Llega la hora del patio y Marta sale a jugar con sus amigas de clase. Entre risas y gritos alborotados de todos los estudiantes que salen corriendo de sus aulas, Marta nota que algo le golpea la cabeza mientras baja las escaleras. Una bolita de papel. Es Borja, otra vez.

Al llegar al patio, le tira otra, esta vez en la cara. Y se va riendo a carcajadas. Marta no entiende en qué momento ella se ha convertido en la canasta en la que tirar a acertar, así que, molesta, le espeta: “Ay Borja, ¡para ya!”. Pero Borja no hace caso. Y cuando no son bolitas de papel, son comentarios, o bromas, o “cosas de niños”, que dirían los adultos.

Cada provocación de Borja desencadena el pique de Marta, que sigue sin entender por qué es el blanco de las mofas de su compañero de clase. Hasta que una de sus amigas, al verlos discutir, empieza a cantar: “Los que se pelean, se deseaaaan…”. Y al fin Marta lo entiende todo. “Era eso, Borja está por mí, le gusto. ¡Qué mono!”, piensa. Y lo asume: si me hace sufrir, es que me quiere. Caso resuelto.

El concepto de amor en los jóvenes

Si nos paramos a pensar, conocemos muchas frases, dichos y refranes que reproducen el mismo ideal de amor que la anterior: “Quien bien te quiere te hará llorar” o “los amores reñidos son los más queridos”. A nosotros nos criaron con estos mantras, los tenemos tan asimilados que los reproducimos casi sin pararnos a pensar en las connotaciones que conllevan. Pero estas frases no son tan inofensivas como creemos. De hecho, trasladar estas enseñanzas a nuestros hijos e hijas puede tener importantes consecuencias.

Iria Marañón, autora del libro “Educar en el feminismo”, nos advierte sobre este peligro: “Estamos lanzando la idea de que el amor necesariamente está ligado al conflicto, y no es cierto”. Además, también apunta que “trasladar a niñas y niños la idea de que es normal pelearse, puede derivar en que cuando llegue el momento, consientan y normalicen relaciones de pareja conflictivas”.

Respecto a esto, Marina Marroquí, educadora social y experta en violencia de género, también lanza un mensaje de concienciación: “Tenemos que trabajar para desterrar esta idea de que el amor es sufrir y empezar a construir un amor igualitario, para que los jóvenes aprendan a querer de una manera positiva”.

Pero el concepto de amor que estamos enseñando a nuestros hijos e hijas no solo es erróneo en lo que respecta a su correlación con el sufrimiento, sino también por la forma distinta en que enseñamos este concepto a niñas y niños. Iria Marañón nos explica que esto es una realidad, porque “los referentes que reciben las niñas les trasladan la idea de que el amor es una vía de realización personal. Hasta hace relativamente poco, de hecho, era la única vía, ya que las expectativas de vida para la mujer eran casarse y tener hijos e hijas, de esta forma sostenían el sistema”. Sin embargo, no pasa lo mismo con los niños.

Así pues, a pesar de los avances sociales, los niños y niñas siguen aprehendiendo el concepto de amor basándose en el ideal del amor romántico, influenciados tanto por su círculo cercano, como por los estímulos externos: películas, series, libros, canciones…

¿Qué es el amor romántico?

Cuando se habla del «amor romántico», mucha gente no lo suele percibir como algo negativo, sino todo lo contrario; es algo inofensivo, incluso deseable. Al igual que todo lo que calificamos de romántico, aún cuando implica sufrimiento, lo percibimos como bonito.

Sin embargo, el concepto de “amor romántico” describe algo muy distinto. Se trata de una concepción construida social y culturalmente que nos ofrece a los individuos ciertos patrones de conducta amorosa. En otras palabras, las películas, libros, series, etc., que reproducen los ideales del amor romántico nos proveen de determinadas pautas que asimilamos durante nuestro desarrollo: aprendemos qué es enamorarse, asociamos a ese estado unas emociones concretas que debemos sentir, cómo nos debemos comportar, cómo gestionar (o más bien, cómo no gestionar correctamente) nuestras emociones, cómo deben ser las relaciones que formamos… Y todo esto en base a un modelo de amor ya predeterminado.

Marina Marroquí nos cuenta que “la sociedad nos enseña con estos ideales del amor romántico a experimentar o a desear un amor prácticamente tóxico y conseguimos construir una relación de pareja sana, en ocasiones, cuando hemos tenido varias parejas tóxicas y ya sabemos lo que no queremos”.

En la misma línea, Iria Marañón afirma que “todo lo que tenemos alrededor insiste en hacernos creer que el amor romántico es diferente y excepcional con respecto a cualquier otro tipo de amor”. ¿Pero qué caracteriza al amor romántico y lo diferencia de una concepción del amor sana?

Características del amor romántico

El amor romántico está basado en ciertos mitos como el de la media naranja, los celos como muestra de amor o el matrimonio como culmen vital. Como dice Marina Marroquí, “nos enseñan que el amor lo perdona todo y nunca nos enseñan que hay cosas imperdonables, y al final esto crea un caldo de cultivo perfecto para no identificar las primeras señales de violencia de género o de relaciones tóxicas”.

Por lo tanto, algunos de los ‘extras’ que asumimos al adquirir el pack del amor romántico son:

Necesidad de vivir experiencias muy intensas de felicidad o de sufrimiento.

Depender de la otra persona y adaptarse a ella, postergando lo propio.

Perdonar y justificarlo todo en nombre del amor.

Pensar que es imposible volver a amar con esa intensidad.

Creer que el amor lo puede todo.

Entrar en pánico ante la idea de que la persona amada le abandone.

Idealizar a la otra persona y no querer ver o aceptar que pueda tener defectos.

Entonces, ¿cómo enseñamos un concepto de amor sano a nuestros hijos e hijas?

Ahora que tenemos claro lo que es el amor romántico y cuáles son sus peligros, es importante saber cómo educar a nuestras hijas e hijos de forma que asimilen el amor como algo sano, basado en el respeto y que “valga la alegría y no la pena”, como dice Marina Marroquí.

Iria Marañón remarca que “lo más importante es fomentar su capacidad de análisis para que sean críticas y críticos con lo que ven y tienen a su alrededor. Yo soy contraria a prohibir nada, así que si tienen acceso a todo, lo más importante es enseñarles a opinar y tener criterio”.

También añade que es muy importante “hablarles con franqueza, señalar las actitudes machistas, sexistas, los mitos del amor romántico que se presentan como normales… en definitiva, que aprendan a cuestionarse todo lo que tienen alrededor. Además, el ejemplo en casa es fundamental: cómo solucionan sus desavenencias las parejas que tienen alrededor les va a dar la clave de lo que vale y lo que no vale”.

Marina Marroquí apunta, además, que “los padres no pueden parar, pero sí pueden preparar a sus hijos e hijas para un mundo que, por desgracia, asusta bastante». «Sobre todo, es muy importante educar en las tres C’s: comprensión cariño y confianza, para que, pase lo que pase, siempre puedan acudir a vosotros si necesitan ayuda”.

En definitiva, es muy importante que enseñemos a nuestras hijas e hijos que no son ni deben aspirar a ser la media naranja de nadie. Que pueden ser un jugoso (y entero) melocotón, un dulce mango o una rica mandarina. Pero que el amor no consiste en convertirse en una mitad, sino en aprender, juntos, cómo crear una sabrosísima macedonia.