa sobre ella, vemos que no solo aumenta en ese instante, sino que, con el paso de los días, irá subiendo el nivel medio de amor y respeto que nos profesamos. De esta forma, aunque sigan existiendo malos momentos, tendremos una mejor actitud para enfrentarnos a ellos y podremos ampliar el foco a la hora de buscar soluciones o alternativas.

Si nos fijamos un decálogo para nuestra autoestima y trabajamos diariamente sobre ello, nuestra autoestima irá creciendo de forma paulatina hasta alcanzar unos niveles que hagan que nos respetemos, nos queramos y nos valoremos, y esto influirá en cómo nos relacionamos con los demás.

1. Evita las comparaciones

Establecer que algo sea mejor o peor generará siempre emociones negativas, ya que, por estadística, siempre habrá alguna persona que destaque por encima de nosotros.

2. Rompe el bucle de pensamientos

Los pensamientos obsesivos y las discusiones que tenemos dentro de nuestra cabeza ponen el foco únicamente en aquello negativo que hay.

3. En lo bueno y en lo malo

Aceptarse a uno mismo es especialmente fácil con todo aquello que nos gusta, pero también debe hacerse con las cosas que querríamos cambiar.

4. Tu mejor amigo

Trátate con el respeto, la compasión y la paciencia con la que tratarías a tu mejor amigo, siempre buscando su bien.

5. Fortalezas personales

Centrarnos en todo aquello que nos hace especiales, con los que disfrutamos y potenciarlo nos generará mayor bienestar. Encuéntralo.

6. Cuida lo que dices

Evita la desvalorización propia y ajena. No dediques tiempo a criticarte o juzgarte. Solo te quemará energía.

7. Vuelve a ti

Busca cuáles son tus valores, sé fiel a ellos y en base a eso construye lo que quieres y lo que esperas de la vida.

8. Escoge el camino

Poner el foco en nuestras metas nos ayuda a decidir hacia dónde queremos ir y sentir control sobre nuestra vida.

9. Confía en tus herramientas

Contamos con un repertorio que nos ayuda a enfrentarnos al mundo, aunque no siempre. En esos momentos, busca ayuda y ten fe en que sabrás hacerlo.

10. Eres tu prioridad

Para poder ayudar a los demás, debemos estar bien nosotros mismos. Es nuestra prioridad por encima de todo.

La autoestima es dinámica, lo que nos permite llegar a reforzarla tanto como nosotros queramos. Pero para eso debemos ser conscientes de que, si no se trabaja, seguramente ella misma se vaya reduciendo, ya que nos olvidamos de nosotros mismos.