Zamora respira algo más tranquila. El incendio que se ha llevado por delante en torno a 30.000 hectáreas de terreno en apenas cuatro días quedó estabilizado durante la mañana del domingo, después de que las condiciones meteorológicas favorables permitieran a los servicios de extinción acelerar, eliminar la llama y asegurar el perímetro de un fuego que se había descontrolado durante el viernes y el sábado. Las imágenes dramáticas de pueblos cercados por las llamas dieron paso en las últimas horas a los rostros de tranquilidad relativa de unos profesionales conscientes de que el desastre podría haber sido mucho mayor, a pesar de que este es ya el peor incendio de la historia de España.

Tras este incendio, los más devastadores en España han sido el de Minas de Río Tinto en Huelva, de 2004, que carbonizó 29.687 hectáreas; el de Cortes de Pallás, en Valencia, en 2012, con 28.879 hectáreas calcinadas; y el de Navalacruz en Ávila, en 2021, con 22.037 hectáreas arrasadas.

Varias vacas cruzan por un terreno calcinado. Emilio Fraile

Las buenas noticias que trajo consigo la mañana del domingo se vieron apuntaladas por el regreso de los vecinos a sus hogares. La madrugada había comenzado con 18 localidades evacuadas y más de 2.000 habitantes en total alejados de sus casas, pero la evolución favorable de las circunstancias permitió que todos ellos pudieran retornar entre la desazón por los daños sufridos por el entorno y el alivio de ver que sus pueblos permanecían en pie tras horas de zozobra.

Un incendio devastador

El regreso de los vecinos se produjo entre carreteras completamente tiznadas por el doloroso color negro que ha dejado tras de sí un incendio devastador. Las vías que comunican los pueblos de la Sierra de la Culebra y del valle del Tera sirven ahora como hilo conductor de un paisaje que tardará años en ser lo que fue, como reconocen los propios vecinos, que se juntaron en los bares para lanzar sus críticas, compadecerse de los más penalizados y respirar juntos por lo que pudo haber sido.

En esas mismas vías, aún resultaban visibles algunas columnas de humo que advierten de que el peligro aún no ha pasado. De hecho, al cierre de esta edición, la Junta mantenía el nivel 2 de riesgo, ante la perspectiva de que la pesadilla se pueda revivir. En todo caso, no es lo previsible.

Lo normal es que escenas como las vividas en las localidades más afectadas hayan pasado ya a formar parte de la memoria colectiva de una provincia que no olvidará fácilmente lo ocurrido en los últimos días. El tono del paisaje se lo recordará a todos los que se adentren en la sierra de la Culebra o simplemente conduzcan hacia Sanabria por la N-631. Allí, la cercanía del terreno calcinado y de algunas casas aún asusta.

La estampa de Otero de Bodas

Esas fotografías se pueden observar en el entorno de Otero de Bodas, cerca de donde el fuego cruzó la carretera y extendió sus garras hasta alcanzar la moderna infraestructura ferroviaria que conecta Zamora con Galicia. Las consecuencias en este caso sí son subsanables. Todo lo malo que ocurrió fue la suspensión de unos cuantos viajes y un puñado de quejas por la ausencia de alternativas por carretera. El servicio quedó repuesto por la mañana y ya funciona con total normalidad.

Lo que tardará más en curar serán las heridas en la fauna, en los árboles, en los pastos, en las colmenas o en las zonas de riqueza micológica que han perecido por el camino. La indignación por las consecuencias del desastre recorre los pueblos afectados, cuyos habitantes entienden que se podría haber hecho más para prevenir un fuego de estas proporciones.

Ahora viene el tiempo de reclamar compensaciones por el desastre natural y económico que asolará durante años a los territorios dañados por el incendio, aunque de momento ese movimiento incipiente aún se combina con el agradecimiento a los servicios de extinción que han colaborado para poner coto a las llamas.

El operativo siguió fajándose

El operativo con profesionales de la Junta, del Ministerio, de la UME y de distintas comunidades autónomas siguió fajándose durante toda la jornada para evitar una reproducción que podría devolver a los pueblos a un escenario dramático. A primera hora de la tarde, el vuelo de los helicópteros, el tránsito de vehículos y la vigilancia extrema de cada rincón fueron una constante en un amplio espacio plagado de pequeñas columnas de humo.

La cuestión gana en importancia si se tiene en cuenta que el perímetro que rodea al fuego alcanza los 120 kilómetros, según el mapa distribuido por la Junta de Castilla y León a través de las redes sociales. Sobre toda esa extensión se movieron particularmente las cuadrillas terrestres, que se dedicaron a retirar vegetación y a cubrir con tierra las zonas calientes para ofrecer una mayor seguridad a un entorno peligroso.

La perspectiva es que esas tareas continúen durante las próximas horas, más allá de que algunas dotaciones se puedan ir replegando de manera progresiva. Las mínimas de seis grados y las máximas por debajo de veinte que se prevén en lugares como Villardeciervos alientan el optimismo, a la espera de que todo quede resuelto sin más contratiempos.