La peste negra

En el año 1348 llegó a Europa y a la cuenca del Mediterráneo una de las enfermedades más terribles que ha sufrido la humanidad

La muerte coronada como vencedora.

La muerte coronada como vencedora. / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

La irrupción del covid-19 en el mundo hace ya tres años provocó la mayor crisis sanitaria que la humanidad ha vivido a nivel global desde la mal llamada «gripe española» de 1918. Y digo mal llamada porque parece que su origen estuvo en EE.UU., pero acabó teniendo ese nombre porque como buena parte de Occidente estaba sumido en el desastre de la Primera Guerra Mundial, los periódicos de los países beligerantes apenas trataban el tema para no provocar la bajada de la moral de la población, mientras que la prensa española sí que hablaba del tema al ser España un país neutral no implicado en aquella tragedia bélica.

De hecho, la pandemia del covid trajo aquellos recuerdos en la prensa de aquella gripe, la cual causó una gran mortandad, pero también de la peste negra, la que quizás sea la más grave enfermedad que ha sufrido el ser humano, especialmente en el mundo occidental. Incluso todavía hoy en día no se tiene del todo claro su origen más allá de ser una de las diferentes variedades de la bacteria Yersinia Pestis, una infección que afecta tanto a animales como a seres humanos y que se transmite generalmente por la picadura de pulgas que venían de ratas y otros roedores infectados. ¿Pero cómo y cuándo llegó a Europa y a esa cuenca del Mediterráneo?

La peste negra o bubónica, bautizada así por lo bubones que provocaba, especialmente en la zona de las axilas y también del cuello por la inflamación de los ganglios, llegó a Occidente entre los años 1347 y 1348 en un momento en el que la situación en buena parte del continente europeo no era precisamente halagüeña. A inicios de siglo se produjo cierto enfriamiento del clima de forma natural que dio fin al periodo anterior, más cálido, y que gracias a ello y a algunas mejores de las técnicas agrícolas habían permitido una mayor producción agraria, la roturación de nuevas tierras y, por tanto, un aumento de la población europea al haber disponible más comida. Pero ese enfriamiento hizo que bajara la producción y también que fueran más frecuentes de lo normal las malas cosechas y las recurrentes crisis de carestía y hambrunas, provocando una peor alimentación y por lo tanto debilitamiento general de la salud de la población.

Se había creado pues un caldo de cultivo perfecto para que cualquier enfermedad tuviera una mayor incidencia, y esta llegó de Oriente a mitad de ese siglo XIV. Aunque hay escasas referencias sobre su origen concreto, la primera noticia con la que podemos seguir el rastro de esta enfermedad en su camino hasta llegar a Europa coloca la zona cero en la ciudad de Caffa (actual Feodosia), situada en la península de Crimea. Ya entonces era un importante enclave comercial para toda la región del Mar Negro y lo controlaba la pujante República de Génova. Pero en el año 1347 fue asediada por los ejércitos mongoles, cuyos soldados empezaron a enfermar rápidamente por una extraña y mortífera enfermedad.

Los síntomas más comunes eran una fiebre muy alta superando incluso los 40 grados, deshidratación, sed extrema, tos, sangrado por nariz y otros orificios, manchas azules y negras en la piel (de ahí el otro nombre de «peste negra»), y los mencionados bubones negros. Las fuentes hablan de casos de personas que se despertaban aparentemente bien y que a la noche yacían muertas, pero por lo general, el periodo de incubación sin mostrar síntomas estaba entre los 10 y 12 días, aunque podían ser más. Ningún caso estudiado superó el periodo de incubación de 40 días, de modo que si una persona sometida a aislamiento no mostraba ningún síntoma en ese periodo se la consideraba sana. De ahí viene la famosa «cuarentena». Una vez que aparecían las primeras evidencias de contagio, lo normal era pasar un proceso de entre 4 y 5 días y que tenía una altísima tasa de mortandad. Muy pocos conseguían recuperarse.

Regresando a ese asedio de Caffa, los mongoles intentaron acelerar la caída de la ciudad ante las cada vez mayores bajas entres sus filas, llegando a lanzar al interior de esta con catapultas los cadáveres de los que fallecían para que los defensores se contagiaran también, cosa que ocurrió. Al final, un barco genovés consiguió escapar del sitio llegando unos días más tardes a tierras italianas. Desembarcaron en Mesina, y con ellos traían la peste negra que, en muy poco tiempo comenzó a extenderse rápidamente por casi toda Europa. En ese primer brote, que tuvo su mayor virulencia entre los años 1347 y 1353, algunos estudios llegan a decir que murió más de 1/3 de la población europea y que algunos sitúan entre los 80 y 100 millones de habitantes antes de la llegada de la peste. Literalmente no daba casi tiempo ni a enterrar a los desafortunados fallecidos. Se conocen casos como Florencia en donde murieron cuatro quintas partes de la población de la ciudad, y si nos vamos a la Corona de Aragón, la ciudad de Teruel perdió casi un 40% de sus habitantes. Los brotes se siguieron sucediendo a lo largo de los siglos, y aunque fueron fuertes, ninguno fue como el primero, algo que cambió la mentalidad y la misma cultura para siempre.

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