Esta semana comenzó con la noticia de la muerte de Ulay. Como buen artista (además de 'performance') fue desconocido para muchos, e imprescindible para otros.

Ulay (de nacimiento Frank Uwe Laysiepen) fue especialmente conocido por su vinculación artística y personal con la “mujer de la gran presencia” (así la siento, y así la llamo) que es Marina Abramovic.

Aunque su momento álgido (personal y artístico, otra vez) fue en los 70 y los 80, tuvieron un momento incomparable en 2010, con la 'performance' de Marina llamada 'La Artista está presente'.

Pero viajemos un poco en el tiempo: En 1988, Marina y Ulay (todavía pareja) realizaron su última 'performance'. Cada uno fue a un extremo de la Gran Muralla China y caminaron el uno al encuentro del otro, para, una vez juntos, abrazarse y con un Adiós al unísono, separar sus caminos para siempre.

O al menos, hasta 2010. Ese año, Marina Abramovic realizó una 'performance' en el MOMA de Nueva York en la que estuvo sentada, en una silla, apoyada en una mesa, durante al menos 700 horas. Los asistentes podían sentarse delante de ella, los minutos que quisieran, mirando a los ojos a la artista; sintiendo a la artista, conectando con ella.

La 'performance' fue documentada. Y entre miles y miles de asistentes que conectaron con la artista, que se sentaron delante de ella y le mantuvieron la mirada, hubo un momento muy especial y único: Su reencuentro con Ulay.

Esos minutos de conexión y reencuentro son, para mí, escalofriantemente bellos y humanos, y que de algún modo, nos pertenecen a todos.

En una gran parte de mis clases pongo este vídeo cómo una forma de hablar de la presencia terapéutica, y a pesar de llevar ya diez años compartiéndolo con mis alumnos, me sigue emocionando cada vez lo que veo.

Me consta que es un vídeo que de forma periódica reactiva su viralidad, y no me extraña, porque creo que dentro de todos nosotros hay un Ulay, una Marina, que un día, se reencontrarán, y que sin palabras, solamente con la mirada y quizás algún suspiro tímido, pondrán orden a su desorden.

Soy de las que piensan que algunas historias del pasado se quedan ahí, en lo que ya ha sido... pero creo también que algunas historias de las que nos construyen no se quedan quietas, si no que un día, en el presente - en este presente- necesitarán ser reordenadas y reubicadas. Y es ahí dónde el “Ulay de nuestra vida” o la “Marina de nuestra vida” se activan.

Me atrevo a asegurar que todos tenemos un eslabón sentimental perdido; una historia no vivida, o no consumada, platónica; quizás una historia que acabó antes de tiempo, o que no tuvo su propio momento, que no llegó a arrancar. Al fin y al cabo, que en esto del amor se den las mismas coordenadas espacio-tiempo en dos vidas es realmente improbable. La vida está repleta de caminos no elegidos, y en cada uno de esos caminos, hay una vida no vivida.

Es posible que leyendo estas líneas hayas tomado conciencia de alguien de tu pasado a quien te gustaría “recuperar”, quizás “reactivar”. Es posible que pensar en eso te esté poniendo nervioso, o nerviosa, porque quién en su sano juicio, con un presente estable y organizado, va a querer abrir la caja de Pandora y revolucionar la existencia de tantas personas. En realidad, la buena noticia es que no tienes por qué hacerlo. Solamente tomar conciencia de quién es tu eslabón sentimental perdido (al menos en este momento de tu vida) te dará material suficiente para recordar quién eres. Porque es en la nostalgia de lo que no fue, dónde está la respuesta a lo que nos gustaría ser.

Feliz Reencuentro.