El Gran Capitán, en la Aljafería

El Gran Capitán, por Federico Madrazo

El Gran Capitán, por Federico Madrazo / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Gonzalo Fernández de Córdoba, conocido popularmente como El Gran Capitán, fue uno de esos militares que de vez en cuando aparecen y terminan por influir en toda una época de la historia militar. Sin duda tuvo una mente preclara sobre las tácticas militares en una época de transición entre los siglos XV y XVI y que le llevó a ser el primero en combinar de forma muy acertada el uso de la infantería, la caballería y también la artillería en el campo de batalla, consiguiendo así ventajas tácticas en situaciones en las que, teóricamente, sus fuerzas disponibles eran inferiores. Esa situación de inferioridad numérica en las guerras que lideró en tierras italianas frente a los franceses, así como su propia experiencia anterior, especialmente en la Guerra de Granada (1482-1492), le llevaron a desarrollar esas innovaciones y reformas organizativas en calidad de capitán general de los ejércitos de las Coronas de Aragón y de Castilla, las cuales fueron el germen de la creación de los temidos Tercios. Unas unidades que ejercieron su hegemonía militar y la de la Monarquía Hispánica durante casi siglo y medio en Europa. Pero ese camino, que dicho así parece que fue cosa de coser y cantar, llevó su tiempo y tuvo sus escalas, siendo una de ellas una visita que realizó al zaragozano palacio de la Aljafería, por entonces en parte palacio real y también con algunas dependencias que formaban la sede principal de la inquisición en el reino aragonés.

Nació en Montilla (Córdoba), el 1 de septiembre de 1453 en el seno de una familia aristocrática castellana, los Aguilar y Fernández de Córdoba, asentada en la vega del Guadalquivir desde mediados del siglo XIII. Al no ser el primogénito y heredero le tocó hacer el servicio de armas, llegando a entrar en calidad de paje al servicio del infante Alfonso, hermano de la que más tarde sería la reina Isabel I de Castilla. También era pariente por parte materna del que sería Fernando II de Aragón, pues no hay que olvidar que el rey Católico pertenecía a la dinastía de los Trastámara, un linaje de origen castellano y que gobernaba la Corona de Aragón desde la elección en el año 1412 en Caspe de Fernando I.

Tras la prematura muerte del infante Alfonso y pasar unos años de vuelta en los dominios familiares, regresó al servicio de Fernando e Isabel, momento en el que no dejó de ascender en lo militar y en lo social, especialmente gracias a sus servicios durante la Guerra de Sucesión Castellana (1474-1479), que confirmó a Isabel como reina de Castilla, así como en la conquista de Granada.

El siguiente paso de la política de los Reyes Católicos y en especial de Fernando II de Aragón, fue aumentar la influencia en Europa de las Coronas de Aragón y Castilla mientras a la vez aislaba de todas las maneras posibles a la otra gran competidora que era Francia. Tanto la Corona aragonesa como la monarquía francesa eran viejas rivales, especialmente en el escenario Mediterráneo, lo que nos lleva a la Primera Guerra italiana (1494-1498). El dominio de la península Itálica y especialmente del sur era clave para la influencia en el Mediterráneo de la potencia que lo consiguiera, y a ello que se puso Carlos VIII de Francia. Pero Fernando de Aragón ambicionaba lo mismo y desde luego no podía dejar que la eterna rival le cogiera la delantera, de modo que con la excusa de que el reino de Nápoles era un feudo vasallo del papado, acabó declarando la guerra a Francia y enviando allí una expedición militar con Gonzalo Fernández de Córdoba. Gracias a sus brillantes victorias en tierras italianas, el militar cordobés comenzó a recibir ese apelativo de El Gran Capitán con el que pasó a la posteridad.

Tras ganar la guerra, Gonzalo regresó a tierras hispanas, y eso es precisamente lo que nos lleva a ese año 1498 y al palacio de la Aljafería de Zaragoza. Allí se encontraban tanto Fernando como Isabel preparando las Cortes del reino de Aragón que se iban a reunir en la capital aragonesa. Y hasta allí acudió el cordobés para ser recibido por los monarcas mientras una gran multitud le jaleaba por las calles. Los reyes estaban alojados en el palacio real, y Gonzalo llegó allí haciendo su entrada montado en su elegante cabalgadura. Una vez desmontó, atravesó el mágico patio de Santa Isabel hasta alcanzar la gran escalinata monumental creada recientemente tras la reforma del palacio emprendida por los Reyes Católicos. Y al pie de la escalera estaba el propio rey Fernando para recibir a Gonzalo con todos los honores mientras le agradecía los servicios prestados a la monarquía a la par que le decía que la reina Isabel les esperaba arriba, en ese fastuoso nuevo salón del trono recién construido y que más de cinco siglos después todavía sigue maravillando a propios y extraños. El Gran Capitán pasó los días siguientes en palacio, quedando así escrita una de las visitas de mayor renombre que ha recibido este milenario espacio.

Suscríbete para seguir leyendo