La última coronación de los Habsburgo

El 30 de diciembre de 1916 se celebró en Budapest la última de las coronaciones de un emperador-rey Habsburgo

Carlos I, su esposa Zita y su hijo Otón, tras la coronación

Carlos I, su esposa Zita y su hijo Otón, tras la coronación / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

La historia del Imperio austriaco, surgido como tal a inicios del siglo XIX durante las Guerras Napoleónicas dejando atrás el viejo, complejo y anquilosado Sacro Imperio Romano Germánico, es otra de esas piezas de la historia europea que solemos tener olvidadas, aunque luego nos acaban deslumbrando si viajamos por algunas de esas joyas del viejo imperio central como Praga, Budapest o la propia Viena. Durante siglos, esos territorios estuvieron dominados por la familia de los Habsburgo, una de las más influyentes de la historia de Europa y que atesoraron un enorme poder hasta hace apenas cien años.

Ya sabemos que también hubo Habsburgos en las Españas durante casi dos siglos debido a la herencia recibida por el emperador Carlos V por parte de sus abuelos maternos, los Reyes Católicos, y su abuelo paterno, el emperador Maximiliano. Décadas después, agotado por años de guerras y de gobierno de un vastísimo imperio, Carlos V decidió abdicar en 1556 y repartió sus dominios entre su hijo y heredero, Felipe II, y también en su propio hermano Fernando, a quien cedió precisamente el Sacro Imperio y los territorios de Europa central. Es aquí cuando se forman las dos grandes ramas familiares de los Habsburgo, la que gobernó hasta el año 1700 la Monarquía Hispánica y cuyo «fundador», Carlos V, había nacido en Gante, y la que gobernó hasta 1918 los dominios centroeuropeos de la familia, siendo su «fundador» este Fernando que, curiosamente, había nacido en Alcalá de Henares en 1503.

En esta historia nos quedamos con el linaje austriaco que siguió en el poder hasta el mismo siglo XX y que nos lleva a la terrible Primera Guerra Mundial (1914-1918). En 1867, las exigencias de los húngaros habían conseguido que el Imperio austriaco pasara a llamarse Imperio austrohúngaro, creándose la famosa monarquía dual en la que el jefe de Estado era emperador de Austria y también rey de Hungría, dando un mayor peso a los magiares en la política de este gran imperio multiétnico del centro de Europa.

Durante más de seis décadas, desde 1848 hasta su muerte en 1916, este imperio lo rigió Francisco José I, un monarca paternalista, incansable trabajador, marido de la famosísima emperatriz Sisi, y quien se consideró siempre como «el primer funcionario del imperio». Avanzando un poco más en el tiempo, en 1889 murió en circunstancias muy oscuras el único hijo varón y heredero al trono del emperador, el príncipe Rodolfo de Habsburgo, que según la versión oficial se había suicidado junto a su amante en el pabellón de caza que tenía la familia imperial en Mayerling, aunque muchas teorías y testimonios apuntan a que en realidad se trató de un asesinato político.

Sea como fuere, esto creó una crisis sucesoria que colocó como nuevo sucesor al trono al sobrino del emperador, Francisco Fernando de Austria, quien más tarde en 1914 fue asesinado junto a su esposa en una visita a la ciudad de Sarajevo. Un magnicidio que puso en marcha todos los resortes de las alianzas europeas del momento y que desembocaron en el estallido de la Primera Guerra Mundial. Ahora, la herencia pasó a otro sobrino del emperador, Carlos de Habsburgo, que a la muerte de su tío Francisco José el 21 de noviembre de 1916 se convirtió en Carlos I de Austria y Carlos IV de Hungría. La situación casi crítica de guerra en la que se estaba hizo que el nuevo emperador no quisiera hacer grandes fastos de coronación en Viena, pero las élites húngaras sí quisieron escenificar el aumento de su autonomía celebrando una gran ceremonia de coronación en Budapest y que, sin saberlo, sería la última en la larga historia de los Habsburgo.

Eso nos lleva al 30 de diciembre de 1916. La familia imperial al completo llegó a la capital húngara y en lo alto de la ciudad, cerca del palacio real y junto al imponente Bastión de los Pescadores, una gran terraza neogótica situada junto a la iglesia de San Matías y desde la que hay unas impresionantes vistas de la ciudad, se ofició la coronación de Carlos como rey de Hungría en la que el monarca llegó a caballo con unos arreos y estribos de oro macizo, portando la antigua corona de Matías Corvino y San Esteban con su característica cruz torcida y llevando consigo una espada que algunos decían que era la de Atila el Huno. Así se llevó a cabo la última gran coronación de un Habsburgo en un acto que se sigue recordando en la capital magiar, de un monarca que dos años después prefirió abdicar y convertirse en el último emperador antes que aferrarse al poder por medio de un más que probable baño de sangre y que, en 2004, fue beatificado por el papa Juan Pablo II.

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