"Obedeciendo a una ley irrevocable, la historia niega a sus contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos que determinan su época". Como si a un santo laico le rogara, uno siempre vuelve a Stefan Zweig. Conviene en estos días convulsos, donde se barrunta la eclosión de lo nuevo, sin que eso sea sinónimo, por primera vez en décadas, de algo mejor, repasar las palabras del escritor austriaco en 'El mundo de ayer' (Acantilado).

La cita de Zweig hacen referencia a cómo la intelectualidad y la clase política de la Alemania de la República de Weimar se tomaron a broma las "extrañas maniobras nocturnas" de los seguidores de cierto loco que se dedicaba a dar mítines en cervecerías de Múnich. Se pregunta el escritor si las autoridades "¿Dormían o simplemente cerraban los ojos? ¿Consideraban que era un movimiento de poca importancia o a escondidas fomentaban su expansión? Sea como fuere, incluso los que apoyaban de tapadillo al movimiento, más tarde se estremecieron ante la brutalidad y rapidez con la que echó a andar".

Y así, aunque las señales de alarma se multiplicaban, "todavía no nos dábamos cuenta del peligro": los intelectuales se burlaban de aquel histriónico, y los grandes periódicos democráticos "en vez de prevenir a sus lectores, los tranquilizaban todos los días diciéndoles que aquel movimiento [...] se derrumbaría al día siguiente o al otro".

Los pasajes que Zweig dedica a la República de Weimar y al ascenso del nazismo tienen un excelente reflejo gráfico en la trilogía 'Berlín' (Astiberri) del dibujante estadounidense Jason Lutes. Allí se ve cómo la sociedad alemana, machacada tras la derrota en la Gran Guerra, trata de levantar cabeza. Y aunque hay cierta apariencia de normalidad, incluso de euforia en la babélica Berlín, la miseria de la clase trabajadora y el temor de la burguesía acomodada son caldo de cultivo para que se busquen soluciones fáciles... En este contexto, quien más grita tiene las de ganar. Mientras, los personajes principales de esta novela gráfica, el periodista Kurt Severing y la estudiante de arte Marthe Müller, son testigos de cómo el mundo se derrumba y de cómo la gente que quiere vivir en paz es incapaz de hacerse oír entre el ruido para prevenir del desastre.

Un poco más adelante en la Historia nos lleva Émile Bravo y su 'La esperanza pese a todo' (Dibbuks), una monumental obra que constará de cuatro álbumes, del que se acaba de publicar el primero en España. Bravo, hijo de exiliados españoles e impregnado de una profunda visión humanista, retoma su versión de Spirou y Fantasio, los grandes héroes del cómic belga, para retratar cómo la gente corriente vivió la ocupación nazi de Bélgica. Aquí, Spirou es un ingenuo sorprendido por la vileza humana, que a base de golpes va dejando atrás su inocencia, sin perder en el camino sus valores. Fantasio, por su parte, se preocupa simplemente por mantenerse a flote; puede llegar a parecer mezquino, pero en realidad es bastante humano: mientras él pueda tirar, la vida sigue. Sin embargo... ¿hasta cuándo podrá cerrar los ojos ante la barbarie?

En estos días de zozobras, y aunque lo fácil sea hacer como Fantasio y mirar para otro lado, sumergirse en estas lecturas ayuda a que, entre la maraña de memes que pueblan nuestras redes sociales y con los que tratamos de quitar hierro al asunto, atisbemos mejor las peligrosas corrientes de fondo que recorren nuestra sociedad.