Desde el pasado martes decenas de activistas se turnan para tratar de evitar (o retrasar o hacer ruido para concienciar) el derribo del conocido como Forn de la Barraca, una construcción centenaria en plena huerta de Alboraya, expropiada para ampliar la V-21, la llamada autopista de Barcelona por ser la puerta norte de Valencia.

Esta infraestructura y otras como el acceso norte al Puerto, una plataforma para el AVE (ambas en estudio) y un nuevo plan urbanístico del propio pueblo hacen de este municipio, histórica despensa de la capital valenciana, el campo de batalla entre el crecimiento a gran escala y la sostenibilidad de la alimentación de proximidad o el respeto a un paisaje histórico. Alboraya es un ejemplo paradigmático, admite Marc Ferri, del colectivo Per LHorta.

El debate llega en un contexto de declaraciones de emergencia climática y tras estrenar Valencia un centro de la FAO para potenciar la alimentación sostenible. Pero también con una huerta sin apenas relevo generacional y cada vez más centrada en la chufa, por ser el tubérculo con el que se hace la horchata el único cultivo mínimamente rentable.

Carriles sobre alcachofas

El antiguo horno de leña se ha convertido en un símbolo. Construido en 1906, surtió de pan a toda la zona hasta 1975, cuando lo cerraron por falta de clientela, pues casi todos los vecinos se trasladaron al núcleo urbano. Desde hace años lo decora un gran mural con el lema 'LHorta és vida' junto a una alcachofa con forma de corazón que sangra atravesada por una flecha.

También es un símbolo del trazo grueso de estas infraestructuras porque está en el sentido de salida de Valencia donde nadie recuerda un atasco. Nunca nadie ha dado una explicación a eso, lamenta Ferri. En el sentido de entrada los pequeños embotellamientos se dan sólo en verano, concretamente las mañanas de julio y los sábados y domingos por la tarde. Este sábado Joan Ribó, alcalde de Valencia, aún pedía a Fomento que el tercer carril fuera solo de entrada.

Desde Per L'Horta se oponen a la ampliación en ambos sentidos. Si hay pequeños atascos nos tenemos que acostumbrar. Además Valencia es una ciudad que esta reduciendo el espacio al coche. Vas a atraer coches que luego no vas a poder gestionar, apuntaba Ferri.

El proyecto del Gobierno central, impulsado por el PP en el 2017, suponía la pérdida de ocho hectáreas de huerta productiva (unos 80.000 metros cuadrados). La llegada de partidos de izquierda a los ayuntamientos de Alboraya y Valencia hizo que se pidiera minimizar su impacto. Sin éxito. A su llegada al ministerio, el socialista José Luis Ábalos, rebajó en 18.000 los metros cuadrados expropiados sin alterar el trazado.

Y vías del tren sobre chufas

Desde los colectivos defensores de la huerta creen que lo peor está por llegar. La reciente y celebrada de la ley que regula esta zona de huerta blindó 11.400 hectáreas pero dejó agujeros, zonas de reserva para municipios. El plan urbanístico de Alboraya pretende usar buena parte de los 264.000 metros cuadrados que bloqueó. Es que, o crecemos hacia arriba y eso no puede ser, o sobre la huerta porque estamos rodeados, explica el alcalde socialista Miguel Chavarría. Los que se oponen no discuten los nuevos centros escolares pero sí la ampliación del polígono o nuevas viviendas en los núcleos de playa.

Sin estar descartado, el acceso norte al Puerto en superficie parece haber dejado paso a otras opciones soterradas, pero la gran batalla será la plataforma del AVE. No estamos en contra del Corredor Mediterráneo si es de mercancías que es lo que pide la Unión Europea", dice Ferri. "Pero el AVE está más que demostrado que es insostenible económicamente. Todo esto no tienen ningún sentido en un contexto de emergencia climática, apunta.