Psicología

Hablar solo no es de locos; de hecho, puede mejorar (y mucho) la salud mental

El hábito de conversar con uno mismo mejora la creatividad, la capacidad de concentración y ayuda a despejar la mente, además de reducir el estrés y frenar los episodios de ansiedad

Una mujer hablando.

Una mujer hablando. / Shutterstock

O.G.

Hubo un tiempo en que se demonizó a las personas que hablan solas. Fueron objeto de burla y de condena social. Se dijo de ellas que estaban locas, demasiado solas, que oían voces en su cabeza… Pero, por fortuna, los expertos han dejado más que demostrado que nada de eso es cierto. De hecho, este hábito esconde todo lo contrario: a tenor de los últimos estudios, es una característica que comparten las personas inteligentes. Y es que ‘hablar solo’ en la gran mayoría de las ocasiones esconde simplemente la necesidad de expresar sentimientos y pensamientos en voz alta. Y eso es muy sano, tal y como confirma un estudio reciente elaborado conjuntamente por expertos de varias universidades de Michigan.

Según un texto publicado recientemente en la revista ‘Quarterly Journal of Experimental Psychology’, la costumbre de conversar con uno mismo favorece la capacidad de concentración y mejora la percepción del mundo. Además, perfecciona la toma de decisiones y aclara las ideas, lo que se traduce en un aumento del rendimiento y de la facilidad para aprender nuevos conceptos. Es decir, son todo ventajas.

A partir de ahí se genera un efecto dominó que termina con una conclusión muy positiva: aumenta la felicidad. Porque las personas más productivas tienen más seguridad en sí mismas y, por ello, son más felices. Además, el diálogo personal ayuda a activar la memoria, lo que favorece la recuperación de recuerdos (en muchos casos, felices). Porque hablando con uno mismo se llega a rincones de la mente que se creían oxidados. Esto lo resume a la perfección una frase de la afamada psicoterapeuta Anne Wilson Schaef: “Todos necesitamos hablar con alguien interesante, inteligente, que nos conoce bien y está de nuestra parte. Esa persona somos nosotros mismos”.

Habilidades sociales

Y es que, aunque pueda parecer contradictorio, charlar con uno mismo mejora las habilidades sociales. ¿Cómo? Por ejemplo, cuando se practica delante de un espejo antes de un discurso, una conferencia, una entrevista laboral o un encuentro importante. Eso sienta las bases que ayudarán a enfrentarse a condiciones futuras. Además, puede convertirse en la mejor arenga posible, porque nadie sabe mejor cuál es la mejor manera de animarnos que nosotros mismos.

Una mujer habla delante de un espejo.

Una mujer habla delante de un espejo. / Shutterstock

También es un método ideal para calibrar entre los pros y los contras de una decisión importante: la manera en la que se habla de uno u otro lado puede dar muchas pistas de cuál es el fondo la cuestión. Del mismo modo, expresar en voz alta datos y hechos hace que sea más fácil encontrar dónde está el error en un planteamiento. Y también contribuye a ver las fortalezas.

Sentimientos y anhelos

Muchas veces a los seres humanos se les hace muy complicado decir en voz alta sus sentimientos. Es algo para lo que no educan en el colegio, y muchas veces tampoco en el hogar. Eso no quiere decir que no sea importante. De hecho, ocurre todo lo contrario. Y si bien en muchas ocasiones se necesita ayuda externa para deshacer los enredos de la mente, a veces hablar en voz alta solo para uno mismo es un buen primer paso. Porque está demostrado que el cerebro reconoce de manera más eficaz las voces que los pensamientos.

Y es que la ciencia ha certificado en varias ocasiones que la mayor parte de los episodios de ansiedad y estrés que los seres humanos padecen a lo largo de su vida viene, precisamente, de la incapacidad para expresar lo que sienten. Esto genera una barrera con el resto que evita que los demás sientan empatía.

Eso sí, el primer paso, que no el más sencillo, para expresar los sentimientos es saber detectar cuál es la emoción principal. Parece fácil, pero en realidad no lo es tanto. A veces la tristeza se confunde con la rabia y la alegría con la euforia. Tras eso, lo siguiente es ponerle nombre.

Señales de alarma

Eso sí, hay que tener en cuenta que hay ciertos supuestos en los que hablar solo puede ser señal de alarma, sobre todo porque puede ser la consecuencia de una patología relacionada con la salud mental. El ejemplo más claro es el de aquellos que sufren esquizofrenia.

Ante esto, hay varias señales que deberían activar todas las alarmas: cuando el discurso no tiene coherencia, si las palabras denotan una pérdida de contacto con la realidad, si el que habla consigo mismo se insulta o se dedica adjetivos negativos, si se salta de una idea a otra de manera repentina y si se acompaña con alucinaciones. 

En la infancia

Existe un amplio consenso en el hecho de que el lenguaje es una parte esencial en el desarrollo cognitivo y contribuye a desarrollar nuevas capacidades y competencias. Por lo tanto, también favorece la creatividad y la capacidad de reflexión. Asimismo, diversos estudios reafirman la creencia de que hablar solo puede favorecer la creación de nuevas conexiones neuronales.

Un niño pequeño juega con piezas geométricas.

Un niño pequeño juega con piezas geométricas. / Shutterstock

De hecho, los científicos le han puesto nombre: habla privada (un concepto que se atribuye al psicólogo Lev Vygotsky), un término que hace referencia a la expresión oral de los pensamientos. Es una capacidad que se desarrolla desde la infancia (es muy habitual ver a los más pequeños charlando consigo mismos mientras juegan), pero que en muchos casos se va perdiendo con el paso de los años. Jean Piaget fue un paso más allá y lo denominó lenguaje egocéntrico, una manera de ponerle nombre a este hábito de los infantes que les ayuda a integrarse con el ambiente que los rodea.

En el caso de los niños aparece un beneficio vital: el perfeccionamiento del lenguaje. Hablando solos mientras realizan alguna actividad se autocorrigen y, por tanto, mejoran la pronunciación. También les hace más tolerantes y empáticos, desarrolla la inteligencia emocional, además de hacer que interioricen estrategias para la resolución de conflictos. Es decir, que un pequeño hable solo no debe ser signo de alarma para los padres, sino todo lo contrario.