El drama humano de la inmigración, con otra vida perdida en el mar en busca de un futuro halagüeño, estaría detrás del macabro hallazgo efectuado por unos pescadores hace unos días. La cabeza encontrada a finales del mes de junio en el mar en Mazarrón pertenecería a uno de los migrantes que viajaban en la patera que se hundió en aguas del mismo municipio en marzo. 

Es la principal hipótesis que manejan los investigadores, que asumieron el caso después de que un pesquero que faenaba en la localidad costera echase sus redes y las subiese con el macabro hallazgo: un cráneo humano. Los tripulantes dieron aviso al Instituto Armado y los restos fueron llevados a la morgue de Murcia. 

Se sabe que se trata de un varón de mediana edad, pero por el momento no ha podido ser identificado. Fuentes cercanas apuntaron que va a ser muy difícil identificar a esta persona, después de que su permanencia en el mar dejase no solo un esqueleto, sino el cráneo separado del resto del cuerpo, por lo que confirmar la causa de la muerte también resulta complicado. Hay tres formas de identificar a una persona que llega muerta a la morgue: el ADN, las huellas dactilares (inviable en este caso) y la dentadura.

Las muertes de migrantes en la costa mediterránea quintuplican a las del Estrecho. Un total de 231 personas perecieron o desaparecieron sin rastro intentando alcanzar las costas valencianas, murcianas o baleares desde el litoral argelino en 2020. 

Entre los cuerpos que no reclama nadie en el Instituto de Medicina Legal de Murcia hay, por ejemplo, personas sin hogar o extranjeros que perecen en alta mar: en ambos casos, sus allegados es probable que ni siquiera sepan que su ser querido ha fallecido.