Está desesperada, no aguanta más. Lleva casi dos años esperando un juicio por abuso sexual. Fue víctima del ataque y ahora se siente víctima de la lentitud de la justicia, una justicia que le hace vivir en constante estado de ansiedad, bajo tratamiento psiquiátrico pensando que nunca logrará pasar página, cerrar una puerta y lograr empezar una nueva vida.

Es el caso de una asturiana que aún no ha cumplido los 30 años y que está viviendo un calvario. No quiere dar su nombre ni ofrecer demasiados detalles porque la instrucción del caso por una denuncia de abuso sexual que puso en 2020 sigue abierta.

En estos dos años ya ha habido un juicio rápido y está pendiente otro, que se celebrará próximamente, porque su agresor incumplió una orden de alejamiento que le había impuesto el juez. Pero queda la causa principal, la que debe juzgar lo ocurrido aquella fatídica noche de hace dos años que esta chica revive constantemente y que quiere olvidar de una vez por todas.

“Era un chico al que conocía desde hacía años e insistía mucho en quedar conmigo”, relata la víctima. Ella le dijo una y otra vez que no quería mantener una relación con él que fuese más de allá de una amistad.

“Una noche salí a cenar con unos amigos y al acabar la cena, cuando miré el móvil, vi que tenía una llamada perdida”, recuerda. Devolvió la llamada y aceptó quedar para tomar algo. Él la recogió en el coche y la llevó a su casa. “Intentó besarme en varias ocasiones y le volví a decir que no”.

Ahí empiezan las lagunas, el shock con el que su cabeza quiere ocultar aquellos momentos terribles. Él intentó “ir más allá”. Ella solo recuerda que le dio un empujón y que salió corriendo de aquella casa.

Al llegar a su domicilio su familia se dio cuenta de lo que había ocurrido. “Yo no quería denunciar, quería olvidarme de lo que había pasado pero me vieron llegar llena de sangre y con arañazos e inmediatamente llamaron a la Policía y me llevaron al hospital, allí ya llegó una inspectora de Policía y puse la denuncia”, explica.

Pero cuando pensaba que con la denuncia se acercaba el final de la pesadilla no fue así. Hubo un juicio rápido y al agresor se le impuso una orden de alejamiento que no cumplió. Pero la instrucción de lo sucedido sigue abierta y eso supone que la herida también sigue abierta, que no cicatriza, que no se cierra hasta que todo pase.

Ella sigue viendo a su agresor por la calle y la ansiedad se apodera de su vida. Lleva dos años “horribles”. Y horrible significa en este caso estar a tratamiento psiquiátrico y sufrir dos ingresos hospitalarios tras otros dos intentos de suicidio.

La primera reacción “fue poner una coraza, hacer como que no había pasado nada”. Pero no funcionó, a los pocas semanas todo reventó y los recuerdos lo invadieron todo.

Ahora solo quiere acabar. No habla de condenas, no pide una pena determinada, solo quiere “que pase el juicio y que sea lo que sea, pero que se acabe ya”.

Los hechos fueron en 2020 y ya le han dicho que lo más probable es que el juicio no se celebre en este 2022. Será en Oviedo. “Que pase lo que tenga que pasar pero necesito pasar página”, insiste la víctima.

A los recuerdos de aquella noche, al drama de haber sido víctima de un abuso sexual se suma “la ansiedad de tener que ir al juzgado y tener que volver a revivirlo todo”, afirma la joven.

La tardanza en la resolución judicial de estos casos es una de las quejas de las víctimas de abusos sexuales. Desde que se interpone la denuncia hasta que se dicta sentencia pueden pasar años y eso supone un daño añadido para la víctima que no logra desprenderse de un estigma que nunca debería haber tenido.

Es el caso de esta asturiana. No tiene ya ni fuerzas para arremeter contra su agresor ni para lanzar críticas a la justicia. Solo pide, “por favor” que el trance se acabe, que se ponga fecha al juicio, que se celebre y que se dicte la sentencia correspondiente “para poder seguir adelante”.