Las comunidades más despobladas de España están descubriendo para su rehabilitación un argumento de peso en su propio vacío. El silencio de todos esos miles de kilómetros cuadrados sin apenas población comienza a escucharse en los despachos de los políticos y en las Cámaras de representantes. Es un sonido sordo, pero clamoroso, un lamento continuo que se agudiza a medida que avanza (dicen) el progreso.

Para solucionar el Aragón o las Castillas rurales, Javier Lambán ha reconocido, lúcidamente, no necesitar muchos más planes o análisis, nuevas reflexiones o consejos. Esta guerra, como Napoléon las suyas, se ganará con dinero.

No le falta razón. Con una clara y urgente mejoría en la financiación autonómica y una adecuación de los usos y ayudas agrícolas debería bastarles, a los Gobiernos autonómicos y al Gobierno central, para avanzar en la solución de la España vaciada.

¿Qué medidas aprobar? A las ya tomadas, mayores y mejores inversiones en las áreas rurales. Desgravaciones fiscales. Igualdad de condiciones en cuanto a comunicaciones y cobertura digital. Recuperación del patrimonio histórico-artístico y puesta en valor de nuevos espacios naturales. Programación y divulgación de nuevas actividades culturales. Mayor protección social y dignificación de los trabajadores del campo… Y, además, estímulo constante a emprendedores y autónomos, ambición e imaginación en las grandes, pequeñas y medianas empresas, y también una nueva mentalidad a la hora de enfocar la economía agrícola porque muchos de los niños y jóvenes nacidos en los pueblos de Aragón siguen ansiando, como su anterior generación, emigrar a las ciudades, impulsados por una suerte de loco sueño o erróneo complejo.

El desdén o la pereza, en efecto, los alejan de cultivar los campos o continuar explotando las granjas de sus mayores. En lugar de profundizar en sus orígenes, prefieren pasar a ser ciudadanos urbanos, globalizados y anónimos, a compartir tendencias en lugar de raíces... Y, sin embargo, en el contacto con el campo y la naturaleza, en la práctica de una nueva agricultura, viticultura o ganadería podrían perfectamente encontrar miles de aragoneses las claves de la felicidad y el éxito económico, social y familiar.

Si hay un Aragón vacío, llenémoslo, mejor que de palabras, con recursos.