Las relaciones se basan en una serie de pilares indispensables que llevan al bienestar mutuo, el apoyo y el amor. En ese proceso de búsqueda se crean unas dinámicas y un vínculo determinado, que depende de cómo cada persona es a nivel personal y de cómo se comporta con el otro. Se ve influido por el tipo de relaciones que ha visto en personas cercanas, como sus padres, o en las parejas que ha mantenido a lo largo de su vida. Son esquemas aprendidos y que no siempre llevan a un buen funcionamiento.

Una de las malas dinámicas que se asumen dentro de una relación es la dependencia emocional, donde uno de los miembros siente que no puede vivir sin la presencia del otro, requiriendo su atención y creando una ambivalencia entre la necesidad de depender y la frustración cuando se da cuenta de ello. Se crea un círculo vicioso en el que ambas partes salen perjudicadas y suele acabarse cuando la parte menos dependiente se siente asfixiada y decide poner punto final. La otra persona siente abandono y retroalimenta su dependencia emocional que se proyectará en posteriores parejas y consigo mismo.

PELIGROS

La dependencia emocional surge cuando una de las partes, o las dos a la vez, sienten una insatisfacción y un vacío que intentan compensar con su pareja. Pueden llegar a vivir del otro, focalizando toda su vida en la pareja y dejando de lado otras áreas de su vida. Esta situación no es realmente buscada a nivel consciente, aunque con el paso del tiempo se acaba viendo lo que ocurre, sin que ya se sepa poner freno. La autoestima y una mala autorregulación emocional se ven implicadas, siendo tanto causas como efectos de dicha dependencia.

Cualquier tipo de relación, no solo de pareja, puede verse afectada por esta disfuncionalidad y sus efectos negativos alcanzan a la persona llegando a crear un patrón del que no se puede escapar. Cuando una persona comienza a depender emocionalmente de otra, lo que acaba sufriendo a nivel psicológico es lo siguiente:

1. Relaciones desequilibradas

Se establece una rutina en la que nunca hay un equilibrio, ni a nivel práctico ni teórico. Esto afectará a relaciones futuras y puede haberse vivido ya en el pasado. El dependiente siente ese desequilibrio porque, en muchas ocasiones, pide imposibles a la pareja o cosas que ni siquiera son sanas cumplir.

2. Montaña rusa

Existen puntos en los que la relación está muy bien y otros en los que todo es muy negativo. No siempre es real, sino que puede ser debido a la propia dependencia, pero en muchos casos se llega a provocar los enfrentamientos o las rupturas, ya que el periodo de reconciliación que viene después crea sensación de bienestar de forma adictiva.

3. Baja autoestima

La autoimagen, el reconocimiento propio o el amor hacia uno mismo está deteriorado. Muchas veces es anterior a la pareja, pero con la dependencia va en aumento. La persona no logra estar bien consigo mismo y busca en el otro satisfacer las necesidades que por sí sola no logra.

4. Ansiedad

Se vive en un estado de permanente estrés con miedo al abandono y a un futuro que ve venir donde el otro le va a abandonar. Este miedo al abandono es el que acaba haciendo que haya realmente una ruptura, ya que la dependencia aumenta y también el rechazo de la propia pareja.

La dependencia emocional se ve alimentada por un mal aprendizaje en la forma de gestionar las relaciones de pareja, mitos sobre el amor y una base de autoestima dañada. Es un problema que tiende a perpetuarse y crecer, donde la persona no sabe cómo gestionarlo, pero sí ve que las consecuencias cada vez son más graves.

* Ángel Rull, psicólogo.