El centro penitenciario Antoni Asunción, ubicado en Picassent (Valencia), fue el escenario el pasado viernes 8 de julio de una fuga de prisión, pero no precisamente de película, o en caso de serlo, una de Berlanga. Un reo de 36 años y origen marroquí, que cumplía una condena mínima por varios delitos de desobediencia durante la pandemia y que finalmente acabó en la prisión valenciana por no presentarse en el centro de inserción social (CIS) de Almeríase fugó con total tranquilidad por la puerta, y sin tener siquiera "un plan de evasión" previsto, aprovechando una concatenación de fallos en materia de seguridad.

Instituciones Penitenciarias ha abierto una investigación para depurar posibles fallos y responsabilidades por lo ocurrido, ya que el preso habría salido con total libertad, pasando desapercibido, tras encontrarse a su paso al menos dos puertas abiertas al acudir a una cita con un agente judicial prevista a las 10.00 horas del viernes de la semana pasada.

Hay cerca de una decena de funcionarios cuya actuación va a ser analizada con lupa, según han indicado fuentes penitenciarias, en busca también de corregir posibles errores para evitar que pueda repetirse. De hecho, el reo tuvo hasta tiempo de pararse en la cafetería a tomarse algo, según ha podido saber este periódico, antes de abandonar totalmente el recinto penitenciario por el último control, en el que los funcionarios no piden ningún tipo de documentación al salir –para entrar sí–.

Así, se sospecha que el reo, que inicialmente no habría planeado escapar cuando acudió a la cita, pudo aprovechar que la puerta del locutorio estaba abierta para salir mezclándose entre la población civil que acude a prisiones a visitar a familiares, abogados y personal de organismos no gubernamentales.

El preso iba vestido con ropa normal de calle y los funcionarios de la garita tampoco le habrían dado mayor importancia al pensar que se trataba de uno de los visitantes. Concretamente para poder salir desde la zona de locutorios hasta el exterior tuvo que pasar dos filtros. En el primero la puerta la vio abierta, hecho que seguramente le hizo decantarse por la fuga cuando apenas llevaba ocho meses entre rejas y era cuestión de tiempo que saliera libre.

Ahora se enfrentaría a una pena de seis meses a un año de cárcel por un delito de quebrantamiento de condena. En caso de haber hecho uso de la violencia, intimidación, motín o fuerza en las cosas –que hubiera manipulado el cerrojo de una puerta por ejemplo–, la pena sí sería mucho mayor, de hasta cuatro años de prisión, pero en este caso al no haber forzado nada y simplemente haber salido por la puerta sería el mismo delito que comete el reo en tercer grado que no vuelve tras un permiso.

Asimismo, según las fuentes consultadas por este periódico el aviso a la Guardia Civil informando de la fuga no se produjo hasta las siete de la tarde, es decir, cerca de nueve horas después de producirse la evasión del reo.

La Guardia Civil investiga también si el preso pudo contar con la ayuda o connivencia de alguien dentro de la propia prisión. El juzgado de Instrucción número uno de Picassent, en funciones de guardia el día que se produjo la fuga, ha dictado una orden de búsqueda y detención contra el fugitivo, quien no tiene antecedentes por delitos violentos y cuyo rastro se le perdió caminando por la autovía A-7.