A sus 67 años acaba de recorrer 1.000 kilómetros a pie cruzando Gran Bretaña para llegar a la Cumbre del Clima de Glasgow en un acto reivindicativo. Veo que mantiene vivo el espíritu de aquel joven ‘ecofontanero’ de los 80.

Bueno, en la medida que la edad me deja sigo en la brecha. Los motivos son de índole doble. Por un lado la gravedad de la crisis climática en estos momentos; por otro, de índole personal pues siempre he tenido tendencia al terreno de los actos no muy convencionales para dar visibilidad a demandas o situaciones conflictivas.

Una acción llamativa con la intención de lanzar un mensaje. ¿Percibe que ese mensaje ha llegado a la ciudadanía? ¿Qué ha encontrado en el camino?

La gente digamos de nuestra cuerda en Inglaterra eran conscientes de que nuestra presencia era un refuerzo muy importante para los grupos de activistas de Reino Unido. En realidad nos han tratado muy bien y entendían nuestro gesto y hemos visto gente sensibilizada entre los políticos y representantes de distintas confesiones religiosas con los que nos hemos entrevistado. Y entre la gente de Inglaterra dos percepciones personales. Por un lado la clase media que tiene resuelta la vida está muy concienciada por el futuro que le va a dejar a los hijos; pero hay otra parte de la sociedad adaptada al modelo thatcherista, condicionada por un modelo vial con ingente consumo de combustible, pues a excepción de Escocia el transporte público es muy deficiente y es un país entregado al coche. En ellos veo poca voluntad de cambiar de estilo de vida.

Usted es un viejo roquero del activismo ecologista. Hoy la cara visible y mediática de este movimiento es una joven, Greta Thunberg. ¿Hay realmente relevo generacional? Y, por otro lado, ¿qué opina de la figura de Greta Thunberg?

El relevo lo dirá el tiempo, pero tiene que ser sí o sí. En la marcha íbamos veteranos y jóvenes y ha sido para ellos un buen aprendizaje, un cursillo acelerado de organización de una actividad compleja y dura. Nuestra apuesta es ayudar a los jóvenes para que cojan el timón del futuro del planeta, porque ellos son los interesados. En cuanto a Greta, creo que es una persona muy inteligente. Me gusta la persona porque desempeña un papel estupendo y pone rostro a un movimiento y más a un movimiento juvenil; explica la esencia de los problemas con una claridad y sencillez que abruma y en el mundo en el que vivimos la comunicación es fundamental.

Ha terminado una cumbre de Glasgow. ¿Cree que realmente se llevarán a cabo los acuerdos que salgan de ella o todo volverá a quedar en el bla, bla, bla que decía precisamente Greta Thumberg?

Deja que tenga un leve amago de esperanza, pero en realidad en mí hay una carga fuerte de escepticismo. Todo estaba atado en París y quedó en papel mojado. Todo es cuestión de dinero y los países quieren que la transición hacia energías no contaminantes les cueste lo menos posible. De todas las formas hay dos cuestiones fundamentales; primero, ¿qué se hace con el que no cumple los compromisos? ¿Se pueden articular penalizaciones?; y segundo, ¿quién paga las consecuencias de una situación que provocan los países ricos? Se estableció un fondo de 100.000 millones para compensar y ayudar en su transición a los países pobres, pero no se ha pagado. Si no se avanza en ello es imposible avanzar en el cambio climático.