Tres años de guerra
Refugiados ucranianos en el limbo: "Tenemos un problema con los que no pueden trabajar"
España ha acogido durante el conflicto bélico a más de 300.000 personas, 26.000 de las cuales aún residen en Cataluña
Actualmente hay 139.752 ucranianos que no trabajan, de los cuales 16.000 son mayores de 65 años

Viktoria Bodina, refugiada ucraniana que se ha quedado sin ayudas, va a buscar ropa y comida a la asociación cultural Djerelo, de ciudadanos ucranianos. / / ELISENDA PONS
Elisenda Colell
En los últimos tres años, España ha acogido a más de 300.000 refugiados que han escapado de la invasión rusa en Ucrania, de las cuales 26.000 aún residen en Catalunya y 115 son niños y adolescentes sin su familia. La Unión Europea permitió el libre tránsito de los desplazados y les ofreció permisos de residencia y trabajo mientras duraba la guerra. Y gracias a ello, a diferencia de otros conflictos donde, por la dificultad de la ruta, solo escapan personas jóvenes y en edad de trabajar, esta vez también se movieron los más vulnerables: ancianos, personas con discapacidad o enfermos. No pueden trabajar y cuando se han terminado los dos años de ayudas del sistema de protección internacional, se han visto en la nada. Según los datos del Ministerio de Inclusión, que no tiene en cuenta los retornos, hay 139.752 refugiados ucranianos que no están trabajando, de los cuales 16.040 son mayores de 65 años.
"Es muy duro dejar tu casa, saber que todo lo que conociste está destruido, que toda tu familia que te quedaba allí ya ha muerto, y que tú no regresarás jamás... yo no tengo un lugar al que volver y a nuestra edad empezar de cero es muy difícil. Pero al menos tenemos un lugar donde vivir, hay personas como nosotros que están en condiciones muy difíciles", cuenta Tamara Chepez, una mujer de 76 años resguardada en la residencia de las Hermanitas de los Pobres de la plaza Tetuán, en Barcelona. Esta mujer escapó de Melitòpol, de las primeras ciudades ocupadas por Rusia durante la guerra. Tardó un mes para llegar hasta España, junto a su marido, que falleció hace dos meses. Habla junto a Tetiana Aleksandrova, ecomomista y jubilada de 74 años, que huyó de Odessa. "Yo no puedo trabajar aquí, suerte que nos acogen en esta residencia, han sido todos muy amables", señala la mujer, que vino en avión el primer día de la invasión, y que aquí ha sido operada en cinco ocasiones para colocarle endoprótesis en las articulaciones, para las cataratas y para una fractura tras una caída. "Las bombas han matado a mi familia y lo han destrozado todo", explica.

Tetiana Aleksandrova y Tamara Chepez, dos refugiadas ucranianas de 74 y 76 años que viven en una residencia de las Hermanitas de Los Pobres en Barcelona. / / Elisenda Colell
Cuando llegaron aquí, ambas fueron atendidas en el programa de protección internacional del Ministerio de Inclusión. A través de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado les ofrecieron techo, manutención, ropa, formación del idioma y atención psicológica. Esta ayuda dura 18 meses, aunque en algunos casos, como el suyo, se pudo alargar hasta dos años. "El problema es que ni estamos acostumbrados a un número tan alto de personas mayores, ni sabíamos dónde podríamos ubicarlos. La lista de espera de las ayudas públicas a la dependencia es demasiado larga y no había un lugar pensado para ellos”, cuenta Anna Figueras, coordinadora del Comité Estatal de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Catalunya, que lamenta que la problemática existe también con otras nacionalidades, aunque no con una cantidad tan grande como los ucranianos.
Según datos del Ministerio de Inclusión, más de la mitad de quienes entraron en el programa de protección internacional lo han terminado
“Nosotros hemos atendido a una decena de personas en estas circunstancias. Nos contactan las entidades sociales porque al terminar el programa estatal de protección internacional esta gente no tiene a dónde ir y no puede pagar nada”, explica Alba Leal, trabajadora social de esta residencia privada y sin ánimo de lucro, que atiende a este colectivo. "La lista de espera que tenemos es larga pero a estas familias las acogimos en mayo de 2022 de forma preferente", cuenta. Nueve meses después, están iniciando los trámites para solicitar el Ingreso Mínimo Vital o la Renta Garantizada. Ahora su único ingreso son sus pensiones en Ucrania que apenas llegan a los 100 euros al mes. "Para los gastos del día a día piden dinero a los otros residentes”, comenta Leal.

Voluntarios de la asociación Djerelo, de cuidadanos ucranianos en Barcelona, cargan un camión con ayuda humanitaria. / / ELISENDA PONS
Este ejemplo es uno de tantos, aunque se desconoce cuántos refugiados ucranianos se encuentran en condiciones similares, ya que los datos del ministerio no recogen los retornos. Lo que sí es cierto es que es una situación que se podía dar, pero de una forma mucho más esporádica. "Hay personas muy vulnerables: mayores, enfermos, madres solas con muchos hijos... Hay personas con 92 años, con cáncer, a las que estamos cuidando. Tienen muchas dificultades para trabajar", confirmaba también Montserrat Compte, responsable del programa de asilo y refugio en Catalunya de Movimiento Por La Paz (MPLP). Y es que, según los datos del ministerio, más de la mitad de los ucranianos que entraron en el programa de protección internacional lo han terminado.
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