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El hermano de una niña asesinada por Gali Balaguer: "Llevo 41 años mentalmente machacado, nunca se pasa página"

Miguel Cubillana reconoce que es "una satisfacción" conocer su paradero, pero lamenta que el sistema ha fallado con su salida de la cárcel

Miguel Cubillana, en su domicilio durante la entrevista que mantuvo con este diario.

Miguel Cubillana, en su domicilio durante la entrevista que mantuvo con este diario. / PABLO IBÁÑEZ

Zaragoza

Miguel Cubillana es el hermano de Victoria, una de las tres víctimas a quien Gali Balaguer segó vilmente su vida cuando la niña apenas tenía 11 años. Este zaragozano de 52 años no quiere volver a contar lo que sucedió en las fiestas de La Cartuja en el mes de agosto de 1984. Dice que, pasado tanto tiempo, nada más y nada menos que 41 años, todo esto que se repite ya es "morbo". Por eso en los últimos meses se ha volcado en difundir en los medios de comunicación la advertencia de que este asesino en serie ya está en la calle. A modo de prevención, claro, para que nadie vuelva a caer en sus fauces. Y admite ahora que respira aliviado al conocer que se ha localizado a este individuo en la aldea de San Pedro. Pero es una situación agridulce al sostener que esta sensación de alivio nunca debería existir porque Gali Balaguer nunca debería haber salido de la cárcel. "Entiendo que haya cumplido con la Justicia, pero con las víctimas no ha cumplido, ni conmigo ni con mis padres ni con mis hermanos... No puedo cambiar las leyes, pero que pague con las familias", comenta Miguel en una entrevista concedida esta misma semana a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN.

Es un análisis que en el fondo comparten los cuatro hermanos Cubillana, aunque cada uno tiene "una forma de verlo". En el caso de Miguel, por ejemplo, le invade la resignación de que no puede cambiar las leyes. Y por eso, porque no puede devolver a Gali a la cárcel de A Lama, insiste en difundir cualquiera de sus movimientos y recordarle todos los días quién es, un asesino que mató en La Zaida, que volvió a hacerlo en La Cartuja y que repitió en Galicia. "Si está localizado, lo siento mucho por la gente de allí, pero es una satisfacción porque seguro que al hablar tanto de él hemos salvado una vida allí. No hay que perderlo de vista y en el siguiente pueblo al que vaya le tienen que hacer lo mismo. Mi intención era esa, ya que no podíamos retenerlo en la cárcel, que se supiera que la familia estamos aquí, que no nos hemos olvidado, que se pudra si no vuelve a entrar en la cárcel. Cada uno recoge lo que siembra y él recogerá lo que sembró", reflexiona Miguel.

"Tiene la sangre fría"

Y la situación que se ha vivido en las últimas semanas en la aldea de San Pedro, con sus paisanos brindando su ayuda a Gali Balaguer, le recuerda mucho a la que él ya vivió hace 41 años. "Está haciendo lo mismo que en La Cartuja, pero con 40 años menos. Llegó diciendo que venía de las riadas de Valencia, con una mano delante y otra detrás. Iba de pobre, se le dio trabajo, se le llenó la nevera... Tiene la sangre fría, él ya sabe a donde va, no tiene ni un pelo de tonto y sabe que tiene que dar pena para la gente se compadezca de él", cuenta.

Por todos los modos intentó frenar Miguel su salida de prisión. Por eso le denunció por los abusos sexuales de los que éltambién fue víctima, aunque no fuera hasta hace unos meses cuando lo reveló tras más de 40 años de silencio. "¿Cómo puedo decir que nunca he tenido ninguna ayuda? Llevo 41 años machacado mentalmente, me he tenido que abrir paso en mi vida, tengo dificultades para escribir, para leer... Yo estoy dañado y a mí nadie me ha mirado", lamenta este zaragozano, que en las últimas semanas se ha puesto en manos de profesionales. "Nunca se pasa página de esto, recuerdo que en La Cartuja todo el mundo nos veía con cara de pena. No he tenido ningún tipo de ayuda, no he tenido motivación por nada, muchas veces me he puesto en el lugar de mi hermana y he pensado que ojalá me hubieran matado a mí", prosigue.

¿Y que queda entonces? "Debería llevar una bandera en la espalda que le pusiera: asesino y violador. Yo le haría trabajar, que cobrara dinero y que ese dinero se lo diera a la familia, como un esclavo atado con cadenas", sugiere Miguel. Pero nada haría mas Justicia como que nunca hubiera abandonado la cárcel. "¿Qué es lo que está fallando aquí? Un tío que mata tres veces, que viola, que abusa... y no pasa nada", se pregunta. Y se vuelve a resignar. "Tenía que cambiar las leyes, pero yo no lo puedo hacer", repite otra vez. Son los deberes que encomienda al legislador. Es un martirio para él y las familias.

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