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L@S DE LA CONTRA

Ramiro Hernández, una vida construida entre maquetas

Ramiro Hernández, el universo a escala. Jaime Galindo

 Representa el mundo a escala desde los años de la infancia, hasta que en 1981 ese amor por los detalles se convirtió en su medio de vida. Su taller de maquetas, situado en la calle Conde Aranda, 76 de Zaragoza, constituye uno de los últimos baluartes de este pequeño gran oficio

¿Cómo empezó esto de reproducir el mundo en miniatura?

Todo comenzó por mi padre, el coronel Pedro Hernández Pardo, que tenía una colección enorme de juguetes y soldaditos de plomo. A los 3 años pinté mis primeras figuras y entre los 10 y 14 empecé a hacer cosas para familiares o incluso museos, como el de la Academia General Militar, que lo fundó mi padre en los años 60. Llegó un momento en el que me vi estudiando Veterinaria, haciendo la mili y construyendo unas maquetas para el Museo de Zaragoza que, por cierto, todavía están expuestas. Al final me decanté por este oficio, que era lo que realmente me llenaba.

Pieza a pieza, detalle a detalle. Jaime Galindo

¿Ese espíritu militar de la infancia dejó algún rastro en el futuro?

Para mí lo que más ha dejado es la vocación de servicio. Me considero una persona empática y me gusta mucho ayudar a los demás siempre que puedo. Cuando me encargan un trabajo lo tengo que hacer bien, creo que es importante dejarse la piel en esto. También aprendí valores como la seriedad, la formalidad y la educación, que ahora se han perdido. No hay más que ver los ejemplos de la televisión o las redes sociales. Un problema que no solo afecta a los jóvenes.

Antes teníamos lista de espera y nueve personas trabajando en el taller. Ahora somos uno y medio

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¿Crees que el Ejército está hoy en día mal considerado?

Cada vez menos porque se ha acercado más a la sociedad y la sociedad a él. El Ejército siempre se ha asociado a un régimen anterior, con Franco, pero también existía durante la República o con Suárez. Aunque tiene sus defectos, creo que la gente todavía no se ha enterado de lo que realmente es, más allá de los tanques. De cómo mantiene muchas veces los bosques, actúa cuando se producen incendios y catástrofes naturales, asiste en las tragedias y ofrece material en los accidentes. En cuanto a las misiones que se llevan a cabo fuera... ahí cada uno opina si debemos participar en ellas o no.

Este es un trabajo pieza a pieza. ¿Hay recompensa en el esfuerzo?

Económica no, emocional sí. Date cuenta que hay miles de personas que todos los años ven piezas nuestras en museos de Zaragoza, Cáceres, Sevilla, Navarra o incluso en el extranjero, y eso es algo muy enriquecedor. Pienso, por ejemplo, en el espectacular Cristo de cuatro metros que tenemos en Santo Domingo de la Calzada. Lo que pasa es que, si hablamos de dinero, las horas que metemos aquí no están recompensadas. Pero bueno, un oficio artesano ya sabes lo que es.

De Conde Aranda a Walqa. Jaime Galindo

¿Podríamos identificar unos años gloriosos de las maquetas?

De 1995 a 2005. A partir de ahí, hemos ido en picado. Recuerdo que en esa época teníamos lista de espera para hacer siete u ocho maquetas continuamente, y nueve personas trabajando en el taller. Se movía mucho dinero. Hicimos varias para Pirenarium, la de Motorland, el Parque Tecnológico Walqa... aquello era una locura.

¿Y ahora cuántos estáis aquí?

Uno y medio (ríe), porque Javier está a media jornada. La calidad de vida en España ha bajado muchísimo... Antes con un sueldo podías pagar tu casa, comprarte un coche, costear los estudios de tus hijos, tener la luz encendida. Ha llegado un momento en el que para dedicarnos a esto hemos de cobrar un 25% menos, una situación que sucede en otros tantos trabajos. Por no hablar del problema congénito de esta tierra, que muchas veces no valora a sus profesionales y tienen que venir de otras comunidades. Creo que es importante proteger al profesional local y apostar por él, algo que tiene un sentido no solo social sino también fiscal.

Cuando haces maquetas, descubres una cantidad asombrosa de mundos diferentes, de personas y lugares

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Entiendo que no estás muy de acuerdo con el actual Estado de Bienestar.

Te brindan comodidad para que no hagas nada y estés contento, al tiempo que te esclavizan. Es una esclavitud envuelta en celofán. Y no solo en el tema económico, sino también respecto a tu privacidad o apariencia, ya que si te sales de lo políticamente correcto estás mal visto. Yo estoy encantado de que haya gente que tenga opiniones diferentes a las mías, porque así me abren un camino que no había visto.

¿Qué tenéis entre manos?

Estamos preparando la maqueta de la catedral de Santo Domingo de la Calzada, la típica de patrimonio, preciosa y gigantesca, que lleva trabajo sin conocimiento y que al ir seccionada permitirá apreciar la evolución arquitectónica del espacio. Como contraste, estamos preparando la de la Fundación del Hidrógeno, que ya la hicimos hace unos años, pero como ahora la han actualizado la estamos ampliando.

Una mirada que atraviesa catedrales. Jaime Galindo

Imagino que tantos meses de preparación dejarán su poso.

Hemos hecho maquetas de minas, almazaras, iglesias, cuevas prehistóricas, hace poco hemos construido una enorme para un proyecto de Renfe sobre trenes que se mueven con gas licuado... Cuando haces maquetas, descubres una cantidad asombrosa de mundos diferentes, de personas y lugares. Yo siempre digo que son todo un pozo de sabiduría, aunque suene antiguo. Al final, les dedicamos tantas horas que es imposible que no dejen huella.

Por curiosidad, ¿os tocó construir alguna maqueta en La Muela?

Hicimos una muy chula para el parque empresarial, pero hubo un momento en el que explotó lo que todo el mundo sabe. Se destapó la trama de corrupción y el proyecto se quedó solo en la maqueta.

De los caballos también aprendes valores fundamentales, como el respeto y la paciencia

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Compaginas este oficio con otro igual de poco común.

Empecé a montar a caballo en el club Príncipe de Asturias, que era para hijos de militares. De los cien niños que estaríamos, quizá nos hemos dedicado profesionalmente a esto dos o tres. Además de esta empresa, tengo el Club Hípico El Abejar, en el que preparamos caballos, impartimos clases y contamos con un equipo de salto. Yo de hecho todavía compito, porque en la hípica no hay edad. Los caballos no es que te gusten o no, son una forma de vida. De ellos también aprendes valores fundamentales, como el respeto y la paciencia.

LA RÁFAGA


– Una canción.

– 'María la portuguesa', de Carlos Cano.

– Un libro.

– 'El cetro de Ottokar', mi primer libro de Tintín, que lo leí con 6 años.

– Un plato.

– Unas buenas migas.

– Un lugar.

– El Club Hípico El Abejar y mi santuario que es mi taller.

– Una imagen recurrente.

– Campanera, una yegua fantástica que tuve.

– Impresión 3D.

– Progreso que necesita la mano artesana.

– Pegasus.

– Otro gran escándalo.

– Candidatura olímpica conjunta.

– Una vez más nos toman el pelo a los aragoneses.

– Suspensión de los exámenes de septiembre.

– Un atraso.

– Algo que te aburre.

– La televisión.

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