CASO ABIERTO

Domínguez, el criminal que se convirtió en lobo solitario en su fuga

Fernando Domínguez viajó de Zaragoza a Soria a un atraco y acabó matando a un guardia civil y a un joven

Primera foto de Domínguez tras su detención por parte de la Guardia Civil.

Primera foto de Domínguez tras su detención por parte de la Guardia Civil. / DE CASTRO / LOSADA

A Fernando Domínguez Hernández la mili le transformó. O eso aseguró en el juicio en el que acabó condenado a 71 años de prisión por matar a un teniente de la Guardia Civil y a un joven. Su historia criminal se escribió en 1997 cuando, junto a un amigo, viajó de Zaragoza a Soria para cometer un atraco. No acabó bien y en su huida dejó un reguero de sangre en el que su compinche también perdió la vida. Ya lo dijo en el banquillo de los acusados: "Actué como un lobo por afán de sobrevivir". Tenía 31 años y ahora, tras cumplir 25 años de condena, ya se encuentra en la calle.

Era el 1 de marzo de aquel año en el que Miguel Ángel Blanco fue asesinado por ETA y Ortega Lara era liberado tras 532 días de cautiverio en manos de la misma banda terrorista. En ese contexto, Domínguez protagonizó una fuga de película similar a la que años después realizara Igor el Ruso o el Rambo de Requena en Andorra. En este caso fue en la localidad soriana de Matalebreras.

Domínguez, junto a su amigo Antonio Navarro, llegaron a primera hora de la mañana a la provincia de Soria armados con una Beretta del calibre 9 milímetros parabellun y un revólver Smith Wesson del 22 largo. Pretendían cometer un atraco en una gran superficie comercial. Nada más llegar a Soria, los dos jóvenes pararon un taxi en el que se subieron. Querían que les llevara a Los Arcos de San Juan del Duero, pero Domínguez, sorpresivamente, acabó encañonando al conductor. Le dijeron que eran terroristas y le amenazaron con pegar dos tiros poco antes de meterlo en el interior del maletero.

Recorrieron varios kilómetros hasta que decidieron abandonar el taxi, con su conductor en el interior, pero con las 4.000 pesetas que este trabajador había recaudado. Antes de ello rasparon las señales de identificación del taxi y la obligatoria placa de servicio público. El hombre que se quedó dentro del turismo esperó varios minutos hasta que se percató de que estaba solo. No oía nada y decidió coger su móvil y llamar a la Policía Local de Soria. Media hora después llegaba la Guardia Civil y conseguía sacarle del maletero.

En ese mismo momento se puso en marcha un dispositivo como si Domínguez y Navarro fueran dos asesinos de ETA. Pero los jóvenes no lo eran ni tenían la infraestructura de la banda asesina y acabaron andando campo a través, siendo su primera parada la gasolinera de Matalebreras. Llegaron sobre las 19.45 horas.

Domínguez entró al establecimiento, mientras su compinche le preguntó a un vecino sobre el horario de los autobuses con destino a Zaragoza. Querían volver a casa, pero su huida acabaría durando tres días. Cuando estaban allí, llegó un vehículo de paisano de la Guardia Civil que ocupaban el capitán Blanco y el teniente García Velasco. Estos dos agentes fueron directamente a Navarro a identificarle.

El tiroteo en la estación de servicio

Domínguez, que estaba aún en la estación de servicio, salió y con el arma preparada inició un tiroteo que acabó con la vida del teniente y dejó herido de gravedad al capitán.

También murió el compinche de Domínguez, pero la autoría de su asesinato no pudo comprobarse. La Fiscalía y la investigación realizada por la Benemérita siempre sostuvo que Domínguez disparó a su amigo en la sien con otra arma que llevaba en la mochila y que seguidamente dejó el revolver junto a la cintura de la víctima, antes de marcharse en dirección a Ólvega.

Un acto homicida que Domínguez siempre negó y que la familia de esta víctima mortal siempre sospechó de su implicación o de alguno de los agentes del instituto armado que participaron. Lo cierto es que las pruebas de parafina realizadas a los guardias dieron oficialmente un resultado negativo.

Pese al cerco policial que ya estaba activado y tras matar a un teniente y dejar malherido sobre el suelo a un capitán, Domínguez continuó su fuga.

Recorrió decenas de kilómetros hasta llegar a Los Rábanos, a tan solo 8 kilómetros de Soria. La noticia ya ocupaba los informativos de las televisiones y radios y esto permitió que un vecino de este municipio por el que discurre la N-111 llamara ala Guardia Civil y alertara de que creía haber visto al sospechoso. Minutos antes, Fernando Domínguez había intentado parar a un Land Rover con dos ocupantes dentro, pero al no detenerse la emprendió a tiros. Descerrajó cuatro disparos, hiriendo al conductor. El otro ocupante consiguió salir ileso tras parapetarse.

"Me entregué porque temía por mi vida. Había matado a dos personas y no estaba en mis planes"

Pero no fue al único al que disparó. Era 4 de marzo y ese día hirió y remató al veinteañero Francisco Borja Guisante. Quería la moto en la que iba. Por suerte, ya no pudo ir muy lejos. Cinco horas más tarde, con las carreteras cortadas, un helicóptero divisó al criminal y dio aviso al centenar de agentes que acudieron a detenerle.

En el momento de su arresto, Domínguez ya se había quedado sin munición, se había deshecho de las armas que llevaba y decidió sacar un pañuelo blanco para entregarse a los agentes. De ahí fue directamente trasladado a la cárcel, donde estuvo hasta el 30 de junio de 1999 en el que comenzó un juicio en la Audiencia de Soria.

El tribunal lo presidía el actual presidente de la Sección Tercera del tribunal provincial de Zaragoza. Le condenó a 71 años de prisión por 12 delitos. Todo después de escucharle durante el juicio decir que reconocía todas las muertes, menos la de su amigo Navarro. "Me entregué porque temía por mi vida. Había matado a dos personas y no estaba en mis planes. Tenía que pagar por lo que había hecho", señaló según las crónicas de la época.

Durante la vista oral sobrevoló si Domínguez estaba loco o no. Se descartó, si bien se dijo que estaba trastornado. Según la psicóloga que le trató: "Tenía un problema de adaptación. Se creía feo y esto le hacía sentirse mal consigo mismo porque pensaba que todo el mundo se reía de él y le iba a atacar. Tenía una baja autoestima".

Llegó a esa conclusión en un informe en el que relató afirmaciones del asesino que helaron la sangre del público que asistía al juicio. "Siento que podría matar a un hombre que me causara mucho mal. Cuando tomo una decisión estudio bien las consecuencias". En 2022 quedó en libertad.