El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

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Juan Bolea

Buscando a Proust

Hacía mucho tiempo que no leía a Roland Barthes y me ha resultado un verdadero placer hacerlo devorando un libro ciertamente interesante, titulado Marcel Proust (Paidós), en cuyas páginas se recogen los breves ensayos, programas y lecciones que el filósofo francés dedicó a su paisano y autor de En busca del tiempo perdido.

De la mano de Barthes recorremos los paisajes campestres y urbanos donde transcurren los grandes capítulos y escenas proustianas, narradas con esos largos párrafos, plenos de evocación y de sensualidad, en los que un joven o ya más maduro Marcel Proust iba aprendiendo las normas del amor a base de enormes sufrimientos y placeres, unos y otros dramática o epicúreamente vividos y años después recuperados –«recobrados», en terminología o argot proustiano–, embelleciéndolos sobre los modelos reales hasta convertir éstos en pálidos reflejos de la realidad.

Será eso precisamente, la distorsión entre la realidad y el recuerdo, en lo primero que repare Barthes durante sus visitas a los pueblecitos de Normandía que sirvieron como modelo del Combray de Por el camino de Swann, el primero de los libros de la enorme saga proustiana. Tampoco las casas parisinas en las que vivió y murió el genio francés fueron nunca tan señoriales ni hermosas como en sus encadenadas novelas.

Además de los edificios y paisajes, Barthes buceará en los modelos reales de los grandes personajes nacidos de la pluma de Proust (quien, en efecto, utilizaba plumas para escribir, aunque de no demasiada calidad, tinteros escolares y cuadernos alargados fabricados en Inglaterra). ¿Quiénes, qué personalidades de la época o personajes reales inspiraron la creación de Odette, la mujer de Swann, antigua cocotte reconvertida en dama; del barón Charlus, en quien algunos han querido reconocer a Oscar Wilde; de Bergotte, en cuyo trazo pudo influir, entre otros, Anatole France…?

Además de para los incondicionales de Proust, este magnífico ensayo resultará muy útil a quienes estudien la memoria y sus distintas facultades a la hora de recrear, recuperar o recobrar un tiempo perdido que de pronto, cuando alguien como Proust moje una magdalena en un café y sienta que con su aroma y sabor regresa todo un pasado, se revele como el camino más corto para encontrarse con el arte.

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