Roca, el hombre que asesinó a su socio en Zaragoza y le creó un sarcófago de hormigón

Abdel Roca mató de 30 hachazos a un compañero de negocios, le robó e intentó ocultar su cadáver en 2011 / El criminal y la víctima compartían varios negocios en Zaragoza

Abdel Roca durante el juicio que fue celebrado por el conocido como crimen del Cibercafé.

Abdel Roca durante el juicio que fue celebrado por el conocido como crimen del Cibercafé. / DE CASTRO / MARTÍNEZ

El olor a podrido que emanaba de un cibercafé que llevaba cerrado por vacaciones desde hacía un año fue lo que extrañó a los vecinos del número 5-7 de la calle Navas de Tolosa, en el zaragozano barrio de Delicias. No podía ser un animal porque el hedor era, tal como lo definieron los residentes, «descomunal». Al final una llamada a la Policía Nacional destapó que en el interior de este establecimiento había un cadáver dentro de un sarcófago de hormigón hecho ad hoc para intentar ocultar el crimen. Quien firmó esta muerte violenta con tintes mafiosos, ocurrida en 2011, fue Abdel Roca Tijuelo, el socio de varios negocios de la víctima que fue condenado a 23 años de prisión.

Hacía el calor propio de un 1 de julio cuando agentes del Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón y del Grupo Operativo de Intervenciones Técnicas (GOIT) desplazados desde Madrid entraron en ese local sin saber que iban a necesitar un día entero para liberar el cadáver de Rubén Fauste, de 35 años. Estaba dentro de una especie de sarcófago que habían modelado debajo de la barra del establecimiento veinte días antes, que es cuando la autopsia marcó la fecha de la muerte. Le habían asesinado por la espalda con 30 hachazos. El cuerpo llevaba una bolsa en la cabeza sujeta por un cable enrollado en el cuello y los pantalones bajados.

En ese momento los investigadores barajaron tres hipótesis. Sobre la mesa estaba la posibilidad de que la víctima, tratante de joyas y empresario hostelero, muriera a manos de alguien que quiso desvalijarle, pues solía llevar encima piezas de oro, piedras preciosas y grandes cantidades de dinero en efectivo y alardeaba cuando cerraba una buena operación. Otra opción era un ajuste de cuentas por deudas o por alguien insatisfecho en una venta y también el móvil sentimental pues descubrieron que la novia de Rubén había mantenido una relación con el encargado del cibercafé que estaba en paradero desconocido.

Para intentar saber algo más de la víctima, pero también del principal sospechoso al que no había forma de contactar con él, los agentes de Homicidios decidieron realizar tres entradas y registros en dos viviendas del fallecido y en la del socio. Los agentes descubrieron que las cerraduras estaban sin forzar, pero que en el chalet de Rubén Fauste en Cuarte de Huerva había sido desvalijado. De hecho, la caja fuerte que tenía empotrada en la pared había sido arrancada. Todo sin que saltase alarma alguna, pese a que esa habitación era un auténtico búnker. Solo se localizaron una pequeña cantidad de joyas, lo que indicaba que la persona o personas que había entrado en ese domicilio se había llevado la gran cantidad de piedras preciosas que almacenaba.

Pero no fue lo único que extrañó a Homicidios, ya que en el piso en que residió el cubano Abdel Roca Tijuelo hallaron el carnet de identidad, el de conducir y varias tarjetas de crédito de la víctima.

En paralelo los investigadores solicitaron al magistrado instructor del caso, Alfonso Tello, que activara una orden de busca y captura con respecto a quien resultó ser su asesino, su cómplice y recadero de la víctima y la novia del fallecido. Habían huido de España tras saltar la noticia a los medios de comunicación de la aparición del cadáver. Pasaron los meses y no fue hasta octubre cuando pudieron saber el paradero de uno de ellos. José María Hurtado estaba en Cuba. El Cuerpo Nacional de Policía estaba detrás de él tras el análisis de unas cámaras de seguridad de una superficie comercial de la capital aragonesa en la que se ve, en las fechas cercanas del crimen, que empujaba un carro lleno de sacos de cemento. En su primera declaración en el juzgado negó su implicación en el asesinato.

Viaje a Cuba sin billete de vuelta

Sin embargo, Homicidios sabían que el muerto, Hurtado y Roca habían estado dentro del cibercafé de la calle Navas de Tolosa gracias al estudio que realizaron de la telefonía móvil. Los repetidores les posicionaron allí.

Pero no fue esa la única pista sobre la que trabajaba la Policía Nacional, ya que seis días después del crimen la novia del fallecido y Roca se fueron juntos a Madrid, donde pasaron la noche. Al día siguiente ella regresó a Zaragoza y él voló a Cuba. Tenía un billete de vuelta el 1 de julio, pero al aparecer el cadáver ya no se subió al avión. Finalmente Abdel Roca Tijuelo fue encontrado en diciembre después de que cometiera una infracción de tráfico en una carretera de Florida. Al identificarle descubrieron que era un fugitivo, si bien las autoridades estadounidenses tardaron un año en extraditarlo.

 Los dos llegaron al juicio negando su participación, pero Hurtado relató al tribunal que los tres quedaron en el negocio que compartían para acordar una salida al mismo. De repente, «Abdel sacó de algún sitio un hacha y le empezó a golpear en la cabeza», señaló, mientras reconocía que se paralizó y que tuvo que irse a vomitar. Esto pasó el 10 de junio del 2011, pero hasta el día 14 no volvió al local. Ese día Hurtado llevó todo el material con el que Abdel Roca confeccionó una tumba de hormigón, situada detrás de un mostrador del establecimiento. Lo hizo porque se sentía, según aseveró, atemorizado. Lo construyó Roca, quien le había mandado un mensaje con la lista de materiales a comprar. Pero Roca negó la mayor. Aseveró que él no había hecho nada, que esa tarde fue al cibercafé, pero que se marchó porque «no quería saber nada de los compradores. Se bajaron de un todoterreno negro con cristales tintados».

Importante fue el informe de los forenses, quienes explicaron por qué acabó descubriéndose el asesinato. Aseveraron que tardaron tres días en sepultar el cadáver, por lo que se inició el proceso de descomposición antes de echarle el hormigón encima de Rubén Fauste. A ello hay que añadir que el material empleado es poroso, por lo que el oxígeno siguió entrando y, por lo tanto, continuó el proceso de putrefacción.

La sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia de Zaragoza determinó que Rubén Fauste y Abdel Roca mantuvieron discrepancias acerca del destino del local. Roca deseaba que el local «siguiera como cibercafé» y Fauste «que se reconvirtiera en un club de alterne». En esa discusión, José María Hurtado decidió que no era su problema dirigiéndose a la puerta de salida momento en que escuchó cómo Rubén le llamaba y observando como Roca golpeaba con un objeto a Rubén cayendo éste al suelo. En un momento de descuido del empresario, Roca le golpeó en el cráneo con «un hachuelo» y Rubén quedó «sin posibilidad de defensa». Roca le siguió golpeando en al menos doce ocasiones más en la misma zona de la cabeza de manera innecesaria aumentando el dolor de Rubén quien iba arrastrándose por el suelo hasta que se quedó inmóvil. Por todo ello, en 2014 Abdel Roca Tijuelo fue condenado a 23 años de prisión y José María Hurtado a tres años.