Natalia Velasco fue asesinada un 2 de mayo de 2001 en el zaragozano barrio del Arrabal. Tenía tan solo 21 años. En aquel momento los crímenes machistas eran calificados como pasionales y los autores de los mismos no veían agravadas sus condenas por razón de género. Quien la mató fue su expareja, José Peñuela; se benefició de este vacío legal y fue condenado a 17 años de prisión por estrangularla y profanar su cadáver para violarla. Se arrepintió de lo que hizo, llegó a prometer que se suicidaría cuando terminara de cumplir prisión, pero la muerte por sobredosis le llegó cuando llevaba siete años y medio de pena cumplidos.

La resolución del caso no fue complicada para el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón, puesto que fue el propio joven, conocido como 'El Choles', el que se presentó en las dependencias policiales para confesar lo ocurrido. De hecho, esto le sirvió para atenuar la pena inicial que solicitaba la familia de la víctima, quienes reconocieron que eran desconocedores de que Natalia seguía viéndose con su asesino. Sus amigas sí, calificando a Peñuela de "agresivo" y de tenerla "atemorizada". Llegaron a prestarle un teléfono móvil para que llamara pidiendo ayuda si lo necesitaba.

"Quería que me aclarase de una vez si íbamos a seguir juntos o no", dijo el asesino en sede judicial

El crimen tuvo lugar de madrugada. El acusado fue a buscar a Natalia a la salida del popular bar El Tabernillas, en la céntrica plaza de Santa Engracia, donde trabajaba. Según relató en el juicio: "Quería que me aclarase de una vez si íbamos a seguir juntos o no. Yo estaba entonces muy confuso y me sentía humillado por lo que les decía a sus amigas". Natalia le dijo que iba a salir con unos amigos y que no le esperara en casa porque llegaría tarde. No le hizo caso y la esperó a que regresara, comenzando una discusión dentro de la vivienda situada en el número 15 de la calle Ricardo del Arco.

En un momento dado ella le dijo que no le quería y ocurrió el asesinato. "Se me fue la cabeza y ya no sé lo que pasó", manifestó el joven, quien confesó que estranguló a su novia. Primero con las manos, pero le dolían de tanto presionar, así que se fijó en una lámpara que había en una mesilla. Empleó el cable para matarla. No contento con ello le tapó la cara con un cojín.

A tomar café y a por el pan

Por si fuera poco, denigró todavía más a la persona a la que decía amar y la violó. Ya estaba cadáver, si bien él siempre mantuvo que pensaba que estaba viva. En el interior de la vivienda estuvo varias horas hasta que se fue a tomar un café en el mismo bar en el que Natalia trabajaba de camarera. Allí jugó a una máquina tragaperras, le salió premio y se lo volvió a jugar. Después compró una barra de pan, acudió a casa de sus padres y de ahí fue directo a comisaría.

Su forma de cometer el crimen, especialmente que primero lo intentara con las manos, luego con un cable y finalmente con una almohada, llegó al jurado a considerar que existía ensañamiento, si bien el Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA) lo revocó previo recurso del abogado defensor, José Luis Melguizo. Le rebajaron la pena argumentando que Natalia no sufrió pese a la brutal agresión que padeció.

Emuló al Tirano de Corinto

Durante la investigación instruida por la magistrada Natividad Rapún sobrevoló el estado mental de Peñuela. Hasta seis psicólogos forenses le llegaron a examinar, concluyendo que tenía diversos trastornos de personalidad, psicopatías y derivaciones narcisistas. "Es una persona para quien lo único importante es ella misma, sin importarle el sufrimiento de los demás", explicaron. También resaltaron la "dependencia emocional" del acusado respecto a su exnovia. "Esta actitud es compatible con el crimen. La mata porque cree que es su única expectativa. Al perder su afecto, pierde lo único que tiene y su vida ya no tiene futuro", manifestaron.

"Si aceptamos la idea de que el acusado no es agresivo, estamos ante un asesino nato", concluyeron los peritos que evaluaron a Peñuela

Eso sí, hubo discusión sobre la imputabilidad de Peñuela. Cuatro de los peritos coincidieron en que su trastorno disminuía ligeramente su voluntad a la hora de actuar, sin llegar a anularla, mientras que dos de ellos rechazaron que su capacidad volitiva estuviera reducida cuando cometió el crimen, "ni siquiera levemente". "Si aceptamos la idea de que el acusado no es agresivo, entonces estamos ante un asesino nato", añadieron.

Por si hubiera alguna duda de su estado mental, el que fuera fiscal del caso recordó que la profanación de cadáveres, como ocurrió en este caso, no es una novedad en la historia de la humanidad. Puso como ejemplo a uno de los siete sabios de Grecia, a Periandro de Corinto, también llamado 'El Tirano de Corinto', quien mató a su mujer y tuvo acceso carnal con su cadáver. "No se le considera un loco, sino un sabio", llegó a decir ante un jurado popular que le declararía culpable de asesinato, aunque luego se rebajó a homicidio.

No obstante, sufría de ludopatía. Su adicción le llevó a sacar de la libreta de su novia 30.000 pesetas,  lo que provocó que Natalia le echara de casa. Así se rompió una relación que comenzó primero como amigos en las Navidades de 1999 y que incluso se fueron a vivir juntos.

Murió en la cárcel

"Me da igual que me caigan seis años de prisión que 16 ó 24. Sólo quiero pagar por el mal que hice y quitarme la vida cuando cumpla la condena". Fueron sus últimas palabras antes de ser condenado. Murió antes de que acabara, de que le dieran ni siquiera un permiso. Desde que entró en prisión recibía tratamiento psicológico, pero estaba a punto de abandonarlo. 

En el centro penitenciario de Zuera estaba trabajando en la panadería; se encargaba de los pasteles. Según explicó su familia, "estaba contento" porque le habían dicho que le iban a ascender. Un mes antes de morir estuvo compartiendo celda con un compañero que pasó a tercer grado. Él no lo llegó a disfrutar.