Pasar desapercibido cuando tus vecinos son Irak, Siria, Líbano y Arabia Saudí es una proeza y un respiro para la comunidad internacional. Sin embargo, ha faltado poco para que Jordania no se convirtiera en otro polvorín de Oriente Próximo a raíz de lo que el rey Abdalá II calificó de «sedición». El sábado pasado saltó la noticia de un presunto complot del príncipe Hamza contra el monarca, que es su hermanastro. Ambos son hijos del rey Husein, pero de matrimonios diferentes. Desde hace mucho tiempo se disputan los derechos sucesorios de la corona y sentarse a un trono que, como quien dice, aún huele a nuevo ya que el Reino Hachemí de Jordania solo tiene 75 años de historia.

Para entenderlo hay que retroceder en el tiempo hasta la época de la Primera Guerra Mundial. Entonces las grandes potencias europeas se disputaban el territorio de Oriente Próximo e intentaban debilitar el Imperio Otomano, que era el dominador de aquella región. El tema resultará familiar a quien haya visto la famosa película 'Lawrence de Arabia'. Él fue el encargado de ayudar a los pueblos árabes a sublevarse contra los otomanos.

De emirato a reino

La promesa británica era que una vez terminado el conflicto podrían construir un futuro en libertad sin estar sometidos a controles extranjeros, pero ya se sabe que las palabras se las lleva el viento, y más en el desierto. A la hora de la verdad, Francia y el Reino Unido se repartieron las áreas de Palestina y Transjordania, es decir el territorio situado más allá del Jordán, lo que no hizo ninguna gracia a los autóctonos y se rebelaron.

Cuando los ingleses vieron que la jugada no salía redonda, hicieron gala, una vez más, de sus habilidades en política internacional y crearon el emirato de Transjordania. Delimitaron su territorio con fronteras y le dieron los símbolos necesarios para tener identidad: un bandera, una capital y un emir de la dinastía hachemí, que era la de más influencia en la zona y sobre todo mantenía buena sintonía con Londres, que tutelaba sus movimientos.

Cuando finalmente el emirato de Transjordania se independizó en 1946 se reconvirtió en el Reino Hachemí de Jordania y el emir Abdalá I fue proclamado rey. Cinco años más tarde, en 1951, fue asesinado durante una visita a Jerusalén mientras asistía al funeral del ex primer ministro del Líbano, a quien habían matado cuatro días antes. Parece que ambos habrían sido eliminados al intentar negociar tratados de paz con Israel.

Abdalá I fue sucedido por su heredero, llamado Talal. Debido a los problemas de salud mental que padecía, al cabo de dos años tuvo que abdicar en favor de su hijo Husein. Fue coronado a los 16 años y se mantuvo en el poder hasta su muerte, en 1999, cuando tenía 63. Se casó cuatro veces y tuvo 12 hijos. Los únicos primogénitos varones son los del segundo y cuarto matrimonio. Ahora bien, en teoría le tenía que suceder su hermano Hasán, pero poco antes de morir cambió la ley para que fuera coronado su hijo Abdalá II. Entonces Hamza solo tenía 19 años y quedaba como el segundo en la línea sucesoria. Sin embargo el flamante monarca, al igual que había hecho su padre, lo sustituyó en favor de su propio hijo, nombrado oficialmente príncipe heredero.

Todas estas disputas dinásticas se enmarcan en un contexto de alta volatilidad política marcada por la conflictividad de la zona. Jordania ha colaborado con Estados Unidos en la lucha contra Estado Islámico (EI), lo que ha provocado que los dirigentes de EI señalen a Abdalá como uno de los objetivos a abatir. Al mismo tiempo, el Gobierno jordano ha sido acusado de corrupción y de perseguir a los opositores internos.

Este es el con

texto en el que se produjo la detención del príncipe Hamza el fin de semana pasado, junto con una veintena de personas más, acusados de preparar un complot para derribar el rey. La noticia ha pasado bastante desapercibida a nivel internacional. Seguramente porque las grandes potencias no quieren nuevas chispas en el polvorín de Oriente Próximo.

La cara amable del país

La reina Rania ha tenido un papel clave en el fortalecimiento de la imagen pública de Jordania. Sus acciones humanitarias, en campos como la educación y la atención a la infancia, tanto a nivel local como internacional, le han permitido ganar espacio mediático sobre todo en la prensa rosa y ha sido considerada como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo.