Nuestro encierro obligado -¡maldito coronavirus!- apenas nos permite escapar a través de las ventanas. Escapar metafóricamente, claro... salvo para unos vecinos míos que han decido salir por la ventana al tejado a tomar el sol. Ventanas reales, aquellas que ofrecen bien tristes paisajes de patios interiores, bien vistas a calles y avenidas, e incluso zonas verdes, según la mejor o peor fortuna y posición de cada uno. Otra cosa es en el mundo rural, donde muchas casas tienen corrales que otrora eran morada de gallinas, tocinos y conejos y ahora sirven de lugar de esparcimiento de humanos. Las otras ventanas a las que nos asomamos, claro, son las televisivas y digitales.

A través de ellas nos podemos asomar a lo que hoy, extrañamente, parecen tiempos mejores. Y es que las plataformas digitales han recuperado clásicos de la televisión como 'Se ha escrito un crimen' o 'Colombo', agradables e inteligentes ficciones detectivescas que, curiosamente, surgieron en plena Guerra Fría, cuando la humanidad vivía bajo la permanente amenaza nuclear. Resulta entre melancólico y enternecedor ver estas series hoy y, en lugar de prestar atención a las tramas, fijarse en que sus personajes van de aquí para allá alegremente. Encima, como los crímenes intrincados tienen mejor acomodo en ambientes privilegiados, circulan por avenidas lujosas y visitan caserones de aúpa con vistas al mar o al bosque.

Así que uno está felicísimo de asomarse a ese mundo ya lejano, el de los Estados Unidos de los años 70 del pasado siglo, en el caso de la serie protagonizada por Peter Falk (con su ya eterno ojo de cristal), y de los 80, en el caso de las pesquisas de Jessica Fletcher, la detective cuya sola presencia era una muerte anunciada. La perspicaz investigadora estaba interpretada por Angela Lansbury, a la que hay que loar: ha llegado a unos espléndidos 94 años -¡lo que hay visto esta mujer en su vida!-y, oficialmente, no está retirada de la escena.

En lo musical, este confinamiento, que no vacaciones, esta pasando a ritmo de 'city pop'. Aquí la nostalgia impostada remite a los años 80 japoneses, materializados en un estilo de música ligera a través del cual, sin necesidad de entender ni papa de las letras, se filtran imágenes de luces de neón, rascacielos siempre iluminados y furtivas parejas paseando por delante de 'hoteles del amor'. ¡Ah, quién estuviera en aquel Japón aún instalado en su milagro económico, cuando la preocupación no era encontrar trabajo, sino el dónde hacerlo!

Una de las reinas musicales de la época fue Mariya Takeuchi, cuya canción 'Plastic Love', merced al loco algoritmo de Youtube y al 'revival' del 'city pop', lleva, entre los dos vídeos más difundidos con el tema, casi 50 millones de escuchas. La buena de Takeuchi bailaba "en las discos de moda" el "ritmo plástico" y cantaba que "el amor es solo un juego / si lo paso bien, con eso me basta". Bendita banalidad ochentera.

¡Qué tiempo este que nos ha tocado y qué tiempos aquellos que no vivimos pero aún así echamos de menos!