Echó el curriculum un martes, el miércoles hizo la entrevista y el jueves empezó a trabajar. Lo había logrado y en tiempo récord. Víctor Nuño, un joven de 18 años de Castellar del Vallès (Barcelona), había vencido a los miedos, a las dudas. Con un país en plena alerta sanitaria, todo apuntaba al negro. Las cifras del paro, subiendo, le animaban poco, pero él consiguió un trabajo.

Motivado por los suyos, mandó el curriculum. "Hay que empezar por algo, Víctor". Tenía 18 años, poca experiencia y Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) , con una minusvalía reconocida del 35%. Le contrataron. "Nos pusimos muy contentos". El trabajo estaba cerca de casa y el horario era perfecto. A los doce días, un accidente laboral terminó con su vida. Una cadena de errores, negligencias, se tornaron letales. Una máquina lo atrapó. Murió allí mismo, en el sitio. No pudieron hacer nada por salvarlo.

Discapacidad

"Era su primer trabajo", cuenta Noelia Salvador, su madre. "Sí que había estado tres meses en una empresa de pladur, pero con el tema de la pandemia… Realmente esta era su primera experiencia", afirma. "Víctor me decía: 'mamá, me va a costar un montón encontrar algo'. Dudaba mucho por su discapacidad, por la situación… pero fue todo rapidísimo". Su madre recuerda que estaba muy feliz. "Le hicieron un contrato de un año. Supongo que por la discapacidad la empresa tenía beneficios". Cuando Víctor le dijo que lo había conseguido, no se lo podían creer: "Estábamos locos de contentos".

Víctor firmó contrato. Acababa de empezar, formalmente, su vida laboral: la primera línea de su currículum era Ferros Sabadell S.L., su primera empresa. "No sabíamos que le enviábamos a la muerte".

Doce días después de comenzar a trabajar, un trágico accidente le arrebató la vida.

"Oye, ¿cuándo me vais a dar la ropa? Si no, me compro yo algo parecido"

Firmó contrato, conoció al equipo. Estaba cerca de casa, "cinco o diez minutos andando", y tenía muchas ganas de aprender. Pero las formaciones se dilataban. No llegaban. No llegaron. A la conversación se incorpora José Antonio Nuño, tío de Víctor: "No recibió formación reglada, más allá de las explicaciones de sus compañeros". La ropa, específica del puesto, no llegó tampoco. "Víctor, acuérdate de pedirla". "Ya la he pedido mamá". Lo hizo en la empresa, personalmente, y también por whatsapp. En casa escucharon cómo grabó el audio que envió a sus jefes: "Oye, ¿cuándo me vais a dar la ropa? Si no, me compro yo algo parecido". Eso hizo. Lo compraron: un pantalón de bolsillos y una sudadera para el trabajo, pero no sirvió.

"A las siete de la mañana empezó. A las siete y cuarto ya se quedó enganchado"

Era viernes, 27 de noviembre de 2020. Los viernes Víctor hacía jornada intensiva, salía a las tres. "Él empezó como ayudante", recuerda Noelia. "Ese día no había faena en su puesto y le dijeron que se pusiera en otra máquina". No la había visto nunca, tampoco la había usado. Era una planchadora industrial que sirve para aplanar placas de hierro. "La sacaron ese día. Algunos empleados pensaron que era nueva. Pero no lo era, es que no la usaban desde hace por lo menos diez años".

Víctor fue hacia la máquina, "a las siete de la mañana empezó y a las siete y cuarto ya se quedó enganchado". Un compañero escuchó un ruido. Acudió a la nave. La máquina lo había atrapado. No pudieron salvarlo.

Nadie podía apagar la máquina

"Lo sacaron los bomberos", afirma José Antonio. "Ya estaba muerto". La policía acordonó la zona, "y la empresa no tuvo tiempo de modificar nada".

Noelia, de camino a su trabajo -en una empresa de riesgos laborales- vio dos ambulancias en la nave en la que desde hacía doce días trabajaba su hijo. La muerte se la confirmaría más tarde el equipo de Mossos d'Esquadra. El informe de los agentes, hoy en poder del juez, lo dijo todo: "Las negligencias fueron sangrantes".

La familia de Víctor ha creado una asociación con su nombre.

"La máquina que mató a Víctor llevaba, por lo que nos dijeron, unos diez años en desuso", afirma el tío de Víctor. "Tenía el sistema de seguridad quitado, el botón de parada de emergencia deshabilitado, el de encendido y apagado no funcionaba. Solo se encendía y apagaba tirando del cable. Cuando intentaron sacar a Víctor no pudieron apagarla, tuvieron que ir a la pared y desenchufarla".

Noelia, rota, afirma: "Lo llaman accidente laboral, pero es un homicidio, ni siquiera digo imprudente, digo homicidio. No tenía revisiones, no tenía protecciones, lo tenía todo anulado. Lo que no, lo tenía puenteado".

Cuentan que en la fatídica máquina los rodillos quedaban totalmente expuestos. "Son rodillos que cuando cogen una chapa de hierro grande o te la aplana o la encorva. A mi hijo lo pusieron ahí sin formación y, encima, estaba solo. La empresa está formada por tres o cuatro naves colindantes y él estaba solo en una nave. Cuando uno de los compañeros empezó a escuchar un ruido raro, fue y mi hijo ya estaba atrapado".

Cadena de negligencias

"Si hubieran cumplido con una sola cosa… A lo mejor si hubiera llevado un mono de trabajo, ya no le hubiera cogido del pecho; o si hubiera tenido sensor de movimiento, al cogerle la ropa se hubiera parado". La madre del joven continúa: "S

i hubiera tenido una seta de seguridad, pues mi hijo le hubiera podido dar. Con que hubiera habido solo una cosa en condiciones a lo mejor Víctor estaría vivo". Intenta borrar la imagen de su cabeza, pero vuelve. "Esos rodillos tienen una potencia increíble, aplana planchas de hierro. Te coge un brazo, de la ropa, de lo que sea, y ahí te quedas. Así fue".

La familia de Víctor suma un sinfín de negligencias el día en que Víctor perdió la vida: No llevaba ropa de seguridad, no recibió formación reglada y no se le hizo una evaluación de riesgo conforme a su minusvalía. "Le tenían que haber hecho una evaluación para ver qué puesto de trabajo podía desarrollar. Una persona con discapacidad no puede llevar maquinaría, sin embargo le pusieron en una". El TDAH, que quizá fue clave a la hora de firmar su contrato, no constó nunca en los servicios de prevención.

25.000 euros de multa

Inspección de Trabajo actuó de oficio. A los tres o cuatro meses se imprimió el informe. La resolución hirió a todos. El importe a pagar se corresponde con una infracción grave, no muy grave. "Consideran una muerte algo ‘grave’, y lo han castigado con una sanción ridícula", resume José Antonio.

Noelia, como madre, como profesional, no puede entenderlo: "Ya partiendo de la base de que es un fallecimiento, de que hubo negligencias -reconocidas por la empresa- tendría que considerarse algo muy grave. Soy yo la que perdió a mi hijo. Es mi familia la que está rota". Por la revisión de esta sanción luchan desde entonces.

La vida de Víctor se resolvió con una sanción de 40.100 euros. "Por pronto pago le hicieron un descuento de un 20%, mas otro 20% por reconocer los hechos, y se le ha quedado en una sanción de 24.960 euros. Sale más a cuenta pagar una sanción, aunque se muera una persona, que tener al día las revisiones".

Noelia y José Antonio piden que se revise el caso. "El dinero no es para nosotros, es para la inspección, pero la muerte de Víctor no puede salirle tan barata".

Fotos de Víctor Nuño compartidas por su familia.

Víctor, el chico tímido, introvertido, algo inseguro pero feliz, se marchó aquella mañana. Su voz no. Se ha convertido en símbolo de lucha, de prevención. Su familia ha creado una asociación con su nombre, "para concienciar y formar a todo el que empieza en el mundo laboral en materia de seguridad y salud".

La capitanean Noelia y José Antonio. El de Víctor no es un caso aislado, hay cientos de accidentes, muertes, a causa de negligencias laborales. En lo que llevamos de año se han producido 430 accidentes mortales en el trabajo. No se detienen. Es su lucha, además de conseguir justicia para el joven. Honran a Víctor, es su bandera, pero defienden a todos los trabajadores.