El océano está preparado para absorber gran parte del dióxido de carbono que se encuentra en la atmósfera. De hecho, su captación es una forma más de crear un equilibrio en el propio medio marino y muchos de los organismos sobreviven gracias a ello. Sin embargo, como la mayoría de recursos naturales, tiene un límite. Un límite que además está cerca de sobrepasarse y que podría llegar a convertir a los océanos en un nuevo emisor de CO2 que contribuya, en un futuro, al calentamiento global.

El océano ha funcionado como sumidero del carbono generado por las actividades humanas desde la revolución industrial. Los mares tienen una gran capacidad de captación, de ahí que más del 90% del CO2 presente en la biosfera esté disuelto en el océano.

A medida que la concentración de CO2 en la atmósfera aumenta, la superficie del océano absorbe cantidades también crecientes, pero también sufre cambios, como la acidificación y el calentamiento global.

Estos cambios alteran el delicado equilibrio entre los diferentes procesos implicados, debilitando la capacidad de captación del océano. Esto es muy relevante, ya que, sin los sumideros oceánicos y terrestres, los niveles de CO2 atmosférico se acercarían a las 600 ppm (partes por millón), un 50% más que las 410 ppm registradas en 2019, ya muy por encima de lo necesario para limitar el calentamiento global a dos grados centígrados.

Así lo advierte un nuevo informe de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental (COI) de la UNESCO en el que un grupo de investigadores señala un buen número de procesos desconocidos que necesitan estudiarse más a fondo.

Como señala uno de los firmantes del artículo e investigador del Instituto Español de Oceanografía, Jesús Arrieta, se trata de “establecer prioridades de investigación, señalando los temas más preocupantes y las partes del ciclo del carbono que conocemos peor”.

“El funcionamiento de nuestro planeta depende de este delicado equilibrio, es necesaria una cierta cantidad dedióxido de carbono en la atmósfera, pero con la actividad humana hemos desplazado ese equilibrio y ahora hay más CO2 en la atmósfera que en cualquier momento anterior de nuestra historia como especie”, señala Arrieta.

Ante esta situación, el informe presenta una síntesis del estado de los conocimientos sobre el papel de los océanos en el ciclo del carbono y también establece una hoja de ruta. El objetivo es proporcionar a los responsables de la toma de decisiones los conocimientos necesarios para fomentar la investigación necesaria para el desarrollo políticas de mitigación y adaptación al cambio climático para el próximo decenio.

¿Usar la ingeniería para capturar carbono de la atmósfera?

En este sentido, los investigadores proponen que se haga un esfuerzo importante de evaluación de las distintas estrategias de mitigación que se han propuesto para retirar la cantidad “sobrante” de carbono de la atmósfera mediante distintas técnicas de geoingeniería.

Hasta el momento la mayoría de estudios sobre dichas técnicas han tenido un carácter preliminar y no han evaluado los impactos que podría tener su uso en el medio marino.

“Han sido pequeños proyectos a baja escala”, indica Arrieta, quien señala que es necesario optar por nuevas tecnologías “que nos permita saber si estas propuesta son seguras o potencialmente peligrosas”.

La puesta en marcha de estos estudios concretos es “urgente”, dado que es necesario ir preparándose de manera adecuada para el momento en que la necesidad de retirar carbono del océano se haga imperiosa.

Así, existen diferentes propuestas basadas en estimular los procesos biológicos naturales conocidos como “bombas biológicas” que captan carbono atmosférico y lo envían al océano profundo.

También se han barajado técnicas basadas en capturar químicamente el CO2 en la superficie y bombearlo hacia el fondo del océano para que quede secuestrado en esas capas profundas.

Antes de utilizar cualquiera de estas tecnologías, es necesario evaluar sus “efectos secundarios” y consecuencias a largo plazo, dado que la injerencia tecnológica del ser humano, aunque sea por un buen motivo, también puede alterar el frágil ecosistema marino.

El informe de la COI, además, examina las observaciones e investigaciones disponibles para determinar si el océano seguirá “ayudando” a la humanidad o si se volverá en su contra, dificultando la mitigación y la adaptación al calentamiento. “Esta situación es preocupante, y necesitamos saber cómo va a funcionar, haciendo experimentos y estudios y sacando conclusiones”, insiste Arrieta.

Estudio de referencia: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000376708

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