Y no, en la noche de San Juan ni se produce el solsticio de verano ni es la noche más corta del año, como se suele decir y pensar. Hubo un tiempo en que fue así, antes de la reforma del calendario impulsada por el papa Gregorio XIII y que desde 1582 fue sustituyendo poco a poco el antiguo calendario juliano (llamado así por ser Cayo Julio César su creador), pasando a usar el calendario gregoriano que rige en la actualidad en la gran mayoría de países del mundo.

Con esa reforma se quiso solucionar las inexactitudes del calendario juliano y eso hizo que el solsticio de verano, que solía producirse entorno al 23 de junio, pasara con la reforma gregoriana a producirse siempre el 21 de junio. Es decir, que si hoy pensabas que esta noche iba a ser la más corta no es así.

Más allá de esta pequeña fake news, como las llaman ahora, la tradición de celebrar aquella noche especial el día 23 de junio quedó arraigada en esa noche aún a pesar de no coincidir ya con el solsticio debido a las tradiciones cristianas que se apoderaron de esta festividad pagana y que la hicieron pasar por la celebración del nacimiento de San Juan Bautista.

Y es que la Iglesia Católica llevó a cabo un largo proceso de adaptación a lo largo de los siglos para salir como vencedora en la competición de ser la única religión posible en Europa. En un comienzo fue una religión perseguida en diferentes etapas en el Imperio Romano y no por el hecho de ser cristianos. La antigua Roma se caracterizó por apoderarse o incluso copiar lo que le gustaba o le podía ser útil de otras culturas y civilizaciones, tanto a nivel arquitectónico, artístico, social, político o legislativo. Y el tema religioso no se quedó atrás. Muchas fueron las deidades extranjeras a Roma y la propia Italia que acabaron teniendo su hueco en el panteón de divinidades del imperio, pero no fue así en un principio con el cristianismo. Esto se debía a que este nuevo culto surgido en Palestina no aceptaba la existencia de otros dioses y ni mucho menos la divinidad de los césares, lo que alteraba el orden social del momento.

Pero con el tiempo, el cristianismo se fue propagando hasta que se convirtió en la religión oficial del Estado romano, iniciándose entonces una lucha a muerte entre el mundo pagano y la nueva religión. Conforme esta última fue asentándose y expandiéndose por los territorios que dominaba Roma, los sucesores de San Pedro se encontraron con no pocas dificultades para lograr arraigar su culto en determinadas zonas, y aquí viene el famoso dicho de «si no puedes con tu enemigo, únete a él». Multitud de lugares de culto pagano como emanaciones de aguas termales, bosques o festividades como el solsticio o el equinoccio se fueron usando dándoles un significado cristiano para lograr así que los paganos se fueran convirtiendo poco a poco al cristianismo.

De ahí que se estableciera el nacimiento de San Juan Baustista el 23 de junio para relacionar a esta figura clave de la vida de Jesucristo con aquella noche de fiesta pagana. Una fiesta que, según algunos estudios, se lleva celebrando como mínimo desde hace 7.000 años, y que es posible que fuera un tema de celebración para unas gentes que vivían especialmente de la agricultura y que el solsticio de verano y el equinoccio de invierno marcaban mucho su propio calendario, como el comienzo del triunfo del sol, el calor y el buen tiempo.

En España y Aragón se ha mantenido en muchas zonas esa tradición de la noche de San Juan con la realización de hogueras con el fuego como símbolo de purificación y de eliminación de lo malo y se han conservado diversas tradiciones que se celebran desde hace siglos.

En el Pirineo aragonés siguen existiendo tradiciones en lugares como San Juan de Plan y su Corrida de la Falleta, en la que los vecinos encienden antorchas y recorren el pueblo con ellas durante la noche. En Bonansa, pueblo de la Ribagorza, la gente salta sobre las brasas, y también se celebra con énfasis esta noche en otros lugares de la geografía aragonesa con numerosas hogueras en Zaragoza capital, Illueca, Ejea de los Caballeros, Pina de Ebro o en la localidad turolense de Cretas. Sin duda, y aunque no sea al fin y al cabo la noche más corta del año, es un momento especial para celebrar una vieja tradición de culto al sol en mitad del frescor nocturno, dejar atrás lo malo que nos ha podido ocurrir y comenzar de nuevo con renovadas esperanzas hacia el futuro.