El título de su libro, ‘Del hombre carnal al hombre digital’ sugiere un paso en la evolución humana ¿El hombre pues va a ser digital o no será?

Estamos en ello. En el libro lo que quiero describir es que estamos en un tiempo de transición, en el que observamos que hoy la algoritmización de la sociedad es algo de gran calado, pues está presente en la economía, en la cultura, en la política... la digitalización de los datos es la nueva materia prima, ya no el petróleo, sino la gestión de los datos. Las empresas, la seguridad social, todos trabajan con nuestros datos.

La evolución tiene dos partes. Por un lado es un avance; por otro, se dejan muchas cosas atrás. Primero, lo positivo.

La tecnología ha creado una nueva economía, la globalización; en educación, por ejemplo, el poder tener todo a mano, tanto contenidos como libros con los e-book; también las facilidades que da a la sanidad al tener desgranadas las historias clínicas en ordenadores conectados; los numerosos avances científicos y tecnológicos... Todo es hoy digital, y eso Hacienda, por ejemplo, lo sabe muy bien.

¿Y qué estamos perdiendo con estos nuevos hábitos de funcionamiento?

En el aspecto negativo destacaría el riesgo de deshumanización, de despersonalización. Los servicios sociales, en el futuro, como ahora la atención telefónica por ejemplo en sanidad, se harán con robots. La digitalización no debe significar el olvido del ser humano y estamos viendo que con las redes sociales, por ejemplo, estamos perdiendo intimidad, privacidad y la vida íntima no solo se está convirtiendo en un espectáculo sino que las empresas están utilizando nuestros datos.

¿Hemos pasado de usar los medios como herramienta a vivir en los medios?

Es un error pensar que los medios digitales son solo una herramienta cuando ya los hemos convertido en parte de nuestra naturaleza humana y forman parte de nuestra identidad y la parte carnal ya no se puede hacer sin lo digital. Las nuevas generaciones están seducidas por la digitalización.

Usted ha apuntado en algún momento que esta situación de los jóvenes está desconcertando a los agentes educativos, que están preocupados por los cambios que las redes sociales han introducido en los hábitos de los chavales.

Twitter, Instagram y las redes en general han creado nuevos patrones culturales y de identidad y ahora las chicas quieren ser como las influencer a las que siguen. El gran problema es que están siempre enganchados y eso les impide pararse, reflexionar, dedicar un tiempo a tratar de entender un problema de matemáticas, o un texto literario o simplemente a leerlo. Los grandes problemas de la salud educativa van a estar y ya están siendo de atención.

Esto también pasa en muchas personas mayores, como podemos ver cada día.

Es cierto. Estamos todo el día mirando al móvil y tus amigos te recriminan si no has mirado el wasap o el e-mail. Yo digo que necesitamos un endocrino digital que nos ponga a dieta. Hoy, lo revolucionario es desconectar. Debemos plantearnos si sabemos vivir sin el móvil, ponerle un horario al día. Ser nosotros quienes pongamos límites a las redes y no que ellas nos enreden. Aparentemente este mundo digital nos hace libres, pero genera dopaminas que nos enganchan y crea adicción.