José Luis E. E., el guardia civil de baja por depresión que asestó 13 puñaladas a otro miembro de la Benemérita en mayo de 2020 en Huesca porque creía que le espiaba siguiendo órdenes del instituto armado, era un "esclavo" de sus ideas delirantes. Así lo han declarado este miércoles en la Audiencia oscense, en la segunda jornada de la vista oral, los psiquiatras que examinaron al acusado tras cometer la tentativa de asesinato.

"Su delirio persecutorio alteraba toda su vida, desde la alimentación y la higiene personal a sus relaciones sociales, laborales y familiares", han subrayado los peritos. De hecho, su propia madre ha declarado como testigo que un día se dio cuenta de lo grave que se hallaba José Luis al ver que su coche "estaba lleno de bolsas de comida, enseres de cocina y hasta un cepillo y pasta de dientes".

El acusado sospechaba, como decía a las personas cercanas y él mismo apuntaba en unos cuadernos, que sus enemigos imaginarios le vigilaban en su vivienda de la avenida Martínez Velasco y querían envenenarlo manipulando las tuberías del agua y echando en su comida sustancias que podían causarle la muerte. Ese miedo irracional, acentuado por el hecho de que descuidaba la medicación, le llevó a hacer de su automóvil una especie de refugio.

"Le preguntó a mi madre si había envenenado la comida"

Los psiquiatras también han señalado que el acusado, que está interno en la prisión de Logroño, "puede seguir en la cárcel" porque "no necesita un centro especializado". En este sentido han manifestado que la prisión posee un servicio médico que puede hacer seguimiento de su enfermedad mental. Su familia, en cambio, piensa lo contrario. "En la cárcel no se curará nunca", ha recalcado su progenitora, que ha informado de que, a lo largo de su trayectoria en la Benemérita, su hijo estuvo 16 veces de baja debido a las depresiones que sufre.

El confinamiento que se vivía en aquellos momentos en España, en mayo de 2020, pudo acentuar los problemas psíquicos del acusado. "Cambiaba los colchones continuamente de sitio, en la calle se cruzaba de una acera a otra y pensaba que la prensa y la radio difundían noticias contra él", ha contado la madre. "No nos hemos dado cuenta del grado de enfermedad que tiene", ha añadido la testigo, que asegura que han ido abonando 200 euros mensuales al juzgado para indemnizar el daño causado y que en una ocasión llevaron una carta a la familia de las víctimas para pedirles perdón.

Los expertos en psiquiatría forense han destacado la "extraña" actitud tranquila que exhibió el acusado tras cometer el crimen, pues de hecho fue detenido "sin que opusiera resistencia", según señalaron ayer los agentes que le pusieron los grilletes y lo introdujeron en un vehículo radiopatrulla. Pese a ello han indicado que las facultades volitivas e intelectivas "no están totalmente alteradas".

"Pienso que podría haber matado a cualquier persona", ha afirmado su hermana, también en calidad de testigo. "Desconfiaba de mucha gente", ha añadido la joven. "Una vez, en una celebración familiar, le preguntó a mi madre si le había envenenado la comida", ha puesto como ejemplo. Y ha agregado que "desconfiaba mucho de los camareros".

Un extraño comportamiento

"Hacía tiempo que notaba en él un extraño comportamiento, pues sufría depresiones, tenía insomnio y le molestaban mucho los ruidos", ha continuado esta testigo.

Una doctora forense ha explicado como perito que solo la rápida intervención de los servicios sanitarios evitó la muerte de la víctima, J. J. L., que vivía en el mismo bloque que su agresor, en la sexta plata, justo encima de la vivienda de José Luis E. E. El imputado creía que los ruidos que oía en su piso los originaban dispositivos utilizados para espiarle.

La víctima sufrió un shock hipovolémico y dificultad respiratoria como consecuencia de las lesiones ocasionadas por los navajazos. Hasta el punto de producirle lesiones que hacían peligrar la vida del herido, el cual "no tuvo posibilidad de defenderse".

El psicólogo Diego de la Fuente Sobrino ha señalado que el acusado tenía "ideas delirantes" y que en la primera época de tratamiento de su enfermedad, de 2015 a 2016, experimentó "una mejoría". Pero después su dolencia se fue agravando y se convirtió en una persona "cada vez más aislada y metida en sí misma".

"No era responsable de sus actos"

Los investigadores de la Policía Nacional explicaron que la hija de la víctima, que recibió varias puñaladas cuando trató de proteger a su padre, podría haber sufrido lesiones mortales de no haber llevado puesta una cazadora. La joven declaró ayer que el acusado la quitó de en medio y siguió asestando puñaladas a la víctima cuando yacía en el suelo.

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El acusador particular Enrique Trebolle se apoya en este hecho para considerar que se produjeron dos tentativas de asesinato, motivo por el que eleva a 25 años la petición de pena, cinco más que el fiscal, que sostiene que lo sucedido a la hija constituye un delito de lesiones.

La abogada de la defensa, Arantxa Guarga, mantiene que su cliente es «inimputable, pues no era responsable de sus actos». En su opinión, José Luis E. E. debe salir de la cárcel para ser ingresado en un centro psiquiátrico.