"Me pongo a orar. El Señor, mientras yo oraba, el Señor me ha dicho que ha bajado allí y lo ha tocado, lo ha visitado. El Señor me ha dicho que ha bajado a la UCI. Vi la UCI donde él estaba, vi como Dios le tocaba… Me ha mostrado cómo le ponía las manos en el pecho o en la cabeza, es que no me acuerdo bien. Y le digo, él va a salir bien, el Señor lo va a sanar. Fue decirle eso y desde ese día empezó a mejorar, muy poco a poco, apenas se notaba pero Dios estaba haciendo la obra, le salió una bacteria, un no sé qué... Aleluya, hasta el día de hoy que dentro de unos días se va pa su kelly".

Manuel Navarro Pérez aparecía en vídeos y mensajes subidos a TikTok en los que, por ejemplo, anunciaba su participación en la curación de un enfermo en tiempos de covid. El 25 de febrero, el Grupo de Fugitivos de la Policía Nacional lo detuvo en Llodio (Álava), según ha sabido CASO ABIERTO, el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica. Ahora está en prisión.

Su encarcelamiento no tiene que ver con sus supuestas curaciones ni sus mensajes evangélicos. Navarro Pérez es, además de un predicador, un agresor sexual de menores y había sido condenado a 17 años y seis meses de prisión por abusar de dos niños de 12 y 7 años en Alicante. La Audiencia de Alicante lo condenó en junio de 2019 y el Tribunal Supremo lo ratificó en octubre de 2021. Debía ingresar en prisión, pero Navarro Pérez desapareció de Alicante, donde vivía y donde cometió las agresiones a los menores, hijos de un familiar suyo que los dejaba a su cuidado.

Una novia tiktoker

La búsqueda de Navarro Pérez no fue sencilla. Había desaparecido de la ciudad de Alicante y también de la localidad de Ondara, donde tenía un domicilio. Los investigadores de Fugitivos de la Policía Nacional detectaron algún movimiento de su tarjeta de crédito en la provincia alicantina, pero nunca dieron con Navarro. Creen que, mientras estaba fugado, acudió allí a visitar a un familiar suyo que estuvo enfermo por coronavirus, pero que se trató de una visita fugaz antes de volver a su escondite.

Navarro Pérez se escondió lejos de Alicante. Un especialista de la policía detectó un rastro suyo en redes sociales. Una mujer, Adela, presumía en TikTok de su nueva pareja. Felicitaba el año nuevo con él y una botella de cava, posaban juntos en la piscina de un conocido parque de atracciones... Y también colgaba algunos mensajes evangélicos del hombre. La sanación de una persona gravemente enferma, por ejemplo, o algunas canciones religiosas. Los investigadores fueron comprobando como iba creciendo su red virtual de seguidores hasta casi las cinco mil personas, una actividad, la de predicador, que había iniciado antes de convertirse en fugitivo de la justicia.

En el País Vasco

La Policía Nacional sigue entonces el rastro de esa novia. Descubre que tiene familia en la provincia de Vizcaya. Había vivido en Bilbao con parte de su familia, pero ya no estaban allí. Una nueva pista los lleva hasta Llodio (Álava). Investigadores de la Brigada Provincial de Policía Judicial de Bilbao se unen a las pesquisas y vigilan durante una semana la casa donde está Adela, la pareja del fugado. Desde fuera, ven a un hombre que no sale de la casa y habla mucho por teléfono. Solo se asoma a la ventana para fumar, lo que aprovechan para fotografiarlo desde lejos. Puede ser Navarro Pérez. El juez no autoriza la entrada al domicilio para detenerlo. Los agentes tienen que esperar.

El viernes 25 de febrero, a las siete y media de la tarde, su paciencia tiene premio. De la casa sale Adela junto a un hombre. Los policías lo detienen. El tipo dice que él no se llama Manuel Navarro Pérez, advierte a los agentes que se están equivocando y saca un DNI con otro nombre, el de un primo suyo que está utilizando en su fuga. Más tarde confesará su verdadera identidad.

Con la correa y la plancha

Navarro Pérez está en prisión para cumplir su condena. La sentencia consideró probado que entre octubre de 2014 y octubre de 2015 realizó más de una decena de agresiones y abusos sexuales a una niña de 12 años y un niño de 7, hijos de un familiar suyo que los dejaba a su cuidado en su casa de Alicante.

También, que el hombre amenazaba a las víctimas con "matar a sus padres" si decían lo que les hacía. Y que, cuando se negaban a acudir a su casa, les golpeaba con la correa del cinturón, les pinchaba con unas tijeras y hasta, en una ocasión, quemó con una plancha la frente de uno de los niños.

Cuando los policías avisaron a la familia de que lo habían localizado y detenido, uno de ellos les contestó: "mejor que lo pillaran ustedes, si lo pillamos nosotros, lo matamos".