CASO ABIERTO I ASESINOS NATOS

Cristóbal, el ‘hermanísimo’ embaucador que mató y descuartizó

Morales mató a su mujer, siendo ayudado por sus tres hermanos para ocultar el cadáver y vivir de su pensión

Cristóbal Morales junto a la chopera en la que se deshizo del cadáver descuartizado de su pareja, Vanesa Barrado.

Cristóbal Morales junto a la chopera en la que se deshizo del cadáver descuartizado de su pareja, Vanesa Barrado. / GALINDO / FOLLOS

Cristóbal Morales Martín era el hermano mayor y ejercía de ello. Al calor de su salario en una empresa de pieles de Cadrete, municipio zaragozano al que se mudó tras conseguir este empleo, vivían Miguel, Manolo y Jéssica. Un lazo de sangre y de intereses que les unió también en el asesinato y posterior descuartizamiento de Vanessa Barrado, de tan solo 27 años. Ella era la pareja del primogénito y madre de la pequeña Libertad, un nombre que evocaba al derecho que ansiaba la fallecida, pero que su criminal no estaba dispuesto a que lo ejerciera. La mató la noche del 28 de junio de 2012.

No fue hasta el 22 octubre cuando se halló su cadáver sin saber que era ella. Fue en una chopera que estaba a menos de 300 metros del bajo del número 8 de la avenida de Zaragoza donde vivía la víctima con Cristóbal y los tres hermanos de este. Un agricultor encontró una bolsa de basura que contenía la cabeza de una persona y restos óseos esparcidos por dicho lugar. Al apartarla --le costó porque estaba fijada al suelo-- vio lo que parecía ser pelo y cráneo. A no más de dos o tres metros había otra bolsa de la cual sobresalía una tibia junto a la que había un peroné. Se asustó y no dudó ni un segundo en llamar a la Guardia Civil. Cuando los agentes acudieron al lugar, acompañados por los forenses, siguieron hallando más huesos esparcidos por ese campo.

El nombre de Vanessa Barrado era desconocido para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Nadie había denunciado su desaparición. La que sí había era la de una vecina de Ricla, Pilar Cebrián Embid, de 52 años. Hasta diez vestigios, como el color del pelo, la morfología de la cara, el sarro en los dientes o las porosidades en sus huesos hicieron pensar que ese cadáver era el de Pilar. Faltaba la prueba del ADN que lo confirmara, pero el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón decidió ir a por su esposo, Antonio Losilla. Acabó confesando por sorpresa, aunque luego trató de anular esa prueba.

La sorpresa llegó doce días después. El cotejo de ADN de los restos encontrados en la chopera con los de la hija de Losilla y Cebrián dieron negativos.

Entonces, ¿de quién eran esos huesos? Homicidios tuvo que esperar casi dos meses para obtener la pista que le llevaría a resolver el crimen de Cadrete. El 6 de enero, Cristóbal Morales Martín se vio obligado a denunciar en la Comisaría de Policía de Delicias la desaparición de su pareja Vanessa Barrado. El padre de la joven le había dado un ultimátum, pues no se creía la versión del asesino, quien le dijo que se había marchado y que cada mes sacaba los 357 euros de una pensión que percibía por una discapacidad. Era mentira, lo hacían ellos.

Los celos, el detonante

A finales del mes de enero, el cruce de los códigos genéticos del padre y la madre de Vanessa con los de los restos hallados en Cadrete daban positivo con un margen de error de uno entre 2.000 billones. Esta conclusión llevó a los agentes a detener Cristóbal y a sus hermanos Miguel, Manolo y Jéssica: el primero como presunto autor del crimen, los dos siguientes cómo cómplices y colaboradores necesarios en la muerte y descuartizamiento de su cuñada y la última como encubridora por haber vendido unas joyas de la víctima para entregarle el dinero al mayor. Una distribución de papeles que luego el jurado modificó a la baja.

Este crimen machista tuvo como detonante los celos que tenía Cristóbal. Vanessa quería irse porque ya no estaba bien en ese ambiente y había empezado a hablar con otros jóvenes. «Discutían a menudo, llegando incluso a tirarse varios objetos a la cabeza», explicó a la Policía Jéssica. Esa noche también hubo una pelea.

Cristóbal le llevó la niña a su hermano Manolo, al que le dijo que tenía «movida» y le prohibió salir de la habitación. En un momento dado, el asesino se dirigió a la cocina, donde cogió un cuchillo y, tras noquear a Vanessa de un puñetazo, la degolló.

Después arrastró el cadáver al baño donde, con una sierra de mano, descuartizó el cadáver de la madre de su hija y luego lo metió en cuatro bolsas que guardó en lo que la Policía Nacional bautizó el cuarto de los horrores, pues ahí estuvo descomponiéndose durante cuatro días. Limpió la casa con sosa caústica. El olor era evidente, pero ni Miguel, Manolo y Jéssica dijeron nada. La pequeña Libertad vivía en esa casa con ellos.

El cuarto de los horrores

Quien le ayudó a Cristóbal a deshacerse del cadáver fue Miguel. Lo reconoció sorpresivamente en el juicio. «Nos fuimos a tomar una cerveza y ahí me contó que había matado a su novia Vanessa. Olía muy mal la casa, lo tenía escondido en cuatro bolsas de basura debajo de la cama nido y me dijo de tirarlas en una chopera cercana», espetó, minutos después de que el criminal proclamara su inocencia ante el jurado popular. «Me dijo que necesitaba un tiempo para pensar, que se marchaba a casa de una amiga y que le dejaba a la niña», excusó.

No solo le ayudó en eso Miguel. Disfrazado con gorros, gafas de sol, incluso pelucas acudió con Cristóbal durante seis meses puntualmente al cajero para sacar la pensión de Vanessa. Y no solo se quedaron con eso, obtuvieron alrededor de mil euros por la venta de las joyas de la fallecida. Jessica fue la encargada de hacerlo en pequeños lotes y en diferentes casas de empeño. De todo ese dinero se benefició el otro de los hermanos, Manolo pues vivía con ellos.

El banquillo de los acusados, durante el juicio celebrado en la Audiencia de Zaragoza, es lo último que compartieron estos cuatro hermanos. La sentencia les dividió. Cristóbal Morales, 24 años y medio de cárcel por asesinato, por estafa --sacar dinero con la tarjeta de la víctima-- y por hurto --robo de joyas--. Quien le ayudara a extraer de los cajeros y a tirar las bolsas de basura con el cuerpo desmembrado de la joven, Miguel Morales, cumplió 3 años por encubrimiento.

Por su parte, Manolo y Jessica, fueron castigados con 15 meses de prisión por el delito de receptación y hurto, respectivamente. A la joven le acabaron suspendiendo la pena al no tener antecedentes.

La sentencia no gustó a la familia de Vanessa, quien se cansó de pedir Justicia porque no se creían que los tres hermanos de Cristóbal estuvieran tan al margen en el crimen. Libertad vive con ellos, mientras Cristóbal Morales Martín cumple condena en la misma cárcel en la que ingresó cuando fue detenido.