Mi experiencia con las reuniones de antiguos alumnos se limitaba a lo visto en todo tipo de películas y series de tv. El referente, por tanto, no era el mejor del mundo, ya que en las películas esas reuniones nunca salen bien ... Las diferencias en la infancia se veían multiplicadas... y aunque en nuestros colegios las chicas monas no son cheerleaders ni los chicos fuertes jugadores de fútbol americano, no negaré que a la ilusión por la invitación se juntó algo de vértigo. Repito: Mi referente de las reuniones de alumnos estaba algo distorsionado. Nunca fui la popular de clase. Ni siquiera pensé que sería recordada, y en cambio... ahí estaba la invitación en el teléfono. Reencuentro de alumnos 25 (para algunos casi 30...) años después.

Y llegó el día. Algunos han mantenido un estrecho contacto durante todos estos años... Otros, exiliados y expatriados, no nos hemos visto durante varias vidas... Cada uno aparcó por unas horas su presente para acudir a la cita con su pasado, y quizás con sus fantasmas, porque todos sabemos que los fantasmas viven allí, en el tiempo de lo que fue y que ya pasó. Durante unas horas, cada uno olvidó su historia, sus triunfos y sus fracasos... lo que ha salido bien, lo que ha salido mal y lo que no ha salido. Durante unas horas dejamos de ser unas profesiones para convertirnos en nuestros apellidos (esa maravillosa costumbre de llamarte en el colegio por nombre y primer apellido...) o nuestros apodos. Y ver a un hombre hecho y derecho de 43 llamado por un apodo de cuando tenía 7 años no deja ser una maravillosa desincronía. Las chicas monas se habían convertido en mujeres estupendas, y los chicos ( fuertes o no..) en hombres atractivos. Yo siempre digo que dentro del que somos vive el que fuimos, y sacarlo a pasear de vez en cuando es recomendable y necesario.

Mi experiencia profesional me enseña que mucha gente vive con exceso de pasado en su mochila existencial. Y me enseña también que el pasado que recordamos poco tiene que ver con el pasado que vivimos. Por eso, es paradójico ver cómo la exposición a un pasado recordado es peligroso y en cambio, la exposición a un pasado “real”, materializado en forma de antiguos compañeros es necesario y diría que hasta terapéutico, porque te recuerda algunas de las cosas que te definían, pero que (quizás) perdiste por el camino.

Para mí, ese encuentro ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado este año. Y aunque por diferentes causas (geográficas principalmente, y “demográficas” también....) no asistieron todos los que fuimos durante aquellos años, si estuvieron todos los que pasamos por el colegio en aquella época. Algunos no pudieron venir, pero todos fueron recordados con honestidad y con cariño.

Asumo que si nos juntáramos constantemente esta “energía” se perdería. Acepto que lo que es excepcional y extraordinario tiene un especial efecto en nuestras vidas. Pero creo que también es necesario recordar que muchas veces es en quien hemos sido donde están las pistas para sobrellevar los retos futuros.

Ahora, muchos de aquellos niños somos los padres de otros niños que dentro de unos años irán a una cena de antiguos alumnos a reencontrarse con sus compañeros. A ninguno nos sorprende la mirada honesta, sincera, y rotunda de un niño (no “perdonan” nada porque todo lo perciben...) así que creo que no debería sorprendernos sentirnos reconocidos en la mirada de quienes compartieron con nosotros todas esas “primeras veces” que nos construyen.

Antiguos o no (todavía nos considero jóvenes...) el reencuentro con lo que ha sido, en una pequeña dosis, es un requisito necesario para “resetearse”. Es cierto que somos lo que somos y somos también las cosas que nos pasan. De hecho yo diría que también somos lo que no nos pasa... y como los gatos, también tenemos varias vidas ... En esas vidas coexistimos con los viejos amigos y con los nuevos conocidos, que se convertirán a su vez en amigos, o no. No debemos vivir con exceso de pasado ni con exceso de futuro. En el pasado viven los fantasmas y en el futuro la incertidumbre. Con quedarnos en lo que está siendo es suficiente. Y si en ese gerundio hacemos sitio a aquellos que nos devuelven una mirada honesta de nosotros mismos, las cosas serán menos difíciles.

Gracias a todos, amigos. Fue un placer.