Cada persona, a medida que crece y se desarrolla, va escogiendo el lugar que ocupa en su propia vida, respecto a los demás, en función de sus prioridades. Las diferentes formas de hacerlo dependerán de la educación recibida, las emociones dominantes o las experiencias acumuladas. Algunos saben que ellos mismos tienen que estar en el centro, aunque se exceden y los demás quedan muy lejos, mientras que otras personas siempre ocupan un segundo o tercer puesto. El narcisismo, la intolerancia o la abnegación son polos de una misma línea, en la que no existe un equilibrio en las relaciones y donde nos colocamos como personas que invaden o que no saben poner sus propios límites. Nuestros esquemas mentales acaban construidos en base a esta idea y es complicado que sepamos salir de ella.

Nuestra sociedad se orienta cada vez más al propio crecimiento individual. Las relaciones de pareja han dejado atrás los mitos del amor romántico y conocen la importancia del espacio y el tiempo personal. En el trabajo, la familia o la amistad también se va dando importancia al "egoísmo razonable", al sabernos colocar en un primer lugar en nuestra propia vida, para ya después podernos dedicar a los demás, aunque no siempre sabemos, especialmente cuando llevamos años haciéndolo mal. Deconstruir esto nos hará sanar nuestras emociones, podernos cuidar y estar mejor para tener relaciones más equilibradas con los demás.

ESCUCHARNOS

Contamos con una brújula que nos indica si las cosas están saliendo como nosotros querríamos, si se ajusta a nuestros valores o si estamos bien con los demás. Las emociones marcan el camino correcto y suelen desajustarse en muchos momentos. Cuando caemos en la entrega desmesurada a los demás, desde el sacrificio y desde dejar de lado nuestras propias necesidades, no nos encontramos plenos. Existen momentos donde vemos que nuestra rabia explota o que sentimos apatía. No son hechos aislados sino señales de nuestro interior que deben ser escuchadas. Toda emoción tiene una función y puede ayudarnos a buscar aquello que sí nos acabará haciendo estar bien.

Cuando una persona empieza a colocar a los demás delante de sus propias necesidades, deja de lado su propia vida y establece que los otros siempre estarán primero. Un sistema educacional y cultural que, aunque interiorizado, no es realmente aceptado. Ni es sano ni queremos estar con él, pero tampoco sabemos hacerlo de otra forma. Sin embargo, siguiendo unas pequeñas pautas, podemos empezar a construir un modo de vida desde el "egoísmo razonable", siendo nosotros el centro de nuestra propia vida:

1. Barreras

Lo primero que nos encontramos cuando queremos anteponernos a los demás, son nuestras propias barreras. Se establecen en el miedo y en lo vivido. Creemos que, si no nos entregamos, si empezamos a poner límites, los demás nos dejarán de lado. Esto no siempre ocurre y, de ocurrir, no estaremos viviendo una pérdida real.

2. Necesidades

¿Qué es lo que necesitas para estar bien? ¿Qué es lo que te apetece hacer? Escucharte a ti mismo comienza por dar valor a aquello que piensas, sientes y necesitas.

3. Soledad

La soledad es en sí un estado neutro pero que suele asociarse con estados emocionales negativos. Sin embargo, es un espacio para estar con nosotros mismos, hacer lo que nos apetezca u oxigenarnos de los demás.

El "egoísmo razonable" se basa en tres pilares imprescindibles para poder construirlo: elimino mis propias barreras, escucho mis necesidades y uso positivamente la soledad. Es desde aquí desde donde podremos estar mejor con nosotros mismos en primer lugar para después estar bien con todos los demás.

* Ángel Rull, psicólogo.