SUCESOS EN ARAGÓN
La 'okupa' herida en el incendio de Zaragoza: "Gracias a Dios no le ha pasado nada a nadie, pero nos quedamos en la calle"
Los vecinos dicen que con el tapiado «acabó la conflictividad e insalubridad»

Una de las okupas, herida por las llamas, en el momento de regresar a por sus pertenencias al edificio. / ÁNGEL DE CASTRO
Edificio okupado que se incendia en Zaragoza, edificio que es tapiado por el ayuntamiento para intentar erradicar un problema social que origina insalubridad, conflictividad vecinal y que no ofrece las garantías residenciales básicas para las personas. El último ejemplo, previo informe de los técnicos de Urbanismo, es el número 83 de la calle Compromiso de Caspe, en el barrio de Las Fuentes, que ya era un histórico en lo que a ocupación ilegal se refiere y que el miércoles por la noche ardió de forma intencionada. Con la luz del día y tras una noche iluminada por el fuego y las luces de los equipos de emergencia llegó el momento en el que los 13 okupas que fueron desalojados recogieran sus pertenencias visiblemente afectados, mientras los vecinos de la zona no podían evitar respirar tranquilos y reconocer que «se habían acabado las plagas de diferentes insectos, las peleas y el trapicheo de drogas». Todo mientras la Policía Nacional investiga el origen de unas llamas que inicialmente serían intencionadas.
Ana, una de las okupas y que resultó herida en las manos, fue una de las primeras en regresar para recoger sus cosas. Con las manos todavía vendadas y todavía vestida con la ropa del hospital Miguel Servet en el que fue atendida, no pudo evitar destacar que «gracias a Dios estaba viva y no le había pasado nada a nadie», si bien esta joven no podía evitar admitir su desesperación por «quedarse en la calle». Preocupada por los gatos que tenía porque no aparecen, recordó lo ocurrido, cómo se quemó y que al final decidió tirarse desde su primer piso ante el temor de que el piso en el que estaba se prendiera fuego. «Me asomé a la ventana de la cocina y vi una llamarada enorme de fuego. Impulsivamente abrí la puerta y me vino un fogonazo de toda la escalera porque abajo también había fuego, una llamarada que me quemó todas las manos y parte de la cara», afirmó esta mujer que agradeció que «unos vecinos del barrio sacaran un colchón para que nos tiráramos yo y mi pareja». «Quiero agradecer el trato recibido por los sanitarios, los bomberos y en general por todos», recalcó Ana, que señala que en la actualidad no se puede permitir otro lugar en el que vivir.
Una situación en la que están otros vecinos como el senegalés Alu o el español Norberto. El primero llegó hace 17 años a España y reconoce que vive de la mendicidad, mientras que el otro joven, albañil de profesión, asegura que acabó en ese piso hace unas semanas tras verse en la calle por un negocio fallido. Ambos, que recogieron sus pertenencias a la vez acompañados de una patrulla de la Policía Local, destacaron el «miedo que vivieron». Especialmente Norberto. «Llevaba pocos días y unos argelinos que celebran el Ramadán me invitaron a cenar con ellos para conocerles cuando subió uno diciendo que había fuego. Primero bajamos con agua pero al ver que era imposible subimos a la azotea y saltamos a la del edificio contiguo a la espera de la llegada de los bomberos», aseveró.
Preguntados ante las críticas vecinales por la falta de seguridad en la zona como consecuencia de la existencia del edificio okupado, estos dos moradores pidieron no generalizar. «Hay de todo, en todos los lados y en ese edificio había de todo», apuntó Alu. De forma muy diferente lo vieron la decena de residentes de esta calle y de las adyacentes que no podía evitar admitir que se alegraban por el tapiado del inmueble de seis plantas cuyo incendio afectó a tres de ellas y a la escalera de acceso.
Los vecinos hablan
Es tal el temor a sufrir represalias que pidieron a este diario permanecer en el anonimato para dar declaraciones pues «es un barrio en el que nos conocemos todos». «Hay un instituto cerca y a la hora del recreo casualmente se veían jóvenes merodear este edificio okupa», señaló una mujer que al salir de hacer la compra en el Eroski de enfrente no pudo evitar pararse para ver cómo los okupas salían con maletas. «Así no se puede vivir, hay ayudas por todo», añadía otro hombre que coincidió con ella en la misma primera línea de espectadores.
"Las peleas eran constantes, el día de antes se llevaron detenidos a dos hombres porque empezaron a tirarse piedras e incluso uno intentó prender fuego algo en el interior"
Los vecinos de los portales contiguos eran, no obstante, los más satisfechos con la decisión del ayuntamiento de cerrar el inmueble. «Las peleas eran constantes, el día de antes se llevaron detenidos a dos hombres porque empezaron a tirarse piedras e incluso uno intentó prender fuego algo en el interior», añadió un hombre, mientras otros apostillaba que «no solo había miedo, sino un grave problema de insalubridad por la gran cantidad de basura almacenada, porque no había agua corriente y a veces tiraban por la ventana papel higiénico con restos de excrementos».
De hecho, el propietario de una frutería contigua, que se instaló unas cámaras de vigilancia a modo de prevención después de que le rompieran el cristal del escaparate y cuyas imágenes ya están siendo analizadas por la Policía Nacional, lamentó «el hedor que salía y las plagas de insectos, especialmente con el calor». «Había denunciado a sanidad esta situación», sentenció.
En paralelo, el ayuntamiento instaló dos puertas antiokupas, tapió la fachada en planta calle, cerró los accesos de la azotea y estudia la expropiación del inmueble a Caixabank ante lo que considera el consistorio «el abandono de las obligaciones de conservación por parte de la propiedad». «Es intolerable que grandes tenedores de vivienda o entidades bancarias tengan en este estado las edificaciones de las ciudades, permitiendo la ocupación ilegal y vamos a actuar con la más absoluta firmeza», señaló el concejal de Urbanismo, Víctor Serrano, quién compartió la «indignación de los vecinos» ante una «situación de impotencia que se vive ante la degradación de la convivencia de nuestros barrios por el grave problema de la okupación en la que los ayuntamientos tenemos un margen estrecho de actuación y sólo podemos intervenir cuando la edificación amenaza ruina o cuando se producen circunstancias como las del miércoles».
Casualmente, la Policía Nacional tuvo que intervenir en la sede de este banco, en el número 47 de la calle Coso, después de que una treintena de personas, por la tarde, provocaran varios desórdenes violentos».
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