El juicio a Pablo Serafín E. D., el cura de Avión acusado de abusar sexualmente de un niño de diez años, en 2006, durante las catequesis para la primera comunión, finalizó este lunes, y la magistrada del Penal 2 de Ourense, Susana Pazos, decidirá si hay pruebas o procede la absolución.

La defensa no ve delito, alega contradicciones del denunciante e incluso dice que el joven, que en la actualidad tiene 25 años y denunció al cumplir la mayoría de edad, “está inventando y exagerando”. Para la Fiscalía no hay dudas: “Realizó una serie de tocamientos y actos de naturaleza sexual que fueron de menos a más, hasta el punto de que el último día lo recibió en calzoncillos, le acarició las piernas y le tocó los genitales. El acusado buscaba el contacto. Todos los hechos tienen una connotación sexual en el contexto de un sacerdote, una persona en quien confía, a solas con un niño de 10 años, mucho más frágil. Claramente supone un ataque a la indemnidad sexual. Es algo más que una conducta inapropiada”, expuso la fiscal.

Dos años de prisión, tres de alejamiento y 10.000 euros en concepto de indemnización por los daños morales causados. Es la petición de la Fiscalía. La acusación particular solicita 3 años de cárcel, 5 años de inhabilitación para el ejercicio del sacerdocio y de cualquier actividad con menores, más 5 años con la prohibición de comunicarse o de aproximarse a la víctima.

La defensa pretende la libre absolución o, en el caso de una condena, que se aplique una atenuante cualificada de dilaciones indebidas. La fiscal se opone: “Había testigos fuera de España y hubo que tramitar comisiones rogatorias, además del efecto de la pandemia y de que el primer juicio se tuvo que suspender”.

En el escrito de acusación, la Fiscalía sostiene que, en el tiempo en que se desarrollaron las clases, en el verano de 2006 en la casa parroquial, “en más de una ocasión, el sacerdote recibió al menor en calzoncillos, y con ánimo libidinoso, le tocaba los muslos, al tiempo que le decía lo bonitas y fuertes que eran sus piernas”. Además, “le acariciaba la espalda, llegando incluso en una ocasión a tocarle los genitales mientras ambos estaban sentados en el sofá”.

El encausado permanece apartado del sacerdocio. La investigación canónica que realizó la Iglesia no halló indicios contra el cura, pero el procedimiento iniciado por el juzgado de Ribadavia siguió su curso y lo ha llevado al banquillo. Antes de que se iniciara esta causa tenía asignadas cinco parroquias y, durante quince años, impartió clase en el colegio de Avión, donde fue profesor de Religión de la víctima. En los últimos años, también fue docente en Carballeda de Avia. En la primera sesión del juicio negó los hechos; el chico los ratificó.

También recibió llamadas

Este lunes, en la sesión definitiva, intervinieron como testigos una psicóloga que trató durante dos consultas a la víctima, así como la madre de otro joven, además de este. Ambos ratificaron que el sacerdote, cuando este otro hombre todavía era un menor de edad, le solicitó “una foto sexi” a través de un SMS.

“Recibí llamadas telefónicas y, por mensaje, me pidió una foto normal, primero, pero posteriormente quería una foto sexi. Como no me pareció normal, enseñé el teléfono a mi madre, ella se lo dijo a mi padre y creo que hubo una discusión. Yo estaba nervioso y creo que borré todo”, relató este joven, en una videoconferencia desde México.

La defensa: “No hay una entidad suficiente para considerar que los hechos son delito, no ha habido tocamientos en zonas erógenas del cuerpo”

Su madre, que declaró en persona, ratificó esa versión. Los tíos de la víctima, cuando el chico les reveló ya de adulto qué había ocurrido –su motivación fue evitar que lo que él había sufrido le pudiera ocurrir a otro menor, y en concreto a su primo, que se preparaba para la comunión–, se enteraron del episodio vivido por el otro joven, y decidieron hablar con la progenitora. La señora les contó lo mismo que este lunes reprodujo en la vista.

“Se vio con fuerzas para denunciar, no por un motivo económico, sino para evitar que otros niños padeciesen lo que él había sufrido. A día de hoy todavía es incapaz de dormir sin ansiolíticos”

La acusación particular

El sacerdote presuntamente pidió a su hijo una imagen por SMS. “El niño era pequeño aún, pero solo fue un mensaje y llamadas, nada más. En persona no le hizo nada”, dijo la testigo. “Nos enseñó los mensajes y borró todo. Mi marido lo llamó y tuvo palabras mayores con él, le recriminó”. Sin embargo –y a esto alude la defensa– el contacto no se cortó para siempre. “Nunca hubo ningún otro problema y les hizo la comunión y la confirmación a mis otros hijos. Solo pasó eso”.

El joven que ha sido testigo confirmó, que en efecto, volvió a tener contacto con el sacerdote años después, durante las celebraciones de sus hermanos, y cuando hace unos siete u ocho años se casó, habló con él, porque “era el párroco de mi pueblo”. El joven añadió que el acusado “nunca me dijo nada más allá del mensaje ni tuve ningún problema antes o después”.

“Me miraba de una forma lasciva, se relamía y me hizo tocamientos, incluidos en mis partes íntimas”, manifestó la víctima en la primera sesión. El encausado lo negó. Preguntado por qué interés podría tener el denunciante en acusarlo, cuando el propio cura reconoce que no había enemistad previa, aludió a “un afán de protagonismo o por dinero”, pero admite que ni él ni la familia le pidieron nada.

“Hay un patrón de comportamiento de este señor con los menores”

La víctima acabó denunciando, diez años después, por miedo a que lo mismo que sufrió pudiera pasarle a otros menores. Una psicóloga que lo atendió durante dos consultas, antes de derivarlo a un psiquiatra –presentaba un estado anímico depresivo y una ideación suicida–, declaró ayer en el juicio que la víctima “recordó con nitidez” los hechos cuando tenía 18 años. “Literalmente me dijo: ‘Cuando vi que mi primo iba a hacer la comunión lo recordé todo”, declaró la experta en salud mental.

La fiscal, sobre la víctima: “Su relato ha sido verosímil, creíble y sin contradicciones”

“Se vio con fuerzas para denunciar, no por un motivo económico, sino para evitar que otros niños padeciesen lo que él había sufrido. A día de hoy todavía es incapaz de dormir sin ansiolíticos”, subrayó la abogada de la acusación particular en su informe de conclusiones.

En el escrito de acusación, la Fiscalía sostiene que, en el tiempo en que se desarrollaron las clases, en el verano de 2006 en la casa parroquial, “en más de una ocasión, el sacerdote recibió al menor en calzoncillos, y con ánimo libidinoso, le tocaba los muslos, al tiempo que le decía lo bonitas y fuertes que eran sus piernas”. Además, “le acariciaba la espalda, llegando incluso en una ocasión a tocarle los genitales mientras ambos estaban sentados en el sofá”.

“Ningún beneficio ha tenido, al contrario, ha sufrido fuertes padecimientos en su aldea y por la doble victimización que ha sufrido”

La soledad con la que ocurrieron los hechos fue “buscada por el acusado”, dijo la fiscal en su informe. Afirma que la declaración de la víctima cumple los requisitos para constituir prueba suficiente para una condena. “Su relato ha sido verosímil, creíble y sin contradicciones”.

Además, subraya que las declaraciones de sus tíos, a los que contó años después qué había sufrido de niño, más las del otro joven y su madre, suponen “corroboraciones periféricas” que refuerzan la versión de cargo. “Hay un patrón de comportamiento de este señor con los menores”.

La defensa: "Tiene animadversión a la Iglesia católica"

El estrés postraumático diagnosticado –enlaza la fiscal– pudo ser causa de estos hechos, “puede que el episodio emocional más fuerte que ha vivido”. La defensa alega que el trastorno pudo ser debido a que sufrió bullying en México. La acusación pública descarta un interés espurio de la víctima. “Ningún beneficio ha tenido, al contrario, ha sufrido fuertes padecimientos en su aldea y por la doble victimización que ha sufrido”.

La defensa señala supuestas contradicciones de la víctima, descarta “corroboraciones objetivas” a su versión y subraya que, según relató a los forenses, no recibió tocamientos en los genitales, sino en la pierna.

“No hay una entidad suficiente para considerar que los hechos son delito, no ha habido tocamientos en zonas erógenas del cuerpo”, esgrimió el letrado.

El denunciante aseguró en su declaración que, a raíz de estos hechos, es incapaz de entrar a una iglesia. “Cuando paso al lado o veo a un cura me pongo fatal. En el bautizo de mi hermana no entré”, dijo. La defensa ve un supuesto móvil espurio: “Tiene animadversión a la Iglesia católica, puede ser por estos hechos o no".