CASO ABIERTO

Arizón: el depredador sexual que salió de caza y acabó asesinando a una anciana en Sariñena

Cuando tenía 17 años cometió una violación ‘en manada’ y con 25 forzó a una mujer y mató a otra en Sariñena

Carlos Arizón Fernández durante el juicio por el crimen de Sariñena.  | SEGURA / LOSADA

Carlos Arizón Fernández durante el juicio por el crimen de Sariñena. | SEGURA / LOSADA / LUIS M. GABÁS

A los 17 años su rostro ya aparecía en un fichero policial por un delito grave. Era conocido por su conflictividad, pero a esa edad, Carlos Arizón Fernández cometió una violación en manada en Sariñena. Cumplió años de internamiento y cuando salió en libertad no aprovechó esa segunda oportunidad que le daba la vida, pues decidió salir de caza y acabó primero violando a una mujer y horas más tarde asesinando a una anciana. No se pudo probar que agrediera sexualmente a la septuagenaria, pero estuvo acusado por ello. Fue condenado a 33 años cárcel en noviembre del 2003.

Era verano de 1992 y la localidad perteneciente a la comarca de Los Monegros estaba de fiestas patronales en honor a San Antolín. Antes de que llegara el día grande, el 31 de agosto, Arizón había recibido la visita de unos amigos y estos habían decidido por él que el entonces menor mantuviera relaciones sexuales. Para conseguirlo, llevaron a una joven veinteañera que habían conocido hasta la peña La Metálica, donde dejaron a la víctima encerrada con un candado con Arizón. Allí se sucedieron, según la sentencia, las violaciones y los actos vejatorios bajo amenazas y golpes. Cuando regresaron horas después, se encontraron a la víctima encima del camastro, llorando y con su agresor todavía encima.

La Audiencia Provincial de Huesca le condenó a 14 años y ocho meses de reclusión y a sus amigos a 12 años y un día de reclusión menor como autores de un delito de violación en grado de cooperación necesaria.

Manifestacion

Un castigo penal que no gustó a una parte del municipio. En 1993, casi un año después de la agresión sexual, alrededor de 200 personas recorrieron sus calles para apoyar a los tres jóvenes condenados. Incluso recabaron firmas para pedir que se hiciera justicia. De nada les sirvió. Recurrieron hasta al Tribunal Constitucional, si bien acabaron cumpliéndolas porque todo fue rechazado.

Arizón cumplió y dos años después de salir en libertad volvió a las andadas. Era el 6 de enero de 2002, también eran días de fiesta, en concreto, Reyes. El joven de 25 años vivía solo en la calle Mercado cuando salió por la mañana de casa y se dirigió al bar Omega, muy próximo a su domicilio. No había nadie más que una mujer en el interior. Se encontraba limpiando el establecimiento hostelero.

Este le pidió entrar a comprar tabaco y su víctima se lo creyó, ya que le dejó pasar y activó la máquina expendedora. No podía imaginarse lo que le iba a pasar a continuación. Con una navaja la amenazó, cerró la puerta del local y en los servicios le propinó un puñetazo, le obligó a quitarse la ropa y la violó.

Pero no se quedó satisfecho. Unos minutos después vio en las inmediaciones de su casa a Feliciana Plaza, de 69 años, quien paseaba por la calle, y la obligó a entrar en el portal de su vivienda de un violento empujón. Posteriormente le dio un puñetazo para acallar sus gritos y la obligó a subir hasta su vivienda, donde intentó estrangularla con el cable de un aparato eléctrico mientras le quitaba la ropa y le golpeaba con fuerza en la cabeza hasta provocarle la muerte.

En el interior de su minúsculo piso estuvo seis largos días. El tiempo que toda Sariñena salió a la calle para buscar a la anciana. Su hija había interpuesto una denuncia ante el puesto de la Guardia Civil en la localidad porque no sabía nada de su paradero. Durante los primeros días los investigadores no relacionaron la agresión sexual con la desaparición de la anciana.

Un perro halló el cadáver

Esta mujer contó que Feliciana había salido de casa para ir a buscar el pan para celebrar la comida de Reyes con toda su familia, pero que ya no regresó. Todos pensaban que había tenido alguna crisis de la diabetes que sufría y que podía haberle provocado alguna caída. En aquel momento se puso en marcha un operativo compuesto por más de 200 personas, entre vecinos, bomberos y efectivos de la Benemérita, pero el resultado fue negativo hasta el 12 de enero. Cler, un bull mastik de la Unidad Canina de Salvamento y Rescate de la Mancomunidad de La Litera, se mostró nervioso e incluso ladró al pasar por el número 3 de la calle del Mercado, en pleno corazón de Sariñena. Allí vivía Arizón.

Rápidamente pidieron los agentes una orden judicial para poder acceder a la vivienda de Carlos Arizón Fernández y allí encontraron el cadáver de Feliciana. Acababa la búsqueda de la peor manera posible y con un pueblo, el mismo que en su día dudó de la culpabilidad de la violación, conmocionado y horrorizado por lo que había hecho uno de sus vecinos. De la víctima todo el mundo destacaba su amabilidad, su alegría, lo que dejó un importante vacío que se llenó el día de su sepultura con uno de los funerales más multitudinarios que se recuerdan en Sariñena. El entonces alcalde, el fallecido Antonio Torres, no dudó en decretar tres días de luto ante el «inmenso pesar» que sentían por lo sucedido.

Cuando los agentes accedieron no estaba el asesino. Había dejado ahí a su víctima, en medio de un gran charco de sangre en el pasillo, pero no tenía ni el valor de decir lo que había hecho ni de convivir con el cadáver, marchándose inmediatamente a casa de una hermana. Allí fue detenido y confesó inicialmente el crimen.

Por la agresión sexual a la mujer que limpiaba el bar y por la muerte y también violación de la anciana la Fiscalía llegó a pedir 48 años de prisión. Sin embargo, fue condenado a 33 pues el tribunal que le juzgó consideró que no se podía probar que la finada fuera también una víctima sexual.

Durante el juicio pidió perdón a las familias de las víctimas, aunque señaló que la noche anterior había tomado «cocaína, éxtasis y alcohol», por lo que no alcanza recordar qué pasó exactamente. «Cogí a la primera que pasaba por la calle», llegó a declarar a preguntas de su abogado.

Defendió que intentó atracar a la anciana y que la llevó hasta el patio de su casa, donde la empujó, lo que provocó que se golpease y quedase inerte, ignorando si estaba muerta o sólo herida, a la vez que aseguró que no sabía nada de las violaciones que se le imputaban. Agregó que subió el cuerpo de la anciana a su casa y que después intentó suicidarse cortándose las venas.

Lo más inquietante fue al final de su manifestación. Carlos Arizón Fernández se giró, buscó a la familia de la víctima que estaba en el interior de la sala y les dijo: «Se informen, que hay gente en el pueblo que está metida en esto, pero me lo como yo porque me lo tengo que comer».