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Alejandro, el "testigo principal" del asesinato de Eugenia en Zaragoza: "Me he arrodillado, le he echado la mano en la cabeza y le he dicho que descanse en paz"

El vecino ha subido al piso donde vivía la víctima alertado por otra inquilina del edificio: "He empezado a escuchar 'auxilio', 'que me estás matando, 'que me ahogo'...'"

Alejandro, el "testigo principal" del asesinato de Eugenia en Zaragoza: "Me he arrodillado, le he echado la mano en la cabeza y le he dicho que descanse en paz"

El Periódico de Aragón

Zaragoza

Alejandro está roto, "muy rotico". Ha visto con sus propios ojos cómo se moría Eugenia Mercedes, una mujer "en la flor de la vida" a quien esta mañana se la ha segado vilmente su pareja. Allí, en la calle Privilegio de la Unión, en el número 23, el hispanocubano Abel M. E. ha asesinado a esta mujer de 49 años, una mujer "tierna", "dulce", "muy cristiana", "trabajadora"... tantos buenos adjetivos que ahora utiliza Alejandro en memoria de la difunta. Todavía está "en shock". Y no es para menos. Ha sido el "testigo principal", el primer vecino que ha intentado salvar la vida de Eugenia. Así que Alejandro se emociona, se le quiebra la voz, llora mucho y hasta se siente culpable.

"He empezado a escuchar: '¡que me estás matando!', '¡que me desangro!', '¡socorro!', '¡auxilio!'... Me he liado a porrazos con la puerta, a puñetazos, a patadas... pero no había manera de abrirla. Cuando ha aparecido la Policía, me han ayudado a reventar la puerta y una vez que hemos abierto un agujero nos hemos dado cuenta de que tenía echada las dos llaves y un candado puesto por dentro. La mujer estaba fallecida en un charco de sangre enorme", ha relatado Alejandro en declaraciones a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, sobre las 13.00 horas, cuando apenas habían transcurrido cuatro horas desde la muerte de Eugenia.

"Le he metido dos puñetazos"

"Han encontrado a este individuo con una botella de amoniaco que quería suicidarse. Le han quitado de un porrazo la botella, le han reducido, le han echado al suelo, le han puesto las esposas y en un tiempo de diez minutos se lo han llevado. He saltado, lo siento mucho, pero ha sido mi reacción, cuando lo bajaban por las escaleras he saltado encima de él, le he metido dos puñetazos, me he cagado en su puta madre y le he dicho de todo... Lo siento mucho, pero ha sido lo que he sentido", ha continuado Alejandro, a quien le acompañan los tres perros con los que tenía previsto salir de paseo a primera hora de la mañana. Pero su rutina, la de cualquiera de sus mañanas en el barrio San José, se ha tornado en tragedia.

Dice que se siente "impotente", que ha sido un hombre que siempre ha hecho "mucho deporte", pero que no ha podido "doblegar" esa puerta del 2ºC. "Siento una pena y un vacío muy grande. Si yo hubiera sabido que esa puerta estaba así, habría saltado por el balcón, me habría metido por la galería y esa mujer estaría viva. Me ha faltado uno o dos minutos de reloj para entrar. Me siento impotente porque no he podido hacer nada, he hecho todo lo que he podido", ha abundado Alejandro, a quien el Grupo de Homicidios ha citado este martes a las 16.30 horas para tomarle declaración. A los investigadores también les aportará un archivo que prefiere mantener en secreto para proteger la privacidad de la víctima y de su familia.

"Le encontré un trabajo"

Alejandro habla de lo que ha visto esta mañana, pero también puede extenderse sobre lo mucho que conocía a esta pareja. A Abel, a quien ahora solo puede dirigirse en términos malsonantes, le rescató de la calle hace unos tres años. Es un hombre "muy posesivo" y "muy celoso". "Voy a ser el fantasma de tu vida. Eres un criminal. La vida te ha dado oportunidades... ¡yo te la di! Yo te metí en esa casa, estabas viviendo bajo el puente con gente toxicómana en el Ebro, ¡te dimos una casa que no tenía ni paredes!, ¡yo te encontré un trabajo!", se ha indignado Alejandro.

"Al año y medio de estar viviendo aquí conoció a esta mujer, que se vino a vivir con él. Él hacía la película de que era un caballero, pero a los cuatro meses empezamos a percibir que la tenía restringida. No le dejaba hablar con nadie. Yo sé por ella que en muchas ocasiones ha salido corriendo de casa, se ha escondido en casa de alguna vecina, la he visto llorando por la calle, en una parada de autobús temblando... Se veía que no le permitía hablar con ninguno de mis vecinos. Daba pena que ella pasara con la cabeza gacha y él con el pecho muy ancho. Este señor llevaba a su mujer a trabajar, la recogía del trabajo y no le dejaba hablar con nadie. La tenía secuestrada en vida. Ni yo ni nadie podíamos pensar que esto llegara al límite de que un sinvergüenza le quitara la vida por el simple hecho de ser un celoso, porque esto viene por celos", ha narrado este vecino.

"Me he despedido de ella. Cuando los forenses y la Policía se la llevaban, les he pedido que pararan en el trozo de la escalera, me he arrodillado, le he echado la mano en la cabeza, le he dicho que lo sentía y que descanse en paz", ha concluido. Ha sido su despedida, la de Alejandro, la de un vecino que tenía en alta estima a Eugenia, esa mujer "tierna", "dulce", "muy cristiana" y "trabajadora" que, sobre todo, era "muy buena".

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