El asesinato de Ariel Carrasco en un vuelco de drogas en la capital aragonesa, conocido como el crimen de Reyes, dio este martes un giro de 180 grados durante la celebración de la segunda sesión del juicio con jurado en la Audiencia de Zaragoza. Si en la jornada anterior todo apuntaba hacia una muerte violenta durante el forcejeo de una pistola, la Policía Nacional negó la mayor e incluso habló de una «ejecución»

Fue el primer agente que pisó la escena del crimen aquella tarde noche del 5 de enero del 2015 perteneciente al Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón y que vio el cadáver y el resto de pruebas antes del levantamiento. «Nada más subir al rellano había casquillos de bala, rastros de sangre y el fallecido entre el pasillo y la entrada de la vivienda que parecía una diana, fue una ejecución verdadera», aseguró a preguntas de la fiscala que solicita una condena de 30 años de cárcel por los delitos de asesinato, robo con violencia, contra la salud pública y tenencia ilícita de armas.

Este policía que actuó de secretario de las diligencias de investigación insistió en que no fue un ataque fortuito ni accidental como defiende el abogado de Wilson de la Cruz Méndez, puesto que «ahí se produjeron 11 detonaciones, ahí es nada». También explicó que dos de los cuatro disparos que hirieron mortalmente a la víctima fueron «a cañón tocante», es decir, que el arma estaba pegada a la piel de la víctima. Lo saben por el tatuaje o marca que dejó en la piel la pistola en el momento del tiro. «Una de ellas fue en el costado, rechazo que la posición fuera de un forcejeo. Fue por la espalda», insistió este agente, quien reconoció ante los miembros del tribunal popular que la investigación no fue inicialmente «fácil» puesto que la familia «ocultó datos en un primer momento». La defensa le acababa de decir que ayer la hermana de la víctima mortal descartó la intencionalidad de matar del procesado.

Uso del arma

El inspector jefe del Grupo de Homicidios por aquel entonces también descartó que el asesinato fuera un homicidio imprudente, tal y como mantiene la defensa, destacando el detalle de que el revólver se encasquilló, pero que eso no fue problema porque siguió disparando después.

De manera muy pedagógica, este agente señaló que apareció un cartucho sin percutir y que eso indica que el proyectil se quedó atrapado. «Para seguir disparando, tuvo que desencasquillar, tirarlo al suelo, cargar y seguir disparando», enumeró a la vez que ofreció un detalle muy relevante: esta acción pasó después de los dos primeros tiros a cañón tocante. «Los gases que desprenden las pistolas salen por el orificio salvo que estén tapados, en esta ocasión, con la piel de la víctima. Esto hace que se encasquille el revólver, especialmente en este tipo de armas que eran de fogueo pero estaba manipulada para disparar y matar», aseveró. De hecho, este experto en la resolución de crímenes repitió en varias ocasiones la frase: «Las pistolas no llevan pilas, para usarlas hay que quitar el seguro y apretar el gatillo».

Pero no solo Homicidios rechazó las tesis del acusado, sino también la Brigada de Policía Científica. «Todas las pistolas se usan echando el corredor hacia atrás para disparar o alimentándolas de forma manual, pero para eso se tarda tiempo», explicó este agente que señaló que el lugar en el que se produjo el asesinato «hacía ver que hubo una pelea o forcejeo».

El abogado de Wilson de la Cruz le preguntó la posibilidad de que el casquillo no percutido lo llevara en el bolsillo, señalando este agente que «podría ser». Una situación nueva puesto que anteayer el acusado afirmó que le dieron una pistola que pensaba que no era real. Este miércoles sigue el juicio